
Diálogos. Sobre la escritura. James Joyce (Federico Sabatini ed.)
(No son novelas ni cuentos los textos que aquí acogemos. Pero escritos por un novelista, no es solo crítica o análisis. Es un diálogo entre escritores. Y creación de un espacio literario. Por eso también los acogemos).
Han atrapado la imaginación y el estudio las innovaciones técnicas de Joyce. “La tarea de índole técnica que me he propuesto —escribir un libro desde dieciocho puntos de vista y con el mayor número posible de estilos, que al parecer desconocen o no han descubierto aún mis compañeros de oficio”, dijo, lo confirma.
También el amor a las palabras. “Al escribir Ulises trataba de reflejar con palabras el color y el sonido de Dublín: su aspecto gris y sin embargo reluciente, sus alucinadoras neblinas, su destartalado caos, el ambiente de sus bares, su estancamiento social. Estas cosas no se podían transmitir más que a través de la textura de las palabras. Las ideas y el argumento importan menos de lo que piensan algunos. Toda obra de arte tiene por finalidad comunicar emociones; el talento es el don que permite hacerlo”.
También su técnica o confirmación flaubertiana: “La forma narrativa ya no es puramente personal. La personalidad del artista se diluye en la narración, fluyendo alrededor de los personajes y de la acción como las olas de un mar vital … La personalidad del artista, al principio un grito o un ritmo o un estado de ánimo, y más tarde una narración fluida y superficial, se sutiliza hasta desvanecerse de la existencia; se vuelve impersonal, por así decir … El artista, como el Dios de la creación, permanece dentro o detrás o más allá o por encima de su obra, invisible, indiferente, limándose las uñas”.
Importancia de una técnica que no es una prescripción. “El ritmo es la relación primera y formal de una parte con otra dentro de un todo, o de un todo con sus partes, o de una parte con el todo. Las partes constituyen un todo en la medida en que tienen un fin común”.
Hay, también, el sentido, el carácter, los motivos, los fines, las ambiciones, los dolores, del escritor, que definen la literatura.
La literatura: la experiencia, las emociones, la razón, la descripción.
Es la literatura, o aquello que quiere expresar su literatura, su propia experiencia. “En Ulises he pretendido crear literatura a partir de mi experiencia, no de un concepto ni de una emoción fugaz”. Agrega que no se trata, o no solamente, del devenir cotidiana de una vida cotidiana: “La experiencia es el descenso a los infiernos, y Ulises es justamente ese descenso, pues uno no puede ser un adolescente para siempre. Ulises es el hombre con experiencia”.
Es la literatura, y acaso aquí se emparenta con Borges en algo que es puesto en la sombra, una emoción. “Creo que un libro no se debe proyectar de antemano: a medida que uno escribe irá tomando forma, sometido a los impulsos emocionales de uno”. Y especifica: “Las emociones han dictado el curso de mi libro y sus detalles. La escritura emocional le permite a uno llegar a lo imprevisible, que vale más que los frutos del método intelectual, pues sus raíces son más profundas. En este método uno lo concibe todo de antemano: cuando se trata, por ejemplo, de describir una casa, uno trata de recordarla con exactitud, y eso, a fin de cuentas, es periodismo. En cambio, el escritor emocionalmente creativo rehace la casa e inventa una imagen valiosa en el único mundo valioso, que es el de las emociones”.
Es la literatura, razón, intelecto, reflexión. “No creo que la belleza sea fortuita. Uno puede pasar siete años reflexionando con más o menos regularidad y escribir de pronto, sin aparente —insisto, aparente— deliberación ni esfuerzo, un cuarteto que lo hará inmortal”.
Es la literatura, descripción, pero una descripción que inmortaliza. “Quiero ofrecer de Dublín un retrato tan cabal que la ciudad pudiera, en el caso de desaparecer de repente, reconstruirse por completo a partir de mi libro”. Y un retrato de la, balzacianamente, comedia humana: “El mérito de la literatura estaba en su descripción de las apariencias; el dominio de sus príncipes era el dominio de las costumbres sociales: un dominio extenso”.
En cada afirmación niega una anterior, y aún así no se excluyen. ¿Cómo integrarlas y desplegarlas? Hay un carácter, una ambición, primero general. “El poeta […] que se sumerge en la vida de su época y de su país no aspira a entretener a algún aficionado, sino a comunicar a sus lectores, con golpes violentos, la idea que anima su vida”.
