Los testamentos, de Margaret Atwood

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Los testamentos, de Margaret Atwood

Una nueva sociedad. Una nueva teoría, y religión, que la sostenía. Una nueva tiranía que emergía y parecía inconmovible.

Una nueva sociedad. Con sus estamentos y jerarquías.

Una nueva sociedad, que nació tenebrosamente. “Ha habido un golpe de Estado, aquí, en Estados Unidos, igual que los ha habido anteriormente en tantos otros países. Cualquier cambio forzoso de liderazgo va siempre seguido por un movimiento para aplastar la oposición”. Sería algo más que aplastar la oposición: los hombres, armados, someterían completamente a las mujeres.

Primero las encerraron, y allí “nos estaban degradando a la condición de animales, animales de redil, a nuestra naturaleza meramente animal. Nos estaban restregando las narices en esa naturaleza. Querían que perdiéramos la dignidad humana”.

Nacía así una tiranía. Y con la tiranía, la rebelión.

Una tiranía que quiere reducir a las mujeres a su “función natural”; y no hay oposición posible: “Permítame sólo que diga que quienes no están con nosotros, están contra nosotros”.

En Gilead, lo que había sido una parte del territorio de Estados Unidos, “donde las mujeres bien podrían haber sido gatos domésticos y donde reinaba el fanatismo religioso”.

Y sus nuevos estamentos y jerarquías: las tías, que “no se casaban; no se les permitía. Por eso podían dedicarse a la escritura y a los libros”. Las jóvenes a las que educaban y preparaban “elegidas de antemano para casarse con los mejores hombres, los Hijos de Jacob y los demás Comandantes o sus hijos”. Las “jóvenes perlas”, las “misioneras de la obra de Dios en nombre de Gilead” con sus “sus folletos impresos con imágenes de calles limpias, niños felices y amaneceres, y títulos con que pretendían atraerte a Gilead”. Las Marthas, que preparaban las comidas y hacían el aseo. Las Econofamilias. Las Criadas, las que podían tener bebés, que entregaban a las Esposas.

Cuando las perlas misionaban en Canadá, “siempre había por lo menos un folleto sobre Pequeña Nicole. ‘¡Devolved a nuestra Pequeña Nicole!’ Y: ‘¡Pequeña Nicole pertenece a Gilead!’ Habíamos visto un documental sobre Pequeña Nicole en la escuela: su madre era una Criada y se la llevó en secreto cuando era sólo un bebé … Gilead había exigido que devolvieran a la criatura para que sus padres legales pudieran recuperarla. Canadá dio largas al asunto”.

Una nueva teoría, una nueva religión.

Las Tías, en las clases de religión explicaban que “las cosas importantes que hacían los hombres”, eran algo “demasiado importantes para que las féminas se entrometieran, porque su cerebro era más pequeño e incapaz de concebir grandes pensamientos”.

Pequeñas decisiones

La tía Lydia se pregunta al final de su vida, “¿qué será de mí?, me pregunté. ¿Viviré hasta alcanzar una edad provecta y venerable, anquilosándome poco a poco? ¿Me convertiré en mi propia estatua reverenciada? ¿O caeré con el régimen, junto a mi propia réplica de piedra, y acabaré retirada y vendida como una curiosidad, un adorno de jardín, un vestigio macabro y de mal gusto? ¿O seré juzgada como un monstruo y me mandarán ejecutar ante un pelotón de fusilamiento, antes de colgarme de un poste para espectáculo público? ¿Me hará pedazos la turbamulta, y pasearán mi cabeza clavada en una pica por las calles entre el regocijo y el escarnio generales? He inspirado rabia para eso y para más”.

¡Quién sabe! la tía Lydia, cuando fue reclutada, en los lejanos orígenes de la tiranía -reclutada a la fuerza, violentamente, humillantemente-, se había prometido venganza.

Una rebelión

En Canadá, Melanie y Neil pertenecen a Mayday, organización secreta que se la pasa “instigando y apoyando al Ferrocarril Subterráneo de las Mujeres”. Mayday: “Ése es nuestro objetivo. Que no exista Gilead”.

Los matan de un bombazo. Ada rescata a la hija de ambos, Daisy, y la lleva a “SantuAsilo, la organización para refugiados de Gilead”, donde le dicen que Melanie y Neil no era sus verdaderos padres, y que ella es “la pequeña Nicole”.

Mayday, para actuar con la eficacia que lo hace, necesita la colaboración de alguien dentro de Gilead: no saben quién es, sólo reciben información valiosa.

Parecían estar a punto de ser derrotados. Salvo una pequeña luz de esperanza: se entregarían unos documentos explosivos, que destruirían la reputación de la cúpula de Gilead. Pero sólo los entregarían a la pequeña Nicole. Daisy aceptó. La entrenarían, se dejaría captar por las perlas para que la lleven a Gilead, sin revelar por supuesto, que es la pequeña Nicole o Daisy. Se haría llamar Jade.

Tía Lydia puso en marcha finalmente su plan de venganza. ¿Triunfaría?

Vengarse. La incalculable fuerza de una pequeña decisión, que se toma cuando pareces ya no tener fuerza alguna, sino solo la mayor derrota y humillación.

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