La zona de interés, de Martin Amis

A partir de

La zona de interés, de Martin Amis

Cuando todo queda fuera de lugar, y sigue en su lugar. Esa dislocación, esa sacudida del mundo que son los horrores humanos, disimulados por la cotidianeidad de la vida que todo lo naturaliza, haciéndola, simultáneamente, posible e imposible de vivir.

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Un habitual sentimiento fuera de lugar…

Las mira, la mira, a ella, a Hannah Doll, la mujer de comandante Paul Doll, hasta que “entraron en el Kat Zet; en el Kat Zet I”, el Konzentrationslager, el campo de concentración, en aquel agosto de 1942. En el club de oficiales, Golo Thomsen, sobrino de Martin Bormann, se confiesa con su amigo: “Por un momento volví a ser joven otra vez. Fue como amor”.

Y, el sobrino de Martin Bormann bien lo sabía, “el poder corrompe, y esto no era una metáfora. Pero que el poder atrae, por fortuna (para mí), tampoco era una metáfora, y yo me había aprovechado mucho sexualmente de mi proximidad al poder”.

Y

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Y el otro terrible poder de un campo de concentración…

“Érase una vez un rey, y ese rey encargó a su mago preferido que creara un espejo mágico. El espejo no te mostraba tu reflejo. Te mostraba tu alma…, te mostraba quién eras en realidad … Tengo para mí que el KZ es ese espejo … Es cierto lo que dicen; lo que dicen aquí en el KL: nadie se conoce a sí mismo. ¿Quién eres? No lo sabes. Y entonces llegas a la Zona de Interés, y ella te dice quién eres”. Más que un lugar, descubrir “quién era realmente uno. Ésa era la zona de interés”.

¿O habría que dejarlo a la investigación? Galería de almas tal vez, ¿pero espejo? En todo caso, sea esa galería, sea ese espejo, es el otro poder del campo: almas desnudas deambulando, con sus pasos interminables que llegan hasta hoy, recordando, amenazadores, su posibilidad siempre presente: Cualquiera SS, cualquiera SK.

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Y la necesidad de enfatizar la normalidad…

Paul Doll, preocupado de los gastos del transporte de la carga, esta vez desde Francia, de la construcción de un nuevo campo, de negociar con la IG Farben si aumentará o no la ración de los detenidos: esto no es un campo de descanso, de exigir a su mujer cumpla sus deberes conyugales, de conversar con su hija, con sus camaradas de la SS recordando cómo castigaban a los rojos años atrás, recuerdos, preocupaciones…, tiene tiempo de decirse, y de decirnos, que “soy un hombre normal con necesidades normales. Soy completamente normal. Es lo que nadie parece entender”.

Es que vive en la certeza de sus tareas, elegidas y reivindicadas. “Contemplé el gran campo sin la más mínima traza de falso sentimentalismo. Valga repetir que soy un hombre normal con sentimientos normales. Cuando me tienta la debilidad humana, sin embargo, sencillamente pienso en Alemania, y en la confianza depositada en mí por su Libertador, cuya visión, cuyos ideales y aspiraciones comparto de forma inquebrantable. Ser amable con los judíos es ser cruel con los alemanes. El «bien» y el «mal», lo «bueno» y lo «malo» son conceptos que tuvieron su momento, y que han pasado a la historia. En el nuevo orden, algunos actos tienen resultados positivos y algunos actos tienen resultados negativos. Y eso es todo”.

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Y, a la vez, en los mandos, con alta educación…

En una charla de los oficiales del campo en lo de Paul Doll, se ufanan. “¿Saben?, me preguntó si alguna vez ha habido un liderazgo, una cadena de mando tan evolucionada intelectualmente como la nuestra … Oigan esto. De los veinticinco líderes de los Einsatzgruppen que actuaron en Polonia y la Unión Soviética (y que llevaron a cabo una tarea dura de verdad, se lo puedo asegurar), quince tenían un doctorado. Y ahora fíjense en la Conferencia de Secretarios de Estado de enero. De los quince asistentes, ¿cuántos doctores? Ocho. —¿Qué conferencia fue ésa? —preguntó Suitbert Seedig. —La de Berlín —dijo el capitán Uhl—. En Wannsee. Para ultimar… —Para ultimar las evacuaciones previstas —dijo Doll, levantando la barbilla y frunciendo los labios—, a los territorios liberados del este”.

