
A partir de
Un mundo feliz, Aldous Huxley
“Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, peligro real, libertad, bondad, pecado”, concluyó el salvaje John, traído por Bernard Marx a este “maravillo nuevo mundo” creado después del primer modelo Ford T, y desde entonces inició una nueva era: antes de Ford, después de Ford, desde ‘Malpaís’ en las regiones salvajes, lugares que aún existen “debido a que, por sus condiciones climáticas o geológicas desfavorables, o por su pobreza en recursos naturales, no han sido civilizados”.
Reclamando Dios, la poesía, el peligro real, la libertad, la bondad, el pecado, rechazaba este mundo de una estabilidad social con su felicidad y su paz erigidas sobre el control social y la regulación de los deseos sustituyéndolos por sucedáneos: de la felicidad y la tranquilidad con el soma, ese químico que uno puede tomar en cualquier momento para alcanzarlos, con los juegos y el cinerama que crean sensaciones artificiales momentáneas en lugar de las reales que traen ansiedad, insatisfacción, y con ello peligros, potenciales trastornos sociales, amenazas al orden social, riesgos de destruir el orden social y su estabilidad. Deseos, ansiedad, insatisfacción que sienten los individuos, por eso, excepto, y limitadamente, los Alfa Mas, todos los seres humanos se crean por series iguales en los Centros de Incubación: los Epsilon, los Beta, etc. Por eso se rechaza la soledad, propia también del individuo.
¿Cómo llegó el salvaje John a este “maravilloso nuevo mundo”? Lo trajo Bernard Marx. Un Alfa Mas, con mayores grados de individualidad, tenia conductas excéntricas, con ello, atraía el rechazo de los demás, con su rechazo, la sensación de soledad, el desacomodo, la insatisfacción. Era, como su amigo Hemholtz, alguien “diferente”.
¿Dónde descansa la osadía de querer conocer qué otro mundo es posible; dónde el querer (o al menos eso creía) impugnarlo trayendo a un salvaje que con su sola presencia lo inestabilizara?
Acaso en ser, sentirse, “diferente”. Acaso en el rechazo social que acentúa esa diferencia. Acaso en la psicología de quien sufre las emociones de soledad, insatisfacción, frustración, que vienen con todo aquello.
Sin embargo, Bernard Marx renegó de John y su experimento. Imploró abyectamente no ser castigado -enviado a una isla “donde todos han adquirido conciencia de su propia individualidad”.
Entonces, ¿dónde descansa la osadía de cuestionar nuestros maravillosos nuevos mundos?
En los libros. Bien los sabían los Interventores, las máximas autoridades de esta nueva sociedad. En el año 141 después de Ford, el 141 d.F., libraron la Guerra de los Nueve Años contra los “partidarios de la vida sencilla”, los “fanáticos de la cultura”, “suprimieron todos los libros publicados antes del año 150 d.F., implantaron la idea de que “la historia es patraña”. Y, llegado el salvaje John, una de sus primeras fisuras en aquel orden social fue una pregunta: “¿Leen a Shakespeare?”. Recitar fragmentos de Shakespeare, con sus pasiones, confundía a esa nueva humanidad que se relacionaba con él, como Lenina Crowne. Aparecen como contraste de esa nueva sociedad. Suprimidos, “Sin embargo, Otelo es bueno”. El interventor mundial, Mustafá Mond, no lo niega, pero “no se pueden crear tragedias sin inestabilidad social … actualmente el mundo es estable. La gente es feliz … Hay que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte puro”.
Pero, algo más, ¿aquel mundo que representan los libros -vehículos de impugnación del orden social-, era acaso más feliz que este mundo feliz del “maravilloso nuevo mundo” de la sociedad civilizada?
Cuando John vivía en Malpaís en las regiones salvajes, soñaba con poder ir a la inaccesible sociedad civilizada, y aceptó con gusto ser llevado allí por Bernard Marx. Cuando Bernard Marx fue a Malpaís, imaginaba el paraíso de un mundo donde las pasiones y la vida sencilla le permitieran sentirse un individuo y no una célula del todo social.
Ahora, John rechaza este paraíso que imaginaba ser el “maravilloso nuevo mundo”, y Bernard rechaza ser apartado de él, comprobando que no eran ningún paraíso las regiones salvajes. Bernard es llevado a una isla, John elige ser destinado a un solitario Faro. Y son castigos.
Ni paraísos en la sencilla vida salvaje; ni paraísos en las sociedades civilizadas del “maravilloso nuevo mundo”; ni paraísos en la vida individual en el Faro. No hay paraísos, ¿qué es, entonces, lo que hay?