
Píldoras de la crítica. Nicanor Parra, palabras por todo el lenguaje. Julio Ortega
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
“La noticia de que la Universidad Agraria —en cuya área de Ciencias Sociales enseñaba Arguedas— había invitado al poeta chileno Nicanor Parra para ofrecer un recital en Lima me devolvió a mi propio terreno. No olvidaré la exaltación que me produjo su lenguaje. Pero no fue solo el tiempo vivo del coloquio, sino la inteligencia del habla misma, capaz de bajar, en efecto, a los poetas del Olimpo. No podré evocar el asombro, la complicidad, de esa ceremonia propiciada por Parra, que decía mucho más de lo que leía con cara de palo, inmutable y ajeno. He olvidado los poemas que leyó ese día de 1966, pero no el estremecimiento del lenguaje mismo, que como aquella mañana de mi primera clase en la Católica, cuando Luis Jaime me leyó la página del asombro en «El Aleph», me hacía creer que el lenguaje estaba en mí, como un territorio ignoto de pronto encendido por unas palabras propicias.
Esa misma noche escribí una nota para 7 Días sobre la poesía de don Nica, sin sospechar nunca jamás, ni por un instante, que la poesía nos haría amigos de larga ruta.
Quizá, me pregunto ahora, la poesía se debe a su lector. Cada quien descubre su mejor poema. O, mejor dicho, quien es descubierto es el lector, gracias a la inmediata sintonía entre las palabras que lee y las palabras que escucha…
Pero lo que me inquietó de la poesía de Parra fue su capacidad para canjear una palabra por todo el lenguaje en el espacio de la página en blanco. En contacto con la página, un buen poema es otro poema, una palabra suscita otras muchas. Y la enunciación es, por ello, el acto en el cual uno canjea una cosa por otra: el poema se hace en ese precipitado, preciso y mundano trance. En esta poesía, me dije, el mundo acaba de ser hecho por el lenguaje como un espacio irónico y civil.
Mi nota se tituló «Parra y las paradojas», porque en su poesía, propuse, el coloquio des-dice lo que enuncia. Se trata de una lógica suspicaz, de una retórica funambulesca y de una dicción que reverbera entre citas, alusiones y provocaciones, no las odas elementales (que es un oxímoron) sino las odas coloquiales; no la residencia en la tierra (que es una redundancia) sino el lenguaje a la intemperie. Si Neruda requería del cosmos, de las montañas y el pueblo, Parra prefería el humor fúnebre de una melancolía urbana bien llevada”.