
Analizando Primero Sueño, advierte que, además de su parecido con Un coup de dés de Mallarmé, “hay otra obra que tiene un parecido no menos profundo e inquietante. No es un poema sino un grabado: Melancolía I de Durero. El tema es el mismo: la contemplación de la naturaleza y la desazón del espíritu -angustia, zozobra, decaimiento, rebeldía- al no poder transformar esa contemplación en forma o idea. El ángel femenino del grabado -en realidad es una figura compuesta de dos tipos: la Geometría y la Melancolía- puede pasar por una personificación del alma de Primero sueño, presa de las dudas y el desconsuelo, al final de su aventura espiritual. El parecido no es fortuito sino que nace de experiencias semejantes: Melancolía I y Primero Sueño son confesiones intelectuales y la obra de Durero no es menos enigmática que el poema de sor Juana.
… La fuente directa de Durero fue el libro de Cornelio Agrippa: De oculta philosophia. Según Agrippa el humor melancólico atrae ciertos espíritus (demonios) que provocan éxtasis y visiones. La acción de estos espíritus se ejerce sobre la imaginación de los artistas visuales y de aquellos que usan el número y la proporción: arquitectos, pintores, dibujantes; sobre la razón si se trata de poetas, filósofos y oradores; y, en fin, sobre el intelecto en el caso de profetas y fundadores de religiones. La figura de Melancolía I personifica al primer tipo y es en cierto modo un autorretrato intelectual de Durero. Es el retrato de su alma, diría sor Juana, ‘en el modo posible’, como imagen fijada por la fantasía.
Además de su carácter de autorretratos simbólicos, hay otro impresionante parecido entre el grabado y el poema. El texto de Agrippa explica por qué aparece el número 1 después de la palabra melancolía: el grabado representa el primer tipo de melancólico, es decir, la melancolía del artista. ¿Durero pensó alguna vez completar la serie? Esta pregunta es la misma que todos nos hemos hecho ante el adjetivo primero, que precede a la palabra sueño. Sea cual sea nuestra respuesta, el grabado y el poema nos presentan únicamente una imagen inicial, la primera fase de un proceso. En este sentido, son obras que, aunque formalmente completas y acabadas, se abren hacia lo inacabado y que aún no tiene nombre. Son obras que, espiritualmente, colindan con lo infinito. Lo no dicho es parte esencial de su misteriosa seducción. La imagen de Melancolía I parece una ilustración anticipada de ese pasaje de Primer sueño en que el alma, perdida en la noche geométrica y sus perspectivas de obeliscos y pirámides, ‘por mirarlo todo, nada veía’. La figura que dibujan las dos obras es la misma: la interrogación”.