Píldoras de la crítica. Homero, brevedad y eternidad. George Steiner

Píldoras de la crítica. Homero, brevedad y eternidad. George Steiner

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

[Repasa los debates: si fue un autor o muchos autores, incluso, una autora; si Troya fue Troya, o Troya VI o Troya VII A u otra ciudad; si fue cantado o escrito; si al ser cantado mucho es mera interpolación mnemotécnica; si es posible fuera escrito y por un solo hombre si el asedio de Troya fue en el 1100 a.C. y los textos homéricos del 750/700 a.C; si es recuperación de tablas micénicas del 1100 a.C. , cómo se salta del griego Lineal B que no admite la poesía, al griego escrito derivado del fenicio del 700 a.C. que sí admite la poesía; etc.].

Homero

“Permítaseme especular aquí, no como clasicista calificado, sino en calidad de lector que quiere aprehender el alma del poema. Me aventuro a afirmar que Homero fue el primer gran poeta de la literatura occidental porque fue el primero en comprender los infinitos recursos de la palabra escrita. En el sabor de la narración homérica, en su soberbia madeja, brilla el deleite de un intelecto que ha descubierto que no necesita confiar su creación a la frágil encomienda de la memoria. El áspero regolaje de la Iliada y su constante equivocidad con la brevedad de la vida y la eternidad de la gloria reflejan al nuevo poeta y el sentimiento de orgullo de su propia supervivencia. En el comienzo de la poesía se encuentra la palabra, pero muy cerca del comienzo de la poesía de la magnitud de la llíada se encuentra la escritura.

Es muy posible que el «manuscrito homérico» original fuera algo único y que fuera conservado por el celo de un gremio de bardos (los Homéridas). Los restablecidos festivales panhelénicos del siglo VIII crearon un público para los «hijos de Homero». Estos rapsodas pudieron muy bien haber conservado la Ilíada y la Odisea en un reducido número de textos canónicos hasta su amplia publicación en la Atenas del siglo VI (lo que los eruditos llaman la revisión de Pisístrato).

No necesitamos creer que Homero fuera un hombre ilustrado. Pudo haber dictado a un escriba. Por cierto, me atrevería a asegurar que la antigua y persistente tradición de su ceguera está relacionada con este punto probable. Deseando ocultar a una época posterior y más crítica este defecto técnico del maestro, los Homéridas lo describieron ciego. Por encima de cualquier otra cosa, la Ilíada y la Odisea afirma que la vida de los hombres será reducida a polvo a menos que obtengan la inmortalidad mediante el canto de un poeta. ¿No se ve aquí la fe de un supremo artista que, por primera vez en la literatura occidental, tiene a su disposición la gloria de la palabra escrita, ya que no la capacidad de escribir directamente?” …

La Ilíada y la Odisea

“Las dos epopeyas son profundamente diferentes; en el tono, en la estructura formal y, aún más importante, en su concepción de la vida. La cuestión homérica, no obstante, va más allá de los problemas de autoría y texto. Debe dar con las relaciones literarias y psicológicas entre la Ilíada y la Odisea. ¿Qué ocurre cuando leemos la Ilíada con los ojos de Odiseo? …

… la Ilíada manifiesta una perspectiva específica de la condición humana. En ninguna otra obra de la literatura mundial, con la posible excepción de Guerra y paz, encontramos una imagen semejante del hombre. Tampoco ciertamente en la Odisea. El poeta de la Ilíada contempla la vida con aquellos ojos en blanco e incapaces de respuesta que nos observan desde las hendiduras de los almetes en los tempranos vasos griegos. Su visión es aterradora por su sobriedad, fría como el sol de invierno:

‘<<Por tanto, amigo, muere tú también. ¿Por qué te lamentas de este modo? Murió Patroclo, que tanto te aventajaba. ¿No ves cuán gallardo y alto de cuerpo soy yo, a quien engendró un padre ilustre y dio a luz una diosa? Pues también me aguardan la muerte y el hado cruel. Vendrá una mañana, una tarde o un mediodía en que alguien me quitará la vida en el combate, hiriéndome con la lanza o con una flecha despedida por el arco.» Así dijo. Desfallecieron las rodillas y el corazón del teucro, que, soltando la lanza, se sentó y tendió ambos brazos. Aquiles puso mano a la tajante espada e hirió a Licaón en la clavícula, junto al cuello: metióle dentro toda la hoja de dos filos, el troyano dio de ojos en el suelo y su sangre fluyó y mojó la tierra’.

