ARTE Y LITERATURA. Camille Monet en su lecho de muerte, Monet. John Berger

“Una obra clave para volver a situar a Monet es Camille Monet en su lecho de muerte (1879). En el cuadro vemos su cabeza envuelta en una toquilla y reclinada sobre las almohadas, la boca y los ojos ni cerrados ni abiertos, los hombros fláccidos. Los colores son los colores de las sombras y de la luz del anochecer en una loma sobre la que cae una nevada (las almohadas). Las punzantes pinceladas son diagonales. Vemos el rostro inmóvil de Camille a través de una ventisca de pérdida. La mayor parte de los cuadros en los que se representa un lecho de muerte le hacen pensar a uno en los sepultureros. Pero no así este, que trata del acto de partir, de irse a otro lado. Y es una de las grandes imágenes de duelo de la historia de la pintura”.

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Diez años antes de la temprana muerte de Camille, Monet había pintado una esquina de un campo nevado, y al fondo de la escena, posada en una pequeña cancela, se ve una urraca. Y así tituló al cuadro, La urraca. Nuestra mirada se dirige hacia el pájaro blanco y negro porque es el centro de la composición y también porque sabemos que en cualquier momento alzará el vuelo. Está a punto de partir, de irse a otro lado.

Un año después de la muerte de Camille, pintó una serie de lienzos sobre el deshielo en el Sena. Era un tema que ya había abordado antes. Lo tituló El deshielo. Le fascinaba la desintegración, la dislocación del hielo que antes había formado una masa compacta, fija y regular. Y ahora, rota e irregular, era arrastrada río abajo por la corriente.

… Monet confesó una vez que no quería pintar las cosas, sino el aire que las rozaba, el aire envolvente.

… Monet se refirió muchas veces a una instantaneidad que intentaba captar. Puesto que forma parte de una sustancia indivisible que es infinitamente extensiva, el aire transforma esa instantaneidad en eternidad”.

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Lo efímero, lo eterno.

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