
“Tainìn se topó, debajo de la litera, donde estaba el nido de los ratones, con un viejo portulano catalán de pergamino que hacía años que no encontraba, mordisqueado por los desahuciados inquilinos de aquella grieta, y me pidió permiso con los ojos para mirarlo y entretenerse con él. Permiso concedido de inmediato, con una sonrisa, porque Tainìn ni siquiera sabe qué es eso, esa piel de cordero coloreada de azul, verde y ocre, con muchas líneas curvas y rectas que se entrecruzan y muchos racimos de rotulitos oscuros, pero entiende y reconoce que las figuras dibujadas en esas líneas son figuras de torres, murallas, ciudades, reyes, emperadores, sultanes y califas sentados en grandes sillas o acuclillados sobre alfombras, caballos y jinetes, camellos cargados con sacos, mientras que en las amplias praderas azules, entre dragones y monstruos aterradores, hay extraños animales alargados con hileras de patas oscuras como ciempiés, o redondos, los brazos levantados hacia el cielo con triángulos y cuadrados blancos, y estandartes que exhiben leones, cruces y medias lunas.
Es cierto, no me gustan los papeles ni la escritura, pero este mapa del mundo en cambio sí, no es un fraude como los papeles de los notarios y mercaderes, está hecho de la vida y de la experiencia y de la sangre de hombres que han navegado antes que yo, por más que luego haya podido darme cuenta de que el mundo que no está dibujado en el mapa es mucho más grande y más terrible, desconocido y maravilloso. Tal vez sea eso lo que yo, que nunca he estudiado y no sé hablar bien ninguna lengua, me gustaría decirle a Tainìn. Pero ahora es de noche …
¿Qué es esta cabaña de madera en la que lleva días y noches encerrada? ¿Es todo esto un hechizo? ¿Es Termo acaso un gran mago?
Yo sonrío. Si soy un mago, mi magia es escuchar la voz del mar y del viento, y comprenderla, y leer las señales del cielo, los caminos trazados por las estrellas y la luna, y seguirlos. Mi magia es recorrer esas praderas líquidas, encontrando siempre el camino a casa. Puedo enseñártela si quieres. Tomo el portulano y lo extiendo sobre el piso de madera. Es un enorme dibujo, explico, que representa el mundo. Las partes ocre y verde, más claras o más oscuras, son las tierras, las montañas, los bosques y las llanuras. ¿Ves estas venas azules que las recorren? Son los ríos. Los ríos desembocan en estas vastas praderas azuladas que son las mismas que ha visto por las rendijas del camarote: las inmensas extensiones de agua llamadas mares, mucho más grandes que los ríos o los lagos de sus montañas.
Y estos extraños animales largos que parecen ciempiés, o estos otros animales redondos con grandes pañuelos blancos, son los barcos, de remos o de velas. ¿Que no sabe lo que son los barcos? ¿Que cree que son monstruos que se comen a las personas y se las llevan? No, qué va, no debe tenerles miedo, los barcos no son monstruos: están hechos de madera, están hechos por la mano del hombre, y llevan hombres y cosas encima y dentro de ellos. El barco es como un carro, solo que no tiene ruedas. El barco es como un trineo, solo que se desliza sobre el agua y no sobre la nieve. En este mismo momento, digo, y por un instante Tainìn se estremece, estamos justo dentro de las tripas de un barco.
Y esas pequeñas marquitas negras o rojas trazadas en fila junto a los pequeños dibujos de ciudades y castillos, ¿qué son? Son palabras escritas, pero Tainìn no sabe de qué se trata, porque los circasianos desconocen la escritura. Cada una de estas líneas de signos negros o rojos es un nombre: el nombre de un lugar, un puerto, una ciudad. Cuando viajas por el mundo, todo lo que haces es ir de un punto a otro de esta piel de oveja mágica, de un nombre a otro, tal como lo hace ahora tu dedo, pasando de un lado al otro. Es decir, ¿que quieres cruzar este gran mar? Simplemente deslizas tu dedo de aquí hasta allí. Tainìn se ha quedado con la boca abierta. Este gigante debe de ser realmente un gran mago”.
