
A partir de
Confesiones, de Jean Jacques Rousseau
Un extraño sentido sacrificial para el que elige la forma de la Confesión…
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Le habla al “Ser Supremo”: “Reúne en torno mío la innumerable multitud de mis semejantes para que escuchen mis confesiones, lamenten mis flaquezas, se avergüencen de mis miserias. Que cada cual luego descubra su corazón a los pies de tu trono con la misma sinceridad; y después que alguno se atreva a decir en tu presencia: ‘Yo fui mejor que ese hombre’”.
Un hecho de tantos: deja que culpen a una niña inocente. Sintió una culpa que siempre le acompañó, pero no fue más lejos que “confesar que tenía que reprocharme una acción atroz; pero nunca dije en qué consistía. Por lo tanto, hasta hoy ha permanecido sin aligerarse mi conciencia, y puedo asegurar que el anhelo de libertarme de él en cierto modo ha contribuido a la resolución de escribir mis confesiones”.
Pero la Confesión no busca tanto exponerse como que, mediante la exposición mayormente de su vida sentimental (machista casi misógina, incapaz de amar) y con este tono sacrificial (que lo condenen), se abra a otra cosa.
Pero antes de abrirse a otra cosa, debe aclarar el hecho que considera trascendente.
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¿Esa otra cosa, consistirá en el sentido manifiesto de probar una tesis, no con los medios de la ciencia, no todavía desacreditada y a la que quiere desacreditar, sino mediante la contraposición de otro camino: la exposición de la experiencia vital del ser humano; para hacerlo, se pone como ejemplo; por eso la forma de la Confesión?
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“Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la Naturaleza y ese hombre seré yo. Sólo yo. Conozco mis sentimientos y conozco a los hombres. No soy como ninguno de cuantos he visto, y me atrevo a creer que no soy como ninguno de cuantos existen. Si no soy mejor, a lo menos soy distinto de ellos. Si la Naturaleza ha obrado bien o mal rompiendo el molde en que me ha vaciado, sólo podrá juzgarse después de haberme leído”.
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¿Exponiendo tempranamente en sus Confesiones el núcleo que está en la base de su pensamiento, la oposición entre sociedad y naturaleza, demuestra lo que quiere demostrar cumpliendo los fines de su texto?
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Lo desarrolla: irá entonces relatando sus desgracias, desde el mismo momento de su nacimiento, acompañado de la muerte de su madre: “Costé la vida a mi madre, y mi nacimiento fue el primero de mis infortunios”. ¿Y por qué estos continuaron? “De cuantos dones les había concedido el cielo, sólo me legaron un corazón sensible, que, si a ellos los hizo dichosos, fue causa de todas las desgracias de mi vida”. También, que en los primeros años, despistando las desviaciones de la educación, está ya la persona entera: “Así, remontándome a las primeras manifestaciones de mi personalidad sensible, hallo elementos que, pareciendo a veces incompatibles han contribuido enérgicamente a la formación de un todo simple y uniforme, y hallo también otros que podrían creerse idénticos y que, por efecto de las circunstancias, han formado combinaciones tan diversas, que nunca se hubiera sospechado que entre ellos existiese relación alguna”. Todo el resto de los episodios que nos narre, tienen aquí su clave.
Adelanta sus conclusiones: La sensibilidad es imposible en este mundo. Esta es la tesis que quiere probar.
Acaso todo (¿todo?) pueda reducirse a un destino personal. Esa oposición entre sociedad y naturaleza sea su decisión de vivir según su parecer más allá del resto -lo que llama su “reforma personal”-, incluyendo el abandono de sus cinco hijos, sus interminables cambios de trabajos, si asumido aislamiento de todas las amistades. “Renuncié para siempre a todo proyecto de fortuna y de prosperidad. Resuelto a pasar en la independencia y la pobreza el poco tiempo que me restaba de vida, empleé todas las fuerzas de mi alma en romper las cadenas de la opinión, y en hacer con valor todo lo que me parecía bien, sin preocuparme para nada del juicio de los hombres … Más que mi celebridad literaria, fue mi reforma personal, que data de esa época, lo que me atrajo sus celos; tal vez me habrían perdonado que brillara en el arte de escribir; mas no pudieron perdonarme que diera con mi conducta un ejemplo que parecía importunarles … esforzándome en arrancar de mi corazón toda preocupación por el qué dirán y todo lo que podía desviarme, por miedo de la censura, de lo que fuese bueno y razonable en sí”. Orgullosa reivindicación del individuo, tal vez sea este su pesar y lo que quiera confesarse y confesarnos.