Aunque, “alguna gente sostiene que la Zona de Interés es una especie de apartadero donde se arrumba a los segundones que han cometido errores graves”.

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Y esa rara combinación, normalidad, alta educación, fanatismo, que da los nuevos héroes demoníacos de nuestro tiempo…

“No soy capaz de reconocer la palabra imposible. No está en el vocabulario de las SS. Nosotros estamos por encima de las condiciones objetivas”.

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Y, lejos de personas normales, de cultos doctores, de héroes demoníacos, los fríos administradores haciendo de personas cosas…

“‘Estimado señor’, empezaba. El remitente era el jefe de personal de Bayer, la compañía farmacéutica (subsidiaria de IG Farben), y el destinatario, Paul Doll. ‘El transporte de 150 mujeres se realizó de forma correcta y llegaron en buenas condiciones. Sin embargo, nos fue imposible obtener resultados concluyentes ya que todas ellas murieron durante los experimentos. Volvemos a solicitar que sean tan amables de enviarnos otro grupo de mujeres de la misma cantidad y el mismo precio’”.

Y los costos. Con 300 calorías hay que reemplazarlos cada cierto tiempo; subir a las 2500 calorías que se necesitan. “Soy el hombre de negocios. Entiendo que aquí tenemos una gente que es conveniente explotar. Cómo hacerlo económicamente, ésa es la cuestión”. No se puede: va contra la política del Partido: son judíos. Denuncian a Burckl de la IG Farben, es que las consecuencias son lógicas: “la clásica erosión de la cadena de mando. Burckl no hostiga a los capataces, los capataces no amedrentan a los guardias, los guardias no aterrorizan a los Kapos, los Kapos no apalean a los Häftlinge. Y algo se ‘pudre’”. Más búsqueda de reducción de costos, estas, alineadas con los objetivos: “el Zyklon-B es más barato que las balas”; “la gente como usted y como yo, Thomsen, nos asombramos ante el carácter industrial del asunto, de su modernidad. Y es comprensible que así sea. Es algo espectacular. Pero las cámaras de gas y los crematorios no son más que epifenómenos. La idea era acelerar las cosas, y economizar, por supuesto, y ahorrarles nervios a los exterminadores”. Para la incineración de los cuerpos, mejor una sola pira que se alimente de la propia grasa de los cuerpos que muchas piras.

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Y un raro galardón…

“Somos del Sonderkommando, el SK, la Brigada Especial, y somos los hombres más tristes del campo. De hecho somos los hombres más tristes de la historia del mundo. Y de todos estos hombres tristísimos yo soy el más triste. Y se trata de una verdad demostrable, e incluso mensurable”.

Es que vive en el dilema, la paradoja, la culpa de sus tareas, impuestas.

“Los Sonders… Cumplen con sus tareas pavorosas con la indiferencia más muda. Usan cinturones de cuero gruesos para sacar a rastras de las duchas a las piezas y llevarlas hasta el Leichenkeller. Allí les arrancan los dientes de oro con alicates y cinceles, y les cortan el pelo a las mujeres con grandes tijeras; les quitan los pendientes y las alianzas; y ponen la carga en la polea (6 o 7 cada vez), y la izan hasta la boca de los hornos. Por último, muelen las cenizas, y el polvo se lleva en camión y se echa al río Vístula … la tarea inicial de los Sonders, a fin de cuentas, es la incineración de sus predecesores; algo que saben que no va a cambiar en adelante”.

Pero hay una mínima tarea, secreta, en algunos al menos: salvar al menos a una sola persona, una sola, tiene que ser en el momento justo, cuando llega el tren con “las piezas”. Pero, sobre todo, “märtyrer, mucednik, martelaar, meczonnik, martyr: en todas las lenguas que conozco, la palabra viene del griego martur, que significa ‘testigo’. Nosotros, los Sonders, o algunos de nosotros, daremos testimonio”.

