Quijote, de Salman Rushdie

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Quijote, de Salman Rushdie

Muchos Quijotes, y Cervantes, pueblan este mundo, esta época Donde Puede Pasar Todo: mundo, época, de violencia racista, corrupción apenas encubierta, hipocresía, adicciones, soledades, mundo- TV donde se confunden/diluyen/desbordan los límites entre realidad y ficción, fake news: de la tierra- plana, de las vacunas como conspiración contra los niños y las niñas, de agentes químicos y biológicos que dejaban los aviones y permitían manipular psicológicamente a los seres humanos, de constantes conspiraciones, los negacionistas del Holocausto… y queda la verdad “ahí afuera … enterrada bajo los escombros de las bombas de patrañas”.

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De aquellos Quijotes, unos son de fantasía, de ficción -el Quijote, Ismael Smail, del Autor, Sam DuChamp; otros reales/ficticios a la vez, el Hombre de la Mancha de su hijo Marcel DuCHamp -sí, todo es muy surrealista, como lo es esta época. Es que, ¿hay otro modo posible para el Quijote del siglo XXI?

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Siglo XXI. Su Dulcinea del Toboso, la presentadora de TV súper estrella Salma R.; su Rocinante, su auto viejo; sus libros de caballería, la TV.

“Un viajante de origen indio, edad avanzada y facultades mentales menguantes que, por culpa de su amor por la televisión estúpida, se pasaba una parte enorme de su vida mirándola en exceso … sucumbió a ese desorden psicológico cada vez más frecuente por el cual los límites entre verdad y mentira se vuelven cada vez más borrosos e indistintos de manera que a veces se veía incapaz de distinguir entre una y la otra, la realidad de la ‘realidad’, y empezó a pensar en sí mismo como ciudadano natural (y habitante en potencia) de aquel mundo imaginario al otro lado de la pantalla al que tan devoto era, y que estaba convencido que les suministraba a él y a todo el mundo, las orientaciones morales, sociales y prácticas por las que deberían guiarse en la vida todos los hombres y mujeres”.

Sus aventuras, las que le obligaban el desquiciado mundo de la época Donde Puede Pasar Todo.

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Sam y su hijo Marcel DuChamp, su Quijote y su hijo Sancho, tenían que ser indios, indo-americanos, migrantes de tez del color de la tierra dispersos por el mundo, por Inglaterra y Estados Unidos. ¿Indios? “Ustedes son árabes, iraníes, musulmanes: ¡fuera de aquí! Son el “Otro”.

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¿Debían entonces desfacer entuertos? ¿Podían? ¿Podrían?

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Unos, no pueden. En el Ismael Smile de San DuChamp, “estaba naciendo una última gran pasión y había dejado de ser un don nadie ordinario para convertirse por fin en el gran hombre que tenía dentro, es decir, en Quijote”, decidido a enamorar a Salma R., era el “Quijote -el solitario en busca del amor, el don nadie pringado que se creía capaz de conquistar el corazón de una reina”.

Además, no actuaba en una época desaparecida, la de la Caballería, sino en la muy vigente época Donde Puede Pasar Todo, donde la verdad es más extraña que sus ficciones, donde, se hacen realidad sus fantasías más paranoides -las del Autor, las del personaje.

Pero, así, volvía a tener metas, tras las derrotas, las pérdidas, las humillaciones (huérfano de madre, padre lascivo con sus amigas, niño indio en internado británico), y entonces “sigue escondiéndose en la fantasía y en la ciencia ficción”, para así, tal vez, ¿podrá?, imponer significado a un mundo que lo ha perdido.

De este modo, “dejará de existir eso que se conoce como ‘realidad’, y que en realidad es irrealidad, tal como la conocemos en la tele”, la “realidad, esa farsa” hostil, violenta, desquiciada. Hay que correo el velo: en New Jersey, el recepcionista Jonesco les revela el absurdo de la mastodontitis, ¿lo vio, lo imaginó?, en todo caso, le mostró -absurdamente claro- “cómo es posible que sean las cosas en realidad”.

¿Realidad? ¿cuál?

No, no pueden estos Quijotes. Desfacen entuertos imaginariamente, defensivamente, individualmente -a la defensiva-, ante un mundo tan hostil.

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Otros quieren poder. El hackeractivismo del hijo del Autor, Marcel DuChamp lo intenta. Hay que intentarlo. El esfuerzo de desfacer entuertos se puso a la ofensiva. Pero.

La Mancha Negra de la ceguera asola a América. No era la ceguera de las personas, no un defecto de los ojos, sino, defecto del mundo: “no en lo que veía, si no en lo que era visto. Y citaba muy a menudo el viejo grafiti de los años sesenta: ‘no ajustes tu mente, la realidad es defectuosa’ … Todo el mundo necesitaba despertar y entender lo que estaba pasando”.

¿Lo lograría?

No, tampoco lo lograría. Aunque fue un intento serio.

Pero, entonces: aún se mantiene en la respuesta individual y soberbia: despertar a “todo el mundo”, a los otros.

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Intento abortado. Los servicios secretos se presentan ante Sam: Marcel, en las redes “el Hombre de la Mancha”, había sido detenido. “El mundo que había inventado se había hecho realidad”. Temible realidad. No se trataba ya del tristemente, preocupantemente, peligrosamente -hecho común a esta altura- de la literatura de anticipación, si no, algo más supremo.

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[“- Muchísimos grandes escritores me han guiado por el camino -dijo, y mencionó a Cervantes y a Arthur C. