
(No es novela ni cuento, a quienes aquí acogemos. Pero escrita por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también lo acogemos).
Tantas reflexiones, temas de largas discusiones, enseñanzas. Y algunas verdades sobre el acto de escribir.
Técnica y esencia
“El arte es técnica: todo arte es siempre y de por sí producto de la técnica; pero en la verdadera obra de arte, antes y después de la técnica, hay algo esencial, un centro perdurable del ser, que es aquello que la técnica moldea y muestra y libera. La estatua dentro de la piedra. ¿Cómo hace el artista para encontrarla, verla, antes de que sea visible? Esa es la pregunta seria”.
Y la respuesta es: por medio de la imaginación, la transfiguración de la experiencia en literatura. “La ficción es la experiencia traducida, transformada y transfigurada por la imaginación. La verdad incluye los hechos, pero no es coextensiva con ellos. La verdad en el arte no es imitación, sino reencarnación”.
Requisitos (llamémoslo así) para escribir, 1
“Para escribir una historia tienes que confiar en ti mismo, tienes que confiar en la historia y tienes que confiar en el lector.
Antes de sentarte a escribir, ni la historia ni el lector existen siquiera, y solo debes confiar en ti mismo. Y lo único que puedes hacer para confiar en ti mismo es escribir. Dedicarte al arte. Escribir, haber escrito, esforzarte por escribir, planear escribir. Leer, escribir, practicar, aprender el oficio, hasta saber algo al respecto y saber que sabes algo al respecto”.
“Ahora bien, ¿qué quiere decir confiar en la historia? Para mí, significa estar dispuesta a no tener el control absoluto de la historia mientras la escribes. Y eso explicaría por qué lleva tanto tiempo aprender a escribir.
Primero tienes que aprender a escribir en tu propio idioma y aprender a contar historias en general: adquirir técnicas, práctica, todo eso, a fin de tener el control. Y luego debes aprender a soltarlo”.
Requisitos (llamémoslo así) para escribir, 2
“Lo que necesita un escritor es exactamente lo que dijo Virginia Woolf: lo suficiente para vivir y una habitación propia. No depende de los demás proporcionarte esas dos necesidades. Depende de ti. Y si quieres escribir, tendrías que descubrir qué te hace falta para poder hacerlo. Tu fuente de sustento será con toda seguridad un empleo diario, no la escritura. La limpieza de tu habitación dependerá con toda seguridad de ti. Que la puerta de la habitación permanezca cerrada, y cuándo y durante cuánto tiempo, también dependerá de ti. Si estás trabajando en algo, debes confiar en ti mismo a fin de hacerlo”.
Después tiene que venir, la revisión, las correcciones. “Puedes mejorarla”.
La ficción, otra realidad
“Los escritores de ficción crean una realidad de palabras. Las artes de la escritura empiezan por las palabras, con las que el escritor se regodea, goza y se obsesiona y en las que descubre una realidad”.
Ordenar el mundo: la lectura o la experiencia
“La ficción tal y como se concibe actualmente, la novela y el relato tal y como han existido desde el siglo XVIII, ofrece una de las mejores maneras, dejando a un lado la experiencia, de entender a la gente distinta de uno. A menudo la ficción es mucho más útil que la experiencia vivida; lleva mucho menos tiempo, no cuesta nada (en la biblioteca) y viene en un envase manejable y ordenado. Se entiende con facilidad. La experiencia nos pasa por encima como una apisonadora y solo comprendemos lo sucedido años después, si acaso. La ficción aporta una comprensión fáctica, psicológica y moral mucho mejor que la realidad”.
¿Cómo ordenar el mundo? La literatura realista y la literatura de fantasía
Pero la ficción realista es propia de cada cultura. Si versa sobre nuestra cultura, nuestra década, estupendo; pero si la historia tiene lugar en otro siglo o país, comprenderla supone un acto de desplazamiento, de traducción, que muchos lectores no son capaces o no tienen ganas de hacer. Las maneras de vivir, el lenguaje, la moral y las costumbres, las normas tácitas, todos los detalles de la vida cotidiana que son la esencia y la fuerza de la ficción realista, pueden ser opacos, imposibles de interpretar para el lector de otro tiempo y lugar. Por eso los escritores que desean que entiendan sus historias no solo sus contemporáneos y compatriotas, sino también la gente de otros sitios y otros tiempos, pueden elegir contarlas de un modo más comprensible por todos; y la fantasía es ese modo. Las fantasías a menudo se ambientan en la vida cotidiana, pero el material de la fantasía es una realidad más permanente y universal que las costumbres sociales de las que se ocupa el realismo. La esencia de la fantasía es la materia psíquica, las constantes humanas: situaciones e imaginerías que reconocemos sin necesidad de informarnos o saber nada en absoluto sobre Nueva York en el presente, Londres en 1850 o la China de hace tres mil años”.
El dilema ético de nuestra época que mejor aborda la literatura de fantasía
“Así pues, nuestros fantaseadores más puros son quienes han tratado de la manera más contundente el dilema ético central de nuestra época: el uso de un poder aniquilador”.
El escritor, otra invención…
“Y por lo general hay una distinción entre «el escritor» y «la persona». El culto a la personalidad mitiga esa diferencia; en casos de escritores como Lord Byron o Hemingway, como en los de ciertos actores y políticos, la persona desaparece tras el brillo del personaje. La publicidad, las lecturas públicas y cosas por el estilo mantienen la intensidad de ese brillo. La gente hace cola para «conocer al escritor», sin darse cuenta de que eso es imposible. Nadie puede ser escritor mientras firma libros … Lo único posible es escribir «Para Tal y Cual, con los mejores deseos del Autor Pascual», una historia nada interesante. Todo lo que los admiradores pueden hacer es conocer a la persona, que tiene mucho en común con el escritor, pero no es el escritor. Tal vez este sea más amable, más aburrido, más anciano, más cruel; pero la diferencia principal es que la persona vive en el mundo, mientras que los escritores viven en su imaginación y/o en la imaginación del público, lo que crea una figura pública que solo vive en la imaginación pública”.
… y su fuente de inspiración
“Creo que la mayoría de los novelistas a veces tienen conciencia de que contienen multitudes, sienten una simpatía incómodamente aguda por el trastorno de personalidad múltiple, no suscriben el sentido común en materia de qué cosa constituye un yo”.
Contar una historia: el ritmo de la escritura, y de la lectura
“Cuando se habla de la belleza en el arte, la gente suele tomar sus ejemplos de la música, las artes plásticas, la danza y la poesía. Rara vez se menciona la prosa. Cuando el tema es la prosa, rara vez se utiliza la palabra belleza, o se la utiliza como lo hacen los matemáticos, para señalar la resolución satisfactoria y elegante de un problema: una belleza intelectual, vinculada a las ideas.
Pero las palabras, estén dispuestas en poesía o en prosa, son tan sólidas como la pintura y la piedra, una cuestión tan atinente a la voz y el oído como la música, cosas tan físicas como la danza. Creo que uno de los mayores errores de la crítica literaria es desestimar las palabras. Las palabras en sentido literal: el sonido de las palabras —el movimiento y las cadencias de las oraciones—, las estructuras rítmicas que las palabras establecen y por las que se dejan llevar. Toda pedagogía basada en meras notas explicativas ridiculiza el estudio de la literatura. Reducir el valor estético de una narración a las ideas que expresa, a su «significado», supone un empobrecimiento drástico. El mapa no es el paisaje”.
“La lectura es una interpretación. El lector —el niño que está debajo de las mantas con una linterna, la mujer sentada a la mesa de la cocina, el hombre acodado en el escritorio de la biblioteca— interpreta la obra. La interpretación es silenciosa. El lector oye los sonidos de las palabras y los redobles de las oraciones solo en su oído interno”.
“¿Qué es el ritmo que oye el lector silencioso? Mientras redactaba su última novela, Pointz Hall, a la que en el pasaje de abajo se refiere como P. H. y que finalmente se publicó con el título de Entre actos, Virginia Woolf escribió en su diario: … es el ritmo de un libro lo que, al penetrar en la cabeza, la deja a una liada como una pelota; y en consecuencia agotada. El ritmo de P. H. (el último capítulo) llegó a ser tan obsesionante que lo oía, y quizá lo usaba, en cada frase que pronunciaba. Interrumpí este ritmo por el medio de leer las notas para las memorias. El ritmo de las notas es más libre y suelto. Dos días escribiendo en este último estilo han bastado para dejarme descansada. En consecuencia, mañana vuelta a P. H. Lo anterior creo que es profundo. (Virginia Woolf, Diario, 17 de noviembre de 1940)”.
