Píldoras de la crítica. Los recursos de la ficción para la dominación. Naomí Wolf

Píldoras de la crítica. Los recursos de la ficción para la dominación. Naomí Wolf

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

[Hay un viejo debate que no envejece: el de la función social del arte y la literatura. Se rechaza, repetidas veces, “lo panfletario” en el arte. Pero hay un arte y una literatura que, con sus recursos propios, necesita ser explícito. Rechazarlo, elude la efectiva función social de todo arte y toda literatura, que excede su calidad].

“Aunque, por supuesto, el mito de la belleza

[“Cuantos más obstáculos legales y materiales han salvado las mujeres, más severas, crueles y opresivas han sido las imágenes de la belleza femenina que las mujeres han tenido que soportar …

El mito de la belleza, decía, “haya existido siempre, de un modo u otro, propiciado por el sistema patriarcal, el mito de la belleza en su forma moderna es un invento bastante reciente. Este mito surge cuando las limitaciones materiales impuestas a las mujeres se suavizaron hasta un punto peligroso … Estamos en medio de una violenta reacción contra el feminismo que utiliza imágenes de belleza femenina como arma política para frenar el progreso de la mujer: es el mito de la belleza. Se trata de la versión moderna de una actitud social vigente desde la Revolución Industrial. Al liberarse as mujeres de la mística femenina de la domesticidad, el mito de la belleza vino a ocupar su lugar y se expandió para llevar a cabo su labor de control social … El mito de la belleza se basa en esto: la cualidad llamada ‘belleza’ tiene existencia universal y objetiva. Las mujeres deben aspirar a personificarla y los hombres deben aspirar a poseer mujeres que la personifiquen. Es un imperativo para las mujeres pero no para los hombres, y es necesaria y natural, porque es biológica, sexual y evolutiva. Los hombres fuertes luchan por poseer mujeres bellas, y las mujeres bellas tienen mayor éxito reproductivo que las otras. La belleza de la mujer debe correlacionarse con su fertilidad, y como este sistema se basa en la selección sexual, es inevitable e inmutable. Nada de esto es verdad. La ‘belleza’ es un sistema monetario semejante al del patrón oro. Como cualquier economía, está determinada por Jo político, y en Ja actualidad, en Occidente, es el último y más eficaz sistema para mantener intacta Ja dominación masculina … La belleza no es universal ni inmutable … el mito de la belleza siempre prescribe en realidad una conducta y no una apariencia.”].

Por primera vez las nuevas tecnologías podían representar mediante láminas, daguerrotipos y fotograbados el aspecto que debía tener la mujer. En Ja década de 1840 se tomaron las primeras fotografías de prostitutas desnudas, y a mediados del siglo aparecieron los primeros anuncios en los que se utilizaban imágenes de mujeres ‘bellas’. Las copias de obras de arte clásicas, las tarjetas postales de las bellezas del mundo social y de las amantes de la realeza, las estampas de Currier & lves y las estatuillas de porcelana inundaron la ‘esfera separada’ a la que estaban relegadas las mujeres de la clase media. El mito de la belleza era sólo una de las varias ficciones sociales en auge que se hacían pasar por componentes naturales de Ja esfera femenina, con el fin de poder encerrar mejor a las mujeres dentro de sus confines … Todos estos inventos victorianos tuvieron una doble función, es decir, que si bien aparecieron para aprovechar la energía y la inteligencia de la mujer en actividades inofensivas, a menudo ella las utilizaba corno medios para expresar verdadera pasión y creatividad”.

“No se trata de una teoría de la conspiración, ni tiene por qué serlo. Las sociedades suelen repetirse las ficciones que necesitan, tal como lo hacen los individuos y las familias. Henrik lbsen las llamó ‘mentiras vitales’.

