Roja, de Dana Hart

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Roja, de Dana Hart

Los campos con sus lirios y sus tulipanes de sus Países Bajos nada decían lo que sería de ella, de su época. “Olía siempre a campos mojados. El cabello rojo se le alborotaba, pese al insistente intento de sus manos por dejarlo cementado y se le mezclaba de pétalos y hormigas”.

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Pero.

“Estaba hecha con las hebras del fuego”.

Estaba, entonces, en su Destino. Conformado por su historia, conformado por su tiempo, que da la puntada final de ese tejido que son nuestras vidas.

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Y por las lecturas. Jannetje Johanna Schaft ,“Hannie, se sentía quijotesca. Buscaba escarabajos entre los escondites de las flores y los ponía en hileras chuecas para simular ejércitos enemigos a quienes se enfrentaba con gran ahínco. Las mariposas eran su Sancho Panza, cuando bailoteaban a su lado, decoradas de Primavera”. Lecturas que, trascendiendo nuestro tiempo y nuestra historia, también nos conforman, acaso más invisiblemente.

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Niña, se juraba: “Cuando crezca quiero defender los derechos de estas flores. Para que nadie pueda cortarlas, ni dañarlas, ni arrancarles un solo pétalo”.

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Lo cumpliría, a rajatabla. Las flores que seguiría encontrando en su vida serían las víctimas inocentes del nazismo, de los propios devenidos machos jerarcas, del injusto desconocimiento: judíos, militantes, mujeres. A todas estas flores defendería.

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Y no sólo defendía. Atacaba.

Una sangrienta justicia decidió, y ejecutó.

Una entre miles; sola en compañía; en ese intermezzo raro entre la vigencia de la voluntad de otra vida que allí entonces en su casa encarnaba el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores, y la sombra amenazante que se impondría finalmente del nazismo; implacablemente; se abre su lugar, que no venía dado, con la fuerza de su voluntad y de sus ideas, despertando recelos y una callada admiración. ¡Ay, el mezquino silencio reservado a las mujeres! Y entonces no la veían venir, pero ella irrumpía.

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Porque todo se hace uno. Esa lucha, con su forma de sangrienta justicia que ejecuta, y la formación de su propia personalidad a contracorriente. Sus sufrimientos, amores y desamores, encontrándose con que el deseo, el amor, por el Comandante van der Wieden, se superpone con la lucha, se impone, se entremezcla con » la causa» aunque quiera alejarlo. Mujer calzando siempre “los tacones de justicia”, combate, es su obligado destino si no quiere sucumbir, porque en el escenario del ascenso del nazismo y del atávico machismo, sabía que «no pida clemencia la tiranía porque ella nunca la dará», hasta llegar a ser, comandante de sí misma: actúa, y a la vez investiga la realidad y se investiga a sí misma, incesantemente. Ese incesante ir hacia adelante, que a la vez te libera y te encadena, fuente de su Angst y de su resolución.

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Hay, a veces, una derrota histórica -siempre temporal- y un triunfo personal. Reconocerlo es una clave para seguir adelante.

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[Tiene, toda historia de todo autor, de toda autora, la propia historia. Discernirla no es importante; sí saber que allí está, transfigurada. Son los demonios de Vargas Llosa; son las denostadas injustamente novelas del yo; y tantas más. Son las vidas de muchos, y sobre todo, muchas, artistas. Le Clezio pone ante nuestros ojos, en Frida Kahlo, por ejemplo, “su necesidad extrema de comunicar, de ser reconocida”, que, en su pintura, se expone, expone todos sus sufrimientos, con “su impudicia tranquila y su independencia de espíritu”, con “esa energía, esa mirada brillante y su devoción casi religiosa por el ideal revolucionario”. Es que hay ese poder de la literatura y el arte, que sólo podemos entrever y apenas decir con medias palabras].

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