“Contar la historia es cuestión de seguir el compás, convertirse en ritmo, al igual que se convierte en baile el bailarín. Y la lectura sigue el mismo proceso, si bien mucho más fácilmente, sin agotarse: en vez de tener que descubrir el ritmo compás por compás, puedes dejarte llevar, dejar que se apodere de ti, dejar que el baile te haga bailar.
¿Qué es ese ritmo del que hablaba Woolf? La prosa evita cuidadosamente todo compás regular o cadencia recurrente. ¿Existen, pues, estructuras de acentuación profundamente sincopadas? ¿O tiene lugar el ritmo en las oraciones y entre ellas, en la sintaxis, los conectores, la división en párrafos? ¿Es por ello por lo que la puntuación es tan importante para la prosa (mientras que con frecuencia importa poco en la poesía, donde la reemplaza el verso)? ¿O también el ritmo de la narrativa en prosa se establece en frases aún más largas y estructuras mayores, en la aparición de sucesos y en la recurrencia de temas en la historia, la articulación y el contrapunto de la trama y los capítulos?
Todo ello, creo. En una novela bien escrita hay gran cantidad de ritmos. Juntos, con sus contrapuntos y síncopas y ligazones, crean el ritmo de la novela, que no se asemeja a ningún otro, como los ritmos de un cuerpo humano crean con su interacción el ritmo singular de un cuerpo, una persona”.
La función de la literatura, la responsabilidad del escritor, 1
“Por su misma concepción, la fantasía y la ciencia ficción ofrecen alternativas al mundo presente y real del lector.
En general, los jóvenes admiten ese tipo de historias porque su vigor y su sed de experiencia los animan a aceptar alternativas, posibilidades, cambios…
El ejercicio de la imaginación es peligroso para quienes se aprovechan del estado de las cosas porque tiene el poder de demostrar que el estado de las cosas no es permanente, ni universal, ni necesario.
Al tener la capacidad real, aunque limitada, de poner en tela de juicio las instituciones establecidas, la literatura imaginativa tiene también la responsabilidad de ese poder. El narrador dice la verdad”.
La creación de personajes, o de marionetas
“Si utilizo a las personas de una historia principalmente para satisfacer las necesidades de la imagen que tengo de mí misma, de mi amor propio o mi odio, de mis necesidades, de mis opiniones, esas personas no pueden ser ellas mismas ni alcanzar la verdad. La historia, en cuanto exhibición de necesidades y opiniones, puede ser efectiva como tal, pero los personajes no serán personajes; serán marionetas.
Como escritora he de ser consciente de que soy mis personajes, pero ellos no son yo. Yo soy ellos, y soy responsable de ellos. Pero ellos son solo ellos mismos; no pueden hacerse cargo de mi persona, ni de mis ideas políticas ni éticas, ni de mi editor, ni de mis ingresos. Son encarnaciones de mi experiencia y de mi imaginación que participan de una vida imaginada que no es mi vida, aunque mi vida sirva para iluminarla. Puede que sienta apasionadamente los avatares de un personaje que personifica mi experiencia y mis emociones, pero he de tener cuidado de no confundirme con ese personaje”.
La función de la literatura, la responsabilidad del escritor, 2
“Las artes tienen una enorme capacidad para establecer comunidades humanas y cohesionarlas. Las historias, contadas o escritas, sin duda nos sirven para ampliar el entendimiento que tenemos de los demás y de nuestro lugar en el mundo. Tales usos son intrínsecos a la obra de arte, una de sus partes esenciales.
Pero, con toda seguridad, cualquier finalidad definida, consciente u objetiva opacará o deformará esa esencia. Aun cuando no sienta que mis habilidades y experiencia son suficientes (y nunca lo son), debo confiar en mis dones y, por ende, confiar en la historia que escribo, saber que su utilidad, su sentido o su belleza quizá vayan mucho más allá de cualquier cosa que yo haya podido planear. Una historia es una colaboración entre el narrador y el público, entre el escritor y el lector. La narrativa no solo es fabulación, sino confabulación. Sin el lector no hay historia. Por muy bien escrita que esté, no existe como historia si nadie la lee. El lector la hace realidad tanto como el escritor”.
Escribe, confía en ti mismo. Escribe para que podamos entender el mundo, entendernos a nosotros mismos, entendernos entre nosotros. Y es el resultado del encuentro del lector con el libro.
Pero tal vez lo importante sea que, al final, de lo que se trata es de encontrar la estatua dentro de la piedra. El valor de la imaginación, la transfiguración de la experiencia en literatura.