
A partir de
Cuentos de Odessa, de Isaak Babel
De los cuentos aquí reunidos, elijo ‘Como se hacía en Odessa’. “Hablemos de Benia Krik.
Hablemos de su vertiginoso comienzo y de su terrible final”.
Hablemos mejor de cómo Benia Krik llegó a ser el rey. Rey de los bandidos de Odessa.
Porque no, no estaba destinado. “Tres sombras se interponen en el camino de mi imaginación. Por ejemplo, el Grajo Froim. ¿Acaso la dureza de sus actos no resistiría la comparación con la fuerza del Rey? Kolka Pakovski. Su locura contenía en sí todo lo necesario para mandar. ¿Y cómo pudo ser que Jaim Drong no distinguiera el brillo de la nueva estrella?”.
¿Por qué entonces pudo llegar a ser el rey?
Porque era audaz. Se acercó al antiguo jefe bandolero, el Toro Liovka, quería unírsele. ¿Pero por qué lo aceptarían? “—Dejame trabajar de tu lado. El lado del que yo esté va a ser el ganador”.
Porque aceptó el encargo más difícil. Robarle al rico y poderoso y temido, “con alma de asesino”, Tartakovski.
Porque fue justo, en la rara justicia de los bandoleros. Es que “hasta Dios se equivoca”, ¿acaso no dejó a los judíos en Rusia en vez de en la apacible Suiza?, y uno de la banda, Savka Butsis, llegó tarde y borracho al asalto a Tartakovski y mató a Muguinstein uno de sus empleados. Benia prometió a su madre un funeral que nunca se olvidaría, y así fue; prometió algo más: que también enterrarían a Savka. En el fastuoso funeral, tomó la palabra, despidió a Muguinstein, y despidió también en ese acto a Savka. Todos salieron huyendo.
Pero, sobre todo, por algo más. Porque no estaba en su destino, sino que él forzó su destino. Su padre era el bruto, violento, alcohólico y pobre carrero Mendel Krik. “Usted quiere vivir, pero él lo obliga a morir veinte veces al día. ¿Qué habría hecho usted en lugar de Benia Krik? Nada. Pero él sí hizo algo. Por eso es el Rey”.