“La cultura estereotipa a las mujeres para adaptarlas al mito, aplastando lo femenino hasta lograr la belleza de una mente o un cuerpo, pero no ambos. Una alegoría común que inculca esta lección es la de las parejas de guapa y fea: Lea y Raquel en el Antiguo Testamento y María y Marta en el Nuevo; Helena y Hermia en Sueño de una noche de verano, Anya y Dunyasha en El jardín de los cerezos, Daisy Mae y Sadie Hawkins en la tira cómica Little Abner, Glinda y la Bruja Malvada en El Mago de Oz, Verónica y Ethel en Riverdale, Ginger y Mary Ann en Gilligan’s Island, Janet y Chrissie en Three’s Company, Mary y Rhoda en El show de Mary Tyler Moore y así sucesivamente. La cultura masculina parece que se imagina mejor a dos mujeres juntas cuando define a una de ellas como ganadora y a la otra como perdedora en el mito de la belleza. En la obra literaria femenina, en contraste, el mito se desvirtúa. Las mejores novelistas de la cultura femenina comparten la búsqueda de lo esplendoroso, una belleza con significado. La batalla entre la belleza sobrevalorada y la heroína de atractivo físico pero llena de vida forma la columna vertebral de estas novelas escritas por mujeres. Parten de Jane Eyre y llegan hasta las novelas románticas de hoy en sus ediciones de bolsillo, donde la hermosa y malvada rival tiene una espléndida melena rizada y un vertiginoso escote, mientras que la heroína sólo cuenta con su valiente mirada. La prueba central del héroe es su capacidad de reconocer la verdadera belleza de la heroína.

Esta tradición confronta a la hermosa y tonta Jane Fairfax (‘No puedo separar a miss Fairfax de su cuerpo’) con la mucho más sutil Emma Woodhouse en Emma de Jane Austen; la frívola rubia Rosarnond Vincy (‘¿Para qué sirve ser exquisita si no nos ven los mejores jueces?’) con Dorothea Casaubon y su aspecto de monja en Middlemarch de George Eliot; la manipuladora y ‘notablemente bonita’ lsabella Crawford con la modesta Fanny Price en Mansfield Park de Jane Austen; la desalmada Isabella Thorpe con Catherine Morland, insegura de sí misma ‘en cuanto a la belleza de su propio sexo’, en su Northanger Abbey; la narcisista Ginevra Fanshaw (‘¿Cómo me vos hoy? … Sé que hermosa’) con la invisible Lucy Snowe (‘Me vi en el espejo, no me gustó mucho esa visión’), en Villette de Charlotte Bröntee; y en Mujercitas de Louissa May Alcott la vanidoso Amy March, una ‘preciosa estatua’, se opone a la poco femenina Jo, que vende su única belleza, su cabellera, para ayudar a su familia. La tradición sigue hasta el presente en las novelas de Alison Lurie, Fay Weldon y Anita Brookner. Así que Ia literatura de las mujeres está lleno, en una medida desgarradora, de las injusticias cometidas por la belleza, tanto por su presencia como por su ausencia”.

“Tomemos la historia de Prometeo, que leí por primera vez en forma de historieta. Para el niño socializado dentro de Ia cultura occidental, enseña que un gran hombre lo arriesga todo por Ia audacia intelectual, el progreso y el bien común. Pero, como futura mujer, lo niña aprende que Ia mujer más hermosa del mundo fue creada por el hombre y que fue su audacia intelectual lo que trajo Ia primera enfermedad y Ia muerte para los hombres. El mito hace que la joven lectora adquiero cierto escepticismo en cuanto a Ia coherencia moral de las historias de la cultura. A medida que crece, su doble visión se intensifica.

Si leo el Retrato de un artista adolescente de James Joyce, no se espera que se pregunte por qué Stephen Dedalus es el héroe de Ia novela. Sin embargo, en Tess D’Urberville, de Thomas Hardy, ¿por qué el haz luminoso de la descripción cayó sobre Tess y no en cualquiern otra de las muchachas camposinas, saludables e incultas, que danzaban en círculo aquella mañana de? La vieron y Ia hallaron bella, y por eso le sucedieron muchas cosas. Riqueza, indigencia, prostitución, amor auténtico y Ia horca. Su vida, cuando menos, se hizo interesante, mientras que las muchachas de manos toscas, sus amigas, permanecían en sus rústicas provincias para realizar el monótono trabajo agrícola que no constituye material para novelas. Stephen figura en su historia por ser un protagonista excepcional que merece ser conocido y será conocido. Pero… ¿y Tess? Sin su belleza se habría quedado fuera de la emoción y el horror de grandes hechos. La mujer aprende de pequeña que las cosas les suceden a las mujeres hermosas, sean interesantes o no. E interesantes o no, las historias no se desarrollan para las mujeres que no son hermosas”.

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