ARTE Y LITERATURA. Adán, Miguel Ángel. Walter Pater

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“… todas las verdaderas obras de arte: el que ellas nos exciten o sorprendan es indispensable; que nos comuniquen placer y ejerzan un encanto sobre nosotros, también es indispensable, y su extrañeza o singularidad debe ser dulce además, debe ser una agradable singularidad.

Para los verdaderos admiradores de Michelangelo este es el ideal de lo ‘michelangelesco’: dulzura y fuerza, placer con sorpresa, una energía de concepción que parecería a cada momento estar dispuesta a romper con todas las condiciones de la forma graciosa, recuperando, toque a toque, una amabilidad usualmente encontrada tan sólo en las más simples cosas naturales, ex forti dulcedo”.

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«… ‘Cuando se habla de él, dice Grimm, bosques, nubes, mares y montañas desaparecen y sólo lo que está constituído por el espíritu del hombre perdura intacto’; y reproduce unas breves palabras de una carta suya a Vasari, como singular expresión de todo lo que ha dejado de un sentimiento por la naturaleza …

Es propio de cierta cualidad de su genio, interesarse casi exclusivamente con la hechura del hombre: y esta hechura no es para él como en la historia bíblica, el último acto y coronamiento de una serie de manifestaciones, pero sí el primero y único acto, la creación de la vida misma en su suprema forma, sobre la marcha e inmediatamente, en el frío e inanimado mármol. Con él, el comenzar de la vida tiene todas las características de resurrección; es como el restablecimiento de la salud o de la energía con su gratitud, su efusión y su elocuencia. Hermoso como los jóvenes de los mármoles de Elgin, el Adán de la Capilla Sixtina se diferencia de ellos, por una total ausencia de ese equilibrio y perfección que expresa tan bien el sentimiento de una vida independiente y reservada. En aquella lánguida figura hay algo de rudo y como de sátiro, algo que está emparentado con la escabrosa ladera en que reposa. Su conjunto está recogido en una expresión de simple expectativa y recepción: tiene apenas fuerza suficiente para levantar su dedo a fin de que toque el dedo del Creador; ¡no obstante que un simple contacto de las yemas bastaría!

Esta creación de la vida -vida que llega siempre como alivio o mejoría y siempre en vigoroso contraste con la masa toscamente labrada en que está animada- es por varios modos el motivo de toda la obra de Michelangelo, sea su inmediato sujeto pagano o cristiano, leyenda o alegoría, y a pesar de que una mitad de sus trabajos al menos hayan sido destinados al adorno de sepulcros, de la tumba de Julio, de las tumbas de los Medici. No el Juicio Final, pero sí la Resurrección, es el verdadero asunto de su último trabajo en la Capilla Sixtina; y su tema favorito es la leyenda de Leda, la delicia del universo entero irrumpiendo del huevo de un pájaro”.

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