El relato prosigue con calma inhumana. La tajante inmediatez de la visión del poeta nunca queda sacrificada a las exigencias del pathos. La verdad vital de la Ilíada, pese a su brusquedad o su ironía, prevalece sobre las oportunidades del sentimiento … La llíada no se lamenta del estado del hombre. Hay alegría en ella … El poeta se revela en el gusto por la acción física y la amanerada ferocidad del combate personal. Ve la vida iluminada por el fuego de una energía central e inextirpabIe … Hasta en medio de la carnicería se encuentra la vida en su pleamar y bate y ruge con alborozo salvaje. Homero sabe y proclama que en el hombre hay algo que ama la guerra, que teme menos los horrores del combate que el aburrimiento. En la esfera de Agamenón, Héctor y Aquiles, la guerra es la medida del hombre … La guerra y la mortandad hacen estragos, pero el núcleo queda en lugar elevado. Este núcleo es la afirmación de que los actos del cuerpo y el espíritu heroico son en sí mismos objetos de la belleza, que la fama es más fuerte que los terrores de la muerte, y que ninguna catástrofe, ni siquiera la caída de Troya, es definitiva. Pues más allá de las torres carbonizadas y el caos desnudo de la batalla se mece el apacible mar. Por todas partes saltan los delfines y los pastores se amodorran en la paz de las montañas. Los famosos símiles de Homero, en que compara éste o aquel momento de la batalla con cualquier escena de la vida pastoril o doméstica, hacen de aseguradores de la estabilidad definitiva”.

“La verdad de la Ilíada no es la de la Odisea. A los «resplandecientes ojos antiguos» de la Iliada, la Odisea opone una mirada irónica y vagabunda. La guerra épica ha quedado cortada en grandes y sólidos bloques; la historia del largo viaje al hogar es un telar de artimañas. Como el agua del mar que salpica en cada página, la visión del poema es rápida, cambiante, indagadora, propensa a extrañas superficies y repentinas profundidades. «Una novela», dijo T. E. Lawrence. Una maravilla de estructura y variedad, aunque de difícil captación focal. Las antiguas piras de lo heroico se han convertido en rescoldo y la simplicidad muscular de la vida que rodeaba Troya ha claudicado ante los modales de la ironía y las complicaciones” …

Pero si la llíada y la Odisea difieren tan notablemente en tono y en concepción de la conducta humana, ¿qué es lo que relaciona ambas? … En la Odisea hay una crítica de los valores arcaicos de la Ilíada a la luz de las nuevas energías y las nuevas percepciones …

Aunque es concebible, no parece probable que el mismo poeta pudiera articular ambas concepciones de la vida. No encuentro en la literatura ningún otro ejemplo de un escritor que cree dos obras maestras unidas y separadas por esa mezcla de reverencia y duda irónica con que la Odisea parece mirar a la Ilíada. Y, sin embargo, una única voz parece estar hablando por entre las diferencias de técnica narrativa y punto de vista. Ciertas glorias de la Ilíada sólo son visibles en el espejo de la Odisea

Creo que el Homero que conocemos, el poeta que continúa dando forma a las principales constantes de la imaginación occidental, fue el compilador de la Ilíada y el autor de la Odisea. Conjuntó y ordenó las fragmentarias leyendas bélicas de la tradición micénica. Tuvo la perspicacia de agruparlas en torno del motivo dramático y unificador de la cólera de Aquiles. Manipuló el material antiguo y las leyendas populares con respeto profundo. En algunas ocasiones no entendería del todo el lenguaje ni las circunstancias técnicas de una acción tan remota. Pero prefirió conservar lo oscuro a improvisar al respecto. Captó las austeras simetrías inherentes al modo arcaico de narrar y vio la vida a través de los ojos desapacibles y relampagueantes de la batalla. Frente a la intensidad breve de la poesía oral, hizo asequible para nosotros la nueva elaboración de la forma escrita. El compilador de la Ilíada como los hombres que amañaron y juntaron la epopeya del Pentateuco, fue un editor de genio; pero el oro y el bronce se prueban en el crisol.

Supongo que acabaría su cometido con las primeras luces de la madurez. La Iliada tiene la fe de la juventud. Pero mientras se enriquecía en experiencia y sensibilidad, la concepción de la Ilíada pudo haberle parecido incompleta. Puede concebírsele inmediatamente como viajero y observador constante. «Cruzó y observó los mares», dice T. E. Lawrence. Particularmente, yo aseguraría que las complejas y orientalizadas civilizaciones del Mediterráneo del Este le fueron conocidas. La parte del Oriente sufre en la Ilíada el amodorramiento de una antigua leyenda. Es material tradicional que hay que remontar al comercio de la Edad del Bronce. El Oriente de la Odisea es más moderno, está observado con más inmediatez. En el atardecer de su vida, este infatigable viajero pudo haber regresado al mundo de la Ilíada a fin de comparar su imagen de la conducta humana con su experiencia particular. De esta comparación, con su delicado equilibrio entre respeto y crítica, acaso surgiera la Odisea”.

(Lenguaje y silencio. George Steiner)

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