ARTE Y LITERATURA. Monumento al Cardenal Caro, Galvarino Ponce. Enrique Lihn

Escrito en 1984:

“En el proceso de aculturación o de regresión cultural a que ha estado sometido el país, el seudoarte cumple una función importante. La crítica cultural, por su parte, reducida a condiciones de supervivencia, dominada por la censura y la autocensura, es reemplazada por la acrítica. Ésta promueve el seudoarte, su partenaire e incluso su doble”.

Critica el Festival de Viña del Mar. Y las artes desarrolladas en dictadura, aceptando sus imposiciones.

“El abuso de la palabra arte para publicitar esta ‘basura artística’ afianza una relación equivocada de la gente con el arte, desactivando esa palabra, privándola de su legítimo significado. El arte, al menos el moderno y contemporáneo, es, dentro de su especificidad y con ella, una crítica de lo que el orden establecido impone como la realidad. En tal sentido, el arte es político (generalmente no partidista), y censurar una exposición como lo hizo Eduardo Cruzat, presidente del Colegio de Arquitectos de la V Región con la exposición Arte e industria de la supervivencia ‘porque había (en ella) una clara connotación política reñida con el arte’, es ignorar el arte y la política.

Lo que la dictadura militar ha auspiciado en un supuesto campo cultural o lo que ha surgido como efectos de aquella, a partir ‘del frío mundo de los negocios’ -el arte como negocio, el arte y la industria- si no es basura declarada tiene mucho de bluff y ya se empieza a percibir como una producción inflacionaria, políticamente sospechosa …

Un tema de menor importancia, el de los monumentos del período, nos remite al seudoarte, con toda facilidad. En primer lugar, dos ejemplos, obras del señor Galvarino Ponce, quien ‘se define como estatuario y no pretende ser un creador’, según Enrique Melcherts. Me refiero a los monumentos al cardenal Caro y a Patricio Mekis, alcalde de Santiago (1976-79).

Con escultores como José Carocca Laflor, el realismo neoclásico del siglo XIX llegó a su extenuación y, en su monumento a Prats, al kitsch o seudoarte. Las estatuas de Ponce pertenecen a esa categoría: no son más fieles a sus modelos que las figuras de cera de Madame Tussaud en Londres y carecen como ellas de cualquier vinculación reconocible con la cultura escultórica”.

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