
A partir de
Hammerstein o el tesón, de H. M. Enzensberger
[¿De qué se tratan estos libros, qué es lo que son?
“Hammerstein: -¿Es historiador? Enzensberger: -: No. H.: -¿Periodista? E.: -Soy escritor. H.: -Ajá. Me temo que de literatura no entiendo nada”.
Y más importante, de estos tiempos, de hoy, que amenazadoramente parecieran tener algunos rasgos en común ¿podemos viajar hasta aquellos?
“No tiene la menor idea, y no lo digo como un reproche. No es culpa suya vivir en tiempos más cómodos. Puede que hasta deba felicitarlo por no haber vivido nada especial. ¡Pero no cante victoria! Quién sabe lo que les espera a usted y los suyos. Entonces veremos si no sale trasquilado”.
Tal vez la literatura, o esta literatura escrita por escritores, nos ayuden.
Hay un interés inmediato: “La historia de su familia me interesa porque dice mucho sobre cómo alguien pudo soportar el gobierno de Hitler sin capitular”; y hay todo lo que va más allá de las intenciones del escritor].
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Alemania, los ’20, los ’30. “El país se encontraba en una situación de guerra civil latente que no se dirimiría sólo con medios políticos, sino que iba adquiriendo formas cada vez más violentas. Del levantamiento de los espartaquistas a las agresiones y asesinatos políticos de los Freikorps y del ‘Reichswehr negro’, de las revueltas de marzo en el centro de Alemania al desfile de los nacionalsocialistas ante el Feldherrnhalle de Múnich, de las luchas obreras de Hamburgo y Viena al ‘mayo sangriento’ de Berlín, la democracia se vio una y otra vez atenazada por militantes de ambos bandos”.
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Un mundo llega a su fin; un mundo nuevo, de tonalidad parda, y terrible, nace.
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Años de confusión, de ambivalencia. Hammerstein ascendió a general y jefe del Alto Mando, el jefe del Reichswehr. Se había ya reunido con Hitler, lo despreciaba, igual que otros altos mandos. Cuando fue ascendido, “los partidos de derechas se opusieron con vehemencia a ese ascenso; le reprochaban a Hammerstein no tener una mentalidad lo bastante ‘nacional’. En el Ministerio de Defensa lo llamaban el «general rojo», probablemente porque conocía muy bien el Ejército Rojo. A Hammerstein le infundían respeto los estrechos lazos que unían a esa tropa con las masas; el Reichswehr en cambio, en lo que a política se refiere, estaba totalmente apartado de la clase trabajadora. Sin embargo … era un militar y un noble de la vieja escuela. En una reunión de comandantes celebrada en febrero de 1932, el general se expresó de un modo muy poco ambiguo: ‘Por ideología todos somos de derechas, pero debemos aclararnos sobre quién tiene la culpa de la ruina que es hoy nuestra política interior. Los culpables son los dirigentes de los partidos de derechas. Ellos son los causantes’”. Rechazaba tanto a los espartaquistas como a los Freikorps.
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Años de “un matorral impenetrable de rumores, historias de pasillo, intrigas y maniobras. Contradicciones por todas partes, versiones distintas, subterfugios y mentiras propagandísticas … mezcolanza de especulaciones, presunciones, maquinaciones y cálculos entre astutos y estúpidos”; con los militares como protagonistas y los políticos desvalidos. Ceguera ante el nazismo, “el único actor que, desde el principio., persiguió un objetivo claro, fue Adolf Hitler”, apoyado en las masas desesperadas.
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¿Cómo cambian en años así, las personas; las conductas esperadas – o atribuidas- y las que encontramos; cómo se derrumban antañas admiraciones, se erigen heroínas y héroes anónimos; colaboraciones concientes o inconcientes; decisiones de la voluntad, deslizamientos inesperados?
Acaso sean todas esas vidas, vidas “desgarradas por el torbellino de la historia”. Acaso, sea así visto desde hoy. Más importante podría ser que se trataba de vidas “que no tardaron en adquirir formas novelescas y radicales”.
Años son, en que la vida parece una novela.
Años son en que la experiencia vital de cada cual se trastoca, “entre las experiencias más chocantes y, al mismo tiempo, más importantes de la familiarización con un tiempo extraño a nosotros, los que nacimos más tarde, está la de la simultaneidad de lo asincrónico, la de la convivencia del terror y la normalidad, de lo habitual y lo sensacional, de los titulares y la letra pequeña, del editorial político y la prosa de los anuncios publicitarios, de la foto propagandística retocada y la publicidad trivial, como la que nos sale al encuentro cuando leemos periódicos”. Y aún así estaba allí “tenacidad inquebrantable de la vida cotidiana”, las cosas de todos los días; “no es ningún consuelo constatar que en las condiciones instauradas por un régimen como el nazi hubiera zonas de aparente normalidad; al contrario, resulta más bien siniestro”.
Años que son, quiérase o no, “piedras de toque políticos”.
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Propio de esos años, las hijas vivían entre dos mundos, el de la familia y el poder; el de la vida que agitaba a Alemania, se harían socialistas; el padre lo toleraría: ‘Mis hijos son republicanos libres. Pueden decir y hacer lo que quieran’. La madre, vivía agobiada por la carga de una familia grande con siete hijos y las penurias económicas.
