
“Se recubría de seriedad cuando pintaba el rostro de Jesús.
- Soy responsable ante Él mismo de darle un rostro que no tenga toda la bondad y la inteligencia que Él merece- decía a su íntimo.
Le dotaba de unos ojos negros y enormes, dándoles color de convaleciente.
- Tiene que tener la demacración de presentir la responsabilidad que los humanos no comprenden – decía a su íntimo.
- ¡Pero tan pálido! -le respondía su íntimo.
- La palidez del que sabe a qué hora y qué día va a morir -respondía él.
En el Cristo de medio cuerpo, que bendice con ritual de los dos dedos, el Greco ha intentado la aureola cuadrada, aunque disimula su innovación colocándola en postura de losange.
Esa innovación del Greco por colocar con disimulo esa aureola la transforma como cuadrando las redondas aureolas. ¡Si se llegan a dar cuenta de la innovación los señores inquisidores, ese invento le cuesta la denigración y va a sus cárceles derecho!
La cuadratura de la aureola completa en el Cristo los dos triángulos de Jehová.
Pone esa aureola cuadrada más que adorno de orla alrededor de la cabeza divina, una antena de luces, un rombo misterioso.
Cristo pálido de sorpresa, sorprendido del engaño de los hombres, hambriento de sus hambres, tiene una tuberculosis universal, una agonía en los ojos de desmejorado divino.
El Greco no pudo pintar los Cristos rubios de Leonardo, sino estos Cristos despavoridos, redentores, demacrados y sin fuerzas frente a la intriga humana”.
Un gran pintor. Hace un tiempo visité Toledo y me impresionó su obra.
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