
Píldoras de la crítica. Literatura y guerra, en la Bolivia de fines de los ’30. Manuel Mujica Laínez
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
“La gran sacudida física y moral de la guerra del Chaco divide a la literatura boliviana contemporánea en dos períodos completamente distintos, animado cada uno de ellos por un espíritu diverso.
Antes de la contienda brillaron en este país los nombres de Franz Tamayo (escritor de extraordinario volumen y de fecundidad asombrosa), de Alcides Arguedas, cuyo libro Pueblo enfermo es clásico ya; del poeta místico Ricardo Jaimes Freyre; del lírico Gregorio Reynolds.
La guerra ha tenido la virtud de destacar elementos nuevos, jóvenes. Todos ellos han participado de la lucha. Todos ellos han conocido el horror del llamado “infierno verde”. Han vivido, pues, rápidamente, en el contacto, en la familiaridad, podríamos decir, de la muerte. Y antes de los 30 años han producido libros maduros, que, si bien se resienten todavía de los efectos del impulso que les dio existencia, revelan valores auténticos.
A la cabeza de estos autores noveles está Augusto Céspedes, autor de Sangre de mestizos, cuyo agudo trabajo describe la psicología de la guerra. Junto a él se encuentra Augusto Guzmán, que estuvo prisionero y que bajo la influencia de Barbusse –un Barbusse rejuvenecido, y adaptado al terrible panorama del trópico– ha redactado una especie de autobiografía rica en sugestiones. Luis Toro Ramayo, finalmente, ha producido un libro –Chaco– que sintetiza también la impresión de espanto y de muerte nacida en los campamentos. Un poeta de corte moderno y extravagante, Raúl Otero Reich ha contribuido con estrofas inspiradas a esta nueva literatura, toda ella estremecida y ardiente. Otero vio morir a su hermano en las avanzadas y luego cantó el dolor de la guerra en un libro cuyo producto ha sido destinado a fundar la Escuela Illimani, en la cual han hallado refugio los huérfanos de las víctimas de la lucha.
Falta todavía, a pesar de una bibliografía numerosa cuyos títulos atestiguan una preocupación común, el verdadero escritor de la guerra. Quizá sea porque la contienda está demasiado próxima y su perspectiva se diluye en anécdotas, en jornadas. Pero no hay duda de que la lucha ha actuado como un aguijón sobre las conciencias y ha ‘formado escritores que sin su incentivo hubieran desaparecido en el anonimato y en el balbuceo”.