Pero esta reforma personal tendría costos. El hecho trascendental que decíamos fue la acusación de traicionar la amistad. Y eso, dada esta decisión de que su conducta se ajustara a sus ideas, era grave acusación. Le agobia que le dijeran: “Os la echáis de virtuoso, y, sin embargo, ved cómo os tratan y de qué modo os juzgan: ¿qué respondéis a esto?” Estas Confesiones responden a esta pregunta.
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¿O serán entonces las Confesiones las de otra contradicción, no entre naturaleza y sociedad sino entre las distintas posibilidades de la vida en sociedad, entre las restricciones impuestas por la sociedad y la infinitud de las posibilidades de la imaginación que no tiene otra fuente que la misma vida en sociedad?
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Ya en los inicios de sus días, creció con las “ideas extrañas y novelescas acerca de la vida humana” que adquirió desde muy pequeño por el hábito de la lectura cada noche con su padre, y poco después en otros libros, Plutarco y otros: “Estas interesantes lecturas y las conversaciones a que dieron lugar entre mi padre y yo, formaron ese espíritu libre y republicano, ese carácter indomable y altivo, enemigo de todo yugo y servidumbre, que siempre me ha torturado en las circunstancias menos oportunas para dejarle libre vuelo. Constantemente ocupado con Roma y Atenas, viviendo, como quien dice, con sus grandes hombres, nacido yo mismo ciudadano de una república e hijo de un padre cuya pasión dominante era el amor a la patria, me entusiasmaba a ejemplo suyo y me creía un griego o un romano: convertíame en el personaje cuya vida estaba leyendo”.
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Un personaje: un resultado del vuelo de la imaginación: el intento de vivir lo que imaginaba: fuente de gozo; chocando con las restricciones de la realidad: fuente de frustraciones y padecimientos.
¿Esta es su Confesión?
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Se manifestaba como una contradicción entre “un carácter tímido y dócil en la vida corriente, pero altivo e indomable en sus pasiones”, que bullían de indignación ante las injusticias o tiranías de sus mayores; ésta, ya más elaborada, ya más acorde con el hombre que escribe estas Confesiones.
Pero, sobre todo, la mayor contradicción que lo atravesaba era otra. Su primer enamoramiento fue por la mujer que la cuidaba tras el exilio de su padre, quien lo castigaba y él se sometía, moldeando todas sus relaciones futuras con las mujeres. “Por lo tanto, he alcanzado poca cosa, aunque no he dejado de gozar mucho a mi manera; esto es, imaginariamente. He aquí cómo mi carácter tímido, mis sentidos y mi imaginación novelesca se aunaron para conservarme intacta la honestidad y puros los sentimientos”. Una y otra vez, en las distintas circunstancias de su vida, nos traerá a esta contradicción permanente.
Es que, “a mí me gustaría la sociedad tanto como al que más, si no estuviese seguro de aparecer, no sólo con desventaja, sino hasta enteramente distinto de lo que soy en realidad”. Y si no puedo, lo imagino; sabiendo que es pura imaginación.
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Esta, acaso, sea su más terrible confesión: tener que -verse obligado a- sustituir, o casi, la vida vivida por la vida imaginada. Incluso a costa de los demás, y de sí mismo.
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Y algo más, tal vez el mínimo común denominador de todas las Confesiones como género literario: el propósito de la persuasión de un modo subliminal poniéndose como ejemplo: “Mi obligación es decir la verdad, pero no imponerla”.
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Y un combate -siempre lo hay- el último, el póstumo.
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“Más ya que mi nombre ha de vivir, debo procurar transmitir con él a la posteridad el recuerdo del hombre infortunado que lo llevó, tal como fue realmente, y no tal como enemigos injustos se afanan sin descanso en describirle”.
Y, tal vez, esta sea la más íntima confesión: declarándose indiferente a la opinión, y hasta la amistad de los demás, hay un largo descargo, preocupado de su reputación en el futuro: el fracaso de ajuste entre sus ideas y su vida. La Confesión de un fracaso, acaso, de una imposibilidad.
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Si en San Agustín la confesión es un acto de lucha a la vez íntimo y público en querella por sus ideas; un camino de conocerse a sí mismo, un esfuerzo de darle unidad al desgarro; en Jean Jacques Rousseau será también de lucha contra sus rivales, pero por su reputación antepuesta incluso a sus ideas y, al contrario, exposición del fracaso de superar en unidad el desgarro que le atormenta.