
Píldoras de la crítica. Virgilio, un clásico: la vara de medida. T. S. Eliot
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
Para el surgimiento de un clásico, debe haber “madurez de espíritu”, que haya historia y conciencia de la historia: para los romanos, los griegos. “Era una conciencia que indudablemente Virgilio contribuyó a que se creara”.
Pero no sólo poder crear esa conciencia histórica, también -puede ser brutal, no lo es [puede acercarse más al borgeano crear a sus precursores, que a la haroldbloomiana angustia de la influencia]- servirse de la literatura de una gran tradición, adaptándola “y empleando constantemente los hallazgos, tradiciones y creaciones” de aquella.
Y tampoco solo eso, también, poder proyectar esa gran tradición literaria: “En Homero, la lucha entre griegos y troyanos no tiene más alcance que el de una contienda entre un estado-ciudad griego y una coalición de otros estados-ciudades: detrás de la historia de Eneas, en cambio, está la conciencia de una distinción más radical, de una distinción que simultáneamente es una afirmación de parentesco entre dos grandes culturas, y, por último, de su reconciliación en un destino que lo abarca todo”.
Además de la madurez de espíritu, en un clásico, debe haber la “madurez de costumbres y la ausencia de provincianismo”. En Virgilio lo vemos en la historia de Dido y Eneas. “Me parece que lo que importa no es que Dido no lo haya perdonado -aunque es importante que en vez de reprocharle nada simplemente lo trate con desprecio, el desprecio más expresivo de toda la poesía-: lo más importante es que Eneas no se perdone a sí mismo”.
También, en un clásico debe haber “madurez del lenguaje y del estilo”, y “Virgilio estaba reescribiendo la poesía latina, como lo hace cuando toma una frase o un recurso de un autor anterior y lo perfecciona … En cuanto a la madurez de estilo, no creo que poeta alguno haya logrado mayor dominio de una estructura compleja, tanto por su sentido como por su sonido, sin perder la posibilidad de ser directo, breve y pasmosamente simple cuando la oportunidad así lo requería”.
Además: en un clásico, en Virgilio, se es útil a su pueblo y su lengua: todos los que le siguieron, vivieron a su sombra, benéficamente.
Y Virgilio está en el centro de su época, que es haber estado en el centro de Roma y su Imperio, del cual Occidente no se puede sustraer, estaba en el destino de Roma. “Eneas mismo es, del principio al fin, un ‘hombre del destino’, un hombre ni aventurero ni intrigante, ni vagabundo ni profesional, un hombre que cumple su destino, y no por coacción o mandato arbitrario, ni, desde luego, estimulado por la gloria, sino sometiendo su voluntad a una fuerza superior que hay detrás de los dioses que se lo impedirían o encauzarían. El habría preferido detenerse en Troya, pero se convierte en un desterrado, en algo más grande y significativo que un desterrado: se le destierra para que cumpla un fin más grande que ignora pero acepta; y no es, en el sentido humano, un hombre feliz ni afortunado. Pero es el símbolo de Roma; y lo que Eneas es a Roma, la antigua Roma es a Europa. De modo que Virgilio se coloca en la posición central del clásico por excelencia: está en el centro de la civilización europea, en una posición que ningún otro poeta puede compartir ni usurpar. Ni em Imperio Romano ni la lengua latina eran un imperio cualquiera, sino un imperio y una lengua con un destino único en relación a nosotros y el poeta en quien cobraron conciencia y expresión ese imperio y esa lengua es un poeta con un destino único”.
Por encima de todo esto, o como resultado de todo esto, “en términos literarios, el valor de Virgilio está en que nos proporciona un criterio … medir según él toda obra literaria individual … Si no existiera el modelo a que me refiero, modelo que no podemos tener claramente si solo confiamos en nuestra literatura, tenderíamos en primer lugar, a admirar obras geniales por motivos erróneos y de ahí caeríamos en errores mayores, como sería igualar primera y segunda calidad. En suma, sin la aplicación constante de la medida clásica, que debemos a Virgilio más que a ningún otro poeta, tenderíamos a volvernos provincianos”.
(T. S. Eliot. ¿Qué es un clásico?)