Una ambición que se sostiene en una cualidad, la imaginación: “[El artista es] el sacerdote de la imaginación imperecedera, capaz de transmutar el pan cotidiano de la experiencia en materia radiante que vive eternamente”.
Y que, sin embargo y contra lo que pudiera pensarse, no excluye sino que necesita del trabajo arduo. “Se convenció de que el artista ha de trabajar continuamente su arte si quiere expresar cabalmente la idea más sencilla, y de que ha de pagar de antemano por cada momento de inspiración. No estaba totalmente seguro de la verdad del proverbio «El poeta nace, no se hace», pero sí lo estaba, por lo menos, de la verdad de esta frase: «El poema se hace, no nace»”.
Imaginación y arduo trabajo para deformar. “A los modernos, por tanto, se nos acusa de deformar las cosas; pero lo cierto es que no hay en la literatura clásica menos deformación que en la nuestra: en cierto sentido, todo arte es deforme, ya que necesita exagerar algunos aspectos para lograr el efecto deseado. Con el tiempo, la gente acabará aceptando la deformación moderna, por llamarla así, y llegará a considerarla un principio indiscutible”.
¿Y qué busca el escritor con la experiencia, las emociones, la razón, la descripción; con la imaginación y el arduo trabajo; con sus ambiciones generales?
Penetrar en el corazón de las cosas. “Stephen no se entregó al arte con el espíritu de un joven diletante, sino que luchó de veras por penetrar en el corazón de las cosas”.
Revelar lo desconocido de la conciencia. Encarnar los antagonismos. “Ciertos poetas tienen el mérito de revelar aspectos de la conciencia humana desconocidos hasta entonces, y también el más dudoso de encarnar las múltiples tendencias antagónicas de su época, de convertirse en acumuladores, por así decir, de la nueva energía”.
La sensación. “Nuestro objeto es la sensación, intensificada hasta lo alucinatorio”.
Lo subterráneo de la vida. “El estilo clásico apenas encierra ningún misterio; como estamos rodeados de misterio, ese modo de escribir nunca me ha parecido adecuado. Sabe ocuparse muy bien de los hechos, pero a la hora de enfrentarse a los motivos, a las corrientes secretas que lo rigen todo en la vida, carece de la orquesta necesaria. Y es que la vida es un problema peliagudo. Plantearlo con sencillez, como fingen hacer los clasicistas, es sin duda agradable y halagador [para el lector], pero este enfoque ya no convence a la inteligencia moderna, interesada ante todo por las sutilezas, las ambigüedades y las complejidades subterráneas que dominan al hombre corriente y conforman su vida”.
Porque es el espíritu, no la realidad, la fuerza rectora. “Reprochar a un escritor que su obra no esté concebida de manera razonable me parece una mala crítica, pues una obra de arte no tiene por objeto relacionarse con los hechos, sino comunicar una emoción. Algunos de los libros más notables son absurdos. Tomemos el caso de La cartuja de Parma […]: nadie puede tomarse en serio los hechos que cuenta, y lo mismo sucede con Los viajes de Gulliver. De hecho, y si observamos las tendencias actuales, da la impresión de que las artes caminan hacia la abstracción de la música. Lo que estoy escribiendo ahora responde a ese propósito; y es que, cuanto más se somete uno a la realidad, menos libertad tiene. Es el espíritu el que rige la realidad, y no al revés”.
Vendrá, entonces, la ambición concreta, acaso el motor secreto de cada escritor:
Reflejar la inestabilidad de la vida moderna, ¡y cuánto vale para esta contemporánea! “Lo que importa, sin embargo, no es lo que uno escribe, sino cómo escribe; a mi entender, el escritor moderno debe ser ante todo un aventurero y estar dispuesto a correr cualquier riesgo y a fracasar en su empeño si hace falta. Dicho de otro modo: debemos escribir peligrosamente; todo tiende a transformarse hoy en día, y la literatura actual solo será valiosa si acierta a reflejar esa inestabilidad”.
Crear una conciencia para su desdichada nación. “Soy, quizá, uno de los escritores de mi generación que están creando una conciencia para esta desdichada nación”.
¿Lo logró? “Las limitaciones del arte Toda modalidad artística tiene sus limitaciones; un libro hay que juzgarlo por lo que logra dentro de sus límites”.
Pero, tal vez más importante, ¿cuál es la “desdichada nación” de hoy?