La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

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La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

Mattia y Alice. Niños, adolescentes, jóvenes, adultos. Raros (que, empieza la frase la madre de Mattia a su marido, pero no la termina… que no lo trate como si fuera “normal”; que, sentía Alice con su leve cojera por el accidente del esquí que la obligaba a hacer su padre, no podía gustarle a nadie y se miraba con disgusto en el espejo).

Mattia lo vivía como algo dado, que sucedía. Alice lo sufría. Mattia podía racionalizarlo.

“Los números primos solo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto último lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo al sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a sí misma.

En primer curso de la universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto y a los que los matemáticos llaman números primos gemelos: son parejas de primos sucesivos o casi sucesivos ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que esas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos, que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde.

Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos”.

La vida pasaba, Mattia como investigador en una Universidad del Norte de Europa, Alice casada. Cada cual con sus rarezas de siempre.

Todos, cada cual de nosotros con nuestra grandes o pequeñas rarezas, nos racionalizamos, como Mattia; todos nos contamos la historia de nosotros mismos, todos terminamos siendo las historias que nos vamos contando, volviendo a contar, cambiando lo que nos contamos, a nosotros mismos.

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