Pero

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Pero, la conciencia del mal…

“—¿Que para qué todo eso? Es política, Prüfer. Estamos ocultando nuestras huellas. Hasta tenemos que moler las cenizas; en molinos trituradores de huesos, ¿no?”.

Antes, más horror al horror. Fueron derrotados en Stalingrado, se abre el segundo frente occidental. “No pueden ganar la guerra contra los anglosajones y los eslavos. Pero probablemente tendrán tiempo para ganar la guerra contra los judíos”: se redoblan las selecciones en los campos. De todos modos, “los Sonders han sufrido la Seelenmord, la muerte del alma. Pero los alemanes la han padecido también. Lo sé. No podría haber sido de otro modo”, sabe el Sonder Szmul.

“Antes sentía el mayor de los respetos por las pesadillas, por su inteligencia y arte. Ahora pienso que las pesadillas son lastimosas. Son absolutamente incapaces de concebir algo siquiera remotamente tan terrible como lo que yo hago durante todo el día”.

Aunque

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Aunque, a la vez, como dijo el Sonder Szmul “creo que, si conocieras cada día, cada hora, cada minuto de la historia humana, no encontrarías ningún ejemplo, ningún modelo, ningún precedente”.

Aunque, como todo “Sonderkommando— se hizo ateo a la media hora de empezar este trabajo. Pero ciertas creencias persisten. El judaísmo, a diferencia de otras religiones monoteístas, no postula que el demonio adopta forma humana. Todos son mortales. Pero ésta es otra doctrina de la que empiezo a dudar. El alemán no es alguien sobrenatural, pero tampoco es humano. No es el diablo. Es la muerte”.

Es que “estos hombres, los SS de la calavera, probablemente fueron un día hombres comunes y corrientes; el noventa por ciento de ellos. Comunes y corrientes, mundanos, banales, vulgares… Normales. Un día fueron muy comunes y corrientes. Pero ya no son comunes y corrientes”.

Todo debía reformularse. “En cualquier caso, como siempre hemos dejado claro, el sistema cristiano del bien y del mal, de lo bueno y lo malo, es un sistema que rechazamos de forma categórica. Tales valores —reliquias de la barbarie medieval— ya no tienen validez. Ya sólo existen resultados positivos y resultados negativos”.

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Otro habitual (sí, habitual) sentimiento, esta vez, propio del lugar…

Y llegaría la cobarde venganza: Paul Doll impone al Sonder Szmul, que mate de una estocada a su mujer Hannah, no solo por lo sucedido, haya sido lo que haya sido, con el sobrino de Martin Bormann, sino también por haber estado enamorada del comunista Dieter Kruger antes de la guerra y seguir prefiriéndolo a él su esposo, por su insolencia con él su marido, por escuchar la radio enemiga y desear la derrota del III Reich.

Pero

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Pero así es, de sencillo. Lo que lo hace más terrible.

“Este proceso interno fue captado de forma asombrosa, en once sílabas, por el poeta inglés Auden, que escribió, hacia 1920:

Decir ay

cada vez por menos cosas.

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¡Ay!, la baja cotidianeidad de la vida -enamoramientos, sexo, recuerdos, charlas ocasionales, violencias- que todo lo naturaliza, y las alturas de lo extraordinario -el poder, personificado en quienes manden, localizado en los campos- que encuentran allí la ocasión para todo quedar normalizado.

Terrible alquimia, insólita alquimia, temible alquimia, que todo naturaliza, todo normaliza, todo, hasta el horror, hasta el infierno en vida.

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Normalizar, naturalizar; terrible poder invisible. Mientras dura, parece eterno; mientras dura, es eterno. Pero tiene término. “El ejército alemán es como una fuerza de la naturaleza: irresistible”; “la derrota en Rusia es una imposibilidad biológica”. Y se sabe en qué terminó ese ejército alemán. Pero qué formidables fuerzas requieren dar término a la normalidad del horror, de los muchos horrores.

(Anagrama. Traducción: Jesús Zulaika)

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