Bartleby el escribiente, de Herman Melville

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Bartleby el escribiente, de Herman Melville

El abogado de Wall Street tenía en su oficina a un grupo de “amanuenses o copistas judiciales” algo estrambóticos: Turkey, Nippers, Gingers.

Turkey, que “era de mañana el más cortés, más dócil y más reverencial de los hombres, estaba predispuesto por las tardes, a la menor provocación, a ser áspero de lengua, es decir, insolente”.

Nippers, “era víctima de dos poderes malignos: la ambición y la indigestión. Evidencia de la primera era cierta impaciencia en sus deberes de copista … La indigestión se manifestaba en rachas de sarcástico mal humor, con notorio rechinamiento de dientes, cuando cometía errores de copia”, además de acomodar una y otra vez su mesa para encontrar el nivel de comodidad que buscaba y que nunca encontraba al inclinarse sobre el papel para escribir.

Gingers era “estudiante de derecho, mandadero, barredor y limpiador” y “para este perspicaz estudiante, toda la noble ciencia del derecho cabía en una cáscara de nuez. Entre sus muchas tareas, la que desempeñaba con mayor destreza consistía en proveer de manzanas y de pasteles a Turkey y Nippers”.

Pero estas excentricidades nada serían ante los “asombrados ojos” del abogado de Wall Street cuando llegó a trabajar para él Bartleby, que era “un joven inmóvil” con su “pálida figura”, “¡pálidamente pulcra, lamentablemente decente, incurablemente desolada!”, escribía sin parar, trabajaba día y noche, aunque “me hubiera encantado aún más si él hubiera sido un trabajador alegre. Pero escribía silenciosa, pálida, mecánicamente”. Además, si se le pedía otro trabajo que el de copiar respondía tranquilamente “preferiría no hacerlo”.

“Preferiría no hacerlo”.

¿Le correspondía? Puede que sí, puede que no. No importa.

Ese “preferiría no hacerlo”, apacible, pálido, tranquilo, imperturbable, irritaba a todos.

En un mundo de rarezas, hay rarezas que no toleramos. ¿Por qué?

[Nos dice Borges que lo kafkiano (que Bartleby prefigura), “nuestra imaginación lo acepta inmediatamente”: ¿por qué? Hay otras rarezas, otras realidades kafkianas, sin embargo, que, al contrario, rechazamos: ¿por qué?].

Irrita. ¿Irrita su “preferiría no hacerlo»? ¿Qué nos irrita de Bartleby?

Bartleby, “un hombre por naturaleza y por desdicha propenso a una pálida desesperanza». ¿Es su desesperanza, lo que nos irrita, lo que nos abruma? ¿Es su naturaleza desesperada, que nos resulta inexplicable o peor aún, contagiosa? ¿Irrita que si se trata de su naturaleza sea inmodificable, haciendo imposible todo esfuerzo por cambiarlo? ¿O es su desdicha, lo que nos desazona, lo que nos irrita?

¿O hay rarezas que se nos hacen intolerables porque puedan ser un espejo de nosotros mismos, empeñados en disimularlas hasta que se aparecen amenazantes ante nosotros?

(Hyspamérica Ediciones. Traducción de Jorge Luis Borges)

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