Píldoras de la crítica. Shakespeare, traducir las cosas en canto. Ralph Waldo Emerson

Píldoras de la crítica. Shakespeare, traducir las cosas en canto. Ralph Waldo Emerson

(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)

“Así ocurre con el juicioso Shakespeare y con su libro de la vida. El escribió las melodías para toda nuestra música moderna: escribió el código de la vida moderna, el código de nuestras costumbres; delineó al hombre de Inglaterra y de Europa, al padre del hombre de América; perfiló al hombre nuestro, y describió nuestra época, con todo lo que se realiza en ella; leyó en los corazones de los hombres y de las mujeres sus virtudes y sus pensamientos ocultos y sus astucias; los engaños de la inocencia y las transiciones por las cuales las virtudes y los vicios se cambian unos en otros; pudo distinguir la parte del padre y de la madre en el rostro del hijo, o determinar los límites sutiles entre la libertad y la fatalidad: conoce las leyes de la represión que establecen la vigilancia de la naturaleza: y todas las dulzuras y todos los terrores del destino humano se reflejan en su espíritu con la misma verdad, pero también con la misma serenidad con que el paisaje se refleja en nuestros ojos. Por eso la importancia de esta sabiduría de la vida disminuye de modo extraordinario la importancia de su forma exterior, sea drama, sea poema épico. Darle mayor importancia es como si se la diésemos al papel en que está escrito un mensaje regio.

Shakespeare se halla tan por encima de la categoría de los autores eminentes cuanto de la muchedumbre. Es inconcebiblemente sabio; los demás, concebiblemente. Un lector puede, en cierto modo, anidarse en el cerebro de Platón y ponerse a pensar desde allí, pero no dentro del cerebro de Shakespeare. Y no agotamos con esto, ni mucho menos, nuestro tema. Pues en cuanto a capacidad realizadora, en cuanto a poder creador, Shakespeare es único. Nadie podría imaginarlo mejor. Alcanzó en esto el extremo límite de sutileza compatible con el ser individual, el más sutil de los autores, y ello dentro de los límites estrictos de la creación literaria. Con aquella sabiduría de la vida, se unen iguales dotes de imaginación y de fuerza lírica. Revestía a sus criaturas de leyenda de tales formas y sentimientos, que parecen personas que hayan vivido bajo su propio techo; y pocos hombres reales han mostrado caracteres tan precisos como los de aquellas ficciones. Además, hablan con un lenguaje tan dulce como apropiado. Jamás los talentos del poeta se dejaron seducir por la ostentación, ni su lira tuvo una sola cuerda. Una humanidad omnipresente coordina todas sus facultades. Dad a un hombre de talento una historia para contar, y pronto aparecerá en ello su parcialidad. Dispone este de ciertas observaciones, opiniones, tópicos, que adquieren cierta prominencia accidental, y que él se inclina siempre a exhibir. Rellena una parte, y empobrece otra, consultando, no la conveniencia del asunto, sino su propia conveniencia y capacidad. Pero Shakespeare no ofrece peculiaridades de estas, ni tópicos inoportunos; todo en su obra se expresa debidamente: ni caprichos ni rarezas; no pintor exclusivo de vacas, ni aficionado a los pajaritos, ni amanerado en modo alguno: no se le descubre ningún egoísmo: lo grande lo expresa con grandeza; lo pequeño, con modestia. Se muestra sabio sin afectación ni ostentación; es poderoso como es poderosa la naturaleza, que levanta sin esfuerzo el terreno en ingentes montañas, y ello por la misma ley por la que mantiene una burbuja en el aire; y se complace tanto en hacer lo uno como lo otro. De aquí procede aquella igualdad de poder suyo en la farsa como en la tragedia, en la narración como en los cantos de amor; una excelencia de tal modo incesante, que cada uno de sus lectores se muestra insatisfecho de lo que perciben en él los demás.

Esta fuerza de expresión, de transformar la más íntima verdad en música y verso, hace de él el tipo acabado del poeta, y añade un nuevo problema a la metafísica. Esto es lo que lo introduce en la historia natural, como un importantísimo producto de nuestro globo, y como anunciador de nuevas edades y mejoras. Las cosas se espejan en su poesía sin perder nada ni empañarse: puede pintar lo delicado con precisión, lo grande con mesura; lo trágico y lo cómico indistintamente, y sin deformarlos ni favorecerlos. Lleva su poderosa ejecución a los minuciosos detalles, con precisión prodigiosa: deja acabada una pestaña o un hoyuelo con la misma firmeza con que dibuja una montaña: y, luego, como en la naturaleza, podrían resistir el examen minucioso de un microscopio solar.

En suma, es el mejor ejemplo para demostrar que mayor o menor producción, más o menos obras, es cosa indiferente. Él tenía poder para hacer un buen cuadro. Daguerre descubrió la manera de hacer que una flor grabase su imagen en su placa de yodo: y luego pudo a su sabor grabar un millón de imágenes suyas. Pero en este caso tenemos siempre objetos, nunca verdadera representación. En Shakespeare, ante todo, representación perfecta; y en tal caso ya puede el mundo de las formas sentarse para que les hagan el verdadero retrato. No puede darse ninguna receta para hacer como hacía Shakespeare; pero la posibilidad de traducir las cosas en canto queda demostrada”.

(Hombres representativos, “Shakespeare, o el poeta”. Ralph W. Emerson)

Deja un comentario