La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos

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La biblioteca de los libros rechazados, de David Foenkinos

En una “forma de antiposteridad”, hay esos escritores que pueden ir, pero sólo personalmente, a la “biblioteca que acepta todos los libros que han rechazado las editoriales”, que acoge “a todos los manuscritos que soñaban con encontrar un refugio”, a esos escritores que, sin conocerse entre sí, formaban una “comunidad de la desilusión”, de los fracasados. Hay varias, una en Francia, la de Jean-Pierre Gourvec, “persona reflexiva y sensata para quien las palabras tenían sentido y destino”.

Y podría, entonces, haber una posibilidad de reivindicar esos fracasos.

Su asistente Magali Croze, le dijo por su biblioteca de los libros rechazados que “quiere que sea la Madre Teresa de los fracasados”.

Y podría, entonces, que los fracasados encontraran amparo y ser reivindicados: corregirse los rechazos.

Gourvec enfermó, le quedaba poco tiempo de vida, lo que más feliz lo hacía era su biblioteca, y Magalí organizó que los vecinos retiraran libros, y que algunos escribieran libros para ser rechazados y llevarlos allí.

Y los rechazados ganaban inesperadamente con este compasivo gesto de amor, un gesto de rebelión: en la sociedad del éxito, escribir para ser rechazado.

Murió, y muchos años después, fueron por allí Delphine, joven editora famosa y su pareja Frédéric escritor publicado pero fracasado, y volvieron felices: “Hemos dado con una obra maestra”, se llama ‘Las últimas horas de una historia de amor’, y la escribió un tal Henri Pick, que había sido dueño de una pizzería. ¿Por qué no se publicó una obra maestra? Habría muchas razones, pensando en su autor, Fréderic pensó que “había una forma de rechazar el mundo, como si lo animase la ambición de quedarse en la sombra, a contrapelo de una época en la que todo el mundo busca la luz”. Y Delphine consiguió que se publicase, con todas las negociaciones y estrategias comerciales -aunque no sólo eran actividades de promoción, inventaron la novela de la novela, la historia misteriosa del autor- que fueron necesarias para convertir la obra maestra desconocida en un éxito comercial. Y lo logró.

Pero, ¿era realmente este pizzero un escritor fracasado, podía serlo si solo se dedicaba a sus pizzas?

Y el éxito fue desbordante. “Pick acabó estando en boca de todos, convertido en el símbolo de lo que sueñan quienes aspiran a que algún día les reconozcan su talento … Si bien la novela de Pick gustaba a los lectores, lo que más los conmovía era su vida. Reflejaba la fantasía de ser otro, el superhéroe cuyas capacidades extraordinarias no conoce nadie, el hombre discreto cuyo secreto consiste en tener una sensibilidad literaria imperceptible”. Lo que se escribía, se seguía escribiendo más allá de la inicial estrategia editorial, era la novela de la novela.

Entonces, el éxito, estaba en otro lado, más allá de las estrategias comerciales, más allá de la verdad o falsedad de un pizzero autor de una obra maestra. ¿Qué otro lado, qué más allá?

El de multitudes de lectores, personas -¿fracasadas? ¿apenas anónimas?- que tienen la fantasía de ser otro: no signo del fracaso: signo del deseo que nada sofoca, personas/personajes literarios, personas con sensibilidad literaria imperceptible. Personas comunes, personas discretas.

Como común y discreta fue la desconocida mujer casada con el bibliotecario Gourvec y años después de separarse, tuvo a su hijo Hugo, y fue quedando ciega y “Hugo, que entonces tenía dieciséis años, pensó: si mi madre ya no me ve, tendré que existir de alguna otra manera en su mente. Y así fue como empezó a tocar el piano: tendría una presencia musical”.

Discretos, anónimos, fracasados que derrotan la sociedad del éxito con la escritura de un libro, con la invención de un autor, con la construcción de una biblioteca, con ínfimos y variados gestos de amor.

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