ARTE Y LITERATURA. El nacimiento de Venus, Sandro Botticelli. Walter Pater

Lo más extraño es que Botticelli transmite este sentimiento a los clásicos sujetos, siendo de ello su más viva expresión un cuadro de los Uffizii que representa a Venus emergiendo de las olas, en el que los grotescos emblemas de la Edad Media, un paisaje lleno de su particular sensibilidad, hasta sus extraños ropajes salpicados a la manera gótica con un original capricho de margaritas, encuadran una figura que trae a vuestra memoria mucho de los acabados estudios en desnudo de Ingres. En principio, tal vez, sois atraídos tan sólo por el esmero del dibujo que parece recordaros inmediatamente todo cuanto habéis leído de la Florencia del siglo XV; pero muy luego pensaréis que este esmero es impropio del sujeto, que su color es cadavérico o al menos frío. Y sin embargo, cuanto más comprendáis lo imaginativo que es realmente este último; cuanto más comprendáis que todo color no es una mera cualidad exquisita de las cosas naturales, sino una especial aptitud por la cual se hacen expresivas al espíritu, más os agradará esta singular condición de su colorido y encontraréis en el delicado dibujo de las obras de Boticelli un acceso más directo al temperamento griego que acaso el que tuvieron las obras de los mismos en el más refinado de sus períodos. De los griegos como realmente eran; de su disparidad con nosotros mismos, de los aspectos de su vida exterior, sabemos bastante más que de Botticelli o sus más doctos contemporáneos; pero la larga familiaridad con ellos ha embotado nuestro aprendizaje y apenas tenemos conciencia de todo cuanto le debemos al genio helénico Y tenéis un recuerdo de la primera impresión producida en la mente por cuadros como los de Botticelli en el deseo casi vehemente y doloroso de volver a ellos, desde un mundo en el que han sido por tanto tiempo ignorados; y en la pasión, la energía y el ardor de realización con que Botticelli pone en evidencia su intención, está la exacta medida de la legítima influencia que ejerce sobre el espíritu humano, el sistema imaginativo del cual este de Venus es, tal vez, el mito central. La luz es en verdad fría, puro amanecer sin luz; en tanto que un pintor de los últimos tiempos os hubiera saciado de resolana; y podéis contemplar lo mejor de esa quietud en la dilatada masa de aire matutino que sesga el filo de las aguas. Los hombres salen a sus labores hasta el atardecer; más ella, la Diosa, permanece alerta y deberíais suponer que el dolor de su expresión se debe a la preocupación que le produce el completo y largo día de amor que todavía le espera. Una emblemática figura del viento sopla con fuerza desde el otro lado del agua gris, empujando hacia adelante la concha de bordes delicados en que navega; el mar «mostrando sus dientes» al moverse, en delgadas líneas de espuma, embebe una por una las rosas que van cayendo, severas en su diseño, arrancadas con corto tallo, pero un tanto moradas como son siempre las flores de Botticelli. Expresó el pintor todo este vuelo de la fantasía, por el hecho de ser enteramente deleitante y se debe en cierto modo a falta de recursos, factor inseparable del arte de ese tiempo, si resultó disminuido y enfriado. Pero esta predilección por los tonos menores tiene también su importancia; y lo que es inequívoco es la melancolía con la que ha concebido a la diosa del placer como la depositaria de un gran poder sobre la vida de los hombres.

He dicho que el carácter típico de Botticelli es el resultado de la fusión en él de una simpatía por la humanidad en su incierta condición, de su fuerza de atracción, de su investidura en muy raros momentos de una reputación de amabilidad y energía, con su conocimiento íntimo de la sombra que desciende sobre la apariencia de las grandes cosas de las cuales es separada; esto transmite a su obra ese algo más de lo que transmiten los que pintan de ordinario en procura del verdadero complejo de la humanidad. Pinta la historia de la divinidad del placer en otros episodios y no sólo en el que nace de la mar, pero jamás sin cierta sombra de muerte en la grisácea carne y en las pálidas flores”.

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