Aunque republicano, y “gran señor” de alta inteligencia y pensamiento estratégico que rechazaba el trabajo gris de las exigencias burocráticas así como a los nacionalsocialistas por “vulgares”, Hammerstein, con Hitler, se mantendría por algunos años en sus posiciones de poder. Incluso, habiéndose reunido con Hindenburg, presidente del Reich, para que no nombrara Canciller a Hitler. Hindenburg le aseguró que así sería, Hammerstein sospechó, por lo que se reunió con otros altos mandos y “dijo que ya no confiaba en la responsabilidad de Hindenburg. Había que declarar el estado de excepción, arrestar a Hitler y llegar a un acuerdo con los socialdemócratas, y para eso era necesario alertar a la guarnición de Potsdam”. No resultó, y “teníamos claro que Hitler era el único candidato posible a futuro canciller. Cualquier otra elección habría conducido a una huelga general, si no a una guerra civil y, con ello, a la entrada en acción del ejército contra los dos bandos, los nacionalsocialistas y la izquierda, cosa que nadie deseaba”.
Entre dos mundos; entre dos vidas, una de superficie otra subterránea. Muchas y muchos, todos quisiéramos traer aquí, un ejemplo. Ruth von Mayenburg, alemana amiga de Hammerstein que llegó a comandante del servicio de inteligencia del Ejército Rojo, “con su estilo de vida … Siempre los mejores hoteles, desayuno con champán, coches-cama, partidas de caza, casinos, trajes de primavera en la maleta… Un día, una recepción en la embajada húngara, otro, una excursión con el cabriolé plateado Steyr o con la limusina Tatra. Y después, el anillo de sello … con la cápsula de cianuro bajo la tapa de oro … Y al mismo tiempo las tabernas de los obreros, los cuartos interiores llenos de humo en casa de conspiradores … Esa doble vida era imprescindible, y además me divertía mucho. No se creerá cuánto me ayudó en ese trabajo mi aire mundano. Me permitía acceder a círculos totalmente inalcanzables para mis camaradas”.
Todos, cada vez, se despedían “por largo tiempo, y siempre y cuando sobreviviéramos a los tiempos que se avecinaban”.
[Años que, también, suceden en Moscú. Arriesgados militantes comunistas sufrirían las Purgas de Stalin. Las acusaciones eran todas las posibles; las que no cupieran, se agregarían de ser necesario: “Anarquismo (pequeñoburgués) Antibolchevismo Aventurerismo Blanquismo Bonapartismo Capitulacionismo Centrismo Conciliacionismo Cosmopolitismo Culto a la personalidad Cultura de camarillas Derrotismo Desviación a la derecha Desviación a la izquierda Diletantismo Economismo Entrismo Falta de principios Formación de bloques Formalismo Fraccionalismo Golpismo Individualismo (burgués) Liberalismo (del malo) Liquidacionismo Nivelación de clases Oportunismo de izquierda Oportunismo de derecha Renegacionismo Revisionismo Sectarismo Sionismo Socialdemocracia Socialfascismo Socialpatriotismo Trotskismo Trotskismo de derechas Vanguardismo Ambiguo Bundista Confidente Contrarrevolucionario Elemento (hostil) Enemigo de clases Enemigo del pueblo Incendiario Menchevique Parásito del partido Parásito del pueblo Provocador Saboteador Subversivo Ultraizquierdista”. Y sobrevolaba, entre las víctimas, una pregunta con respuesta y sin respuesta, “¿Cómo podía ser posible una cosa así?”].
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¿Cómo cambian los modos acostumbrados de la política; qué es lo que cambia si esos modos no cambian con el cambio de los tiempos?
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Los motivos – de no haber podido impedir el ascenso de Hitler al poder-, son muchos. Las propias vacilaciones; el temor a perder la propia vida; ese lugar en el medio -ni nazismo ni comunismo- imposible en ciertos momentos; los temores -a la guerra civil-; algo de ese desprecio de casta -de “gran señor”- desdeñando a los otros; …
Hay algo más, un desfase profundo. “Con todo, a Hammerstein, igual que a su amigo Schleicher, la participación de los nacionalsocialistas en el gobierno le pareció hasta el último momento el ‘mal menor’ comparado con el peligro de guerra civil; una y otra vez cometieron ambos el error de creer que se podía ‘involucrar’ a Hitler y su partido en la responsabilidad del gobierno, dividirlos y ‘domesticarlos’”. Un desfase entre la acostumbrada política del cálculo y las intrigas, y la acción abierta.
No todos. El ya destrozado KPD, Partido Comunista de Alemania, pasó a la clandestinidad, “dijo Liebknecht [de hecho Eugen Levinés], aquí sólo somos muertos de vacaciones”. Pero además del destrozado KPD estaba la Komintern, la Internacional Comunista, con sede en Moscú, a la que le llegó el discurso secreto de Hitler a los generales pronunciado en casa de Hammerstein, en el que sostenía la imposición de una dictadura interna y la política de expansión del espacio vital. El golpe de Estado inició con el incendio del Reichstag y la declaración del Estado de excepción por Hindenburg; los comunistas acusados se salvaron por una campaña mundial realizada en base al auto de acusación secreto que llegó también a manos de los comunistas y que estaba en poder de Hammerstein. Del mismo modo, se conseguía las listas de detenciones de la Gestapo para advertir antes a los que allí aparecían.
Poco después, en diciembre de 1933, Hammerstein, presentó su dimisión. En enero de 1934, Hindenburg lo licencia. Mantendría su oposición a Hitler, de múltiples maneras. Moriría en 1943 de una enfermedad. Sus hijos fueron parte del famoso atentado contra Hitler de 1944; que redobló las furias y la Gestapo se lanzó contra los Hammerstein.
(Anagrama. De la traducción Daniel Najmías)