Benito Cereno, de Herman Melville

A partir de

Benito Cereno, de Herman Melville

¿Qué es lo que puede guiarnos ante extrañas conductas exacerbadas?

Cuando el barco mercante español Santo Domingo del capitán Benito Cereno cargado de esclavos arribó hacia 1799 al puerto de la pequeña isla chilena de Santa María, estaba allí el barco cazador de focas americano del capitán Amasa Delano, que, viendo la embarcación española como a la deriva, se decidió a socorrerla.

La ingenuidad americana de aquella todavía naciente nación, se encontraría con la derrotada resignación española y la sublevada inteligencia negra.

¿Es una guía la desidia de la espera de un Benito Cereno; lo es la impositiva y ruda realidad del Santo Domingo atravesando tormentas, quedando a la deriva, sufriendo hambre y sed a la que no hay más que adaptarse sobrellevándola; lo es la apacible espera de su carga de esclavos negros con sus ritos; lo es la preocupada curiosidad de un Amasa Delano indagando para sí mismo qué sucedía allí?

Lo que allí sucedía: los negros con sus ritos, la reserva del capitán Benito Cereno, si todo capitán de barco es “un cañón cargado que no dice nada mientras no se dispara”, el silencio y reserva del español parecía obedecer más bien a “una enfermedad mental [o] un designio [o] una debilidad conciente”: Delano no se decidía, pero estaba empeñado en averiguarlo mientras prestaba su ayuda.

¿Pueden extrañas conductas contentarse con aquello que se ofrece a nuestra vista?

“Si, es un barco extraño, y una extraña historia también, y hay gente extraña a bordo. Pero… nada más”.

¿Y si aquello que se ofrece a nuestra vista no es lo que es?

El criado particular de Benito Cereno, Babo, tan atento y servicial. Las miradas hoscas de lo que quedaba de la tripulación española. La tiranía de Cereno sobre el negro Atufal que cada día se presentaba encadenado ante él: “-¿Me pedirás perdón ahora?”, le preguntaba don Benito, “-No, estoy bien así”, le respondía Atufal. Benito Cereno caprichoso en ese despotismo, pero se trata de su nación, “estos españoles son gente rara: la misma palabra ‘español’ parece evocar, por su sonido, la imagen de un conspirador”.

Hay tranquilizadores pasados que parecen explicar cosas, Cereno provenía de una rica familia mercantil, “un Rotschild castellano”; y hay inquietantes futuros que ilusionan, “un país de negros” por aquellas costas.

Acaso se trate de saber dónde mirar. No minimizar lo extraño, no descartarlo con despreocupada ingenuidad.

Hay algo siempre de “historia inventada” en lo que vemos, en lo que los otros nos muestran de sí -y en lo que nosotros mostramos a los demás-, esa muestra de ficción insertada en la realidad.

Si tarde la vemos, tarde puede ser para nosotros.

(Hyspamérica Ediciones. Traducción de Julián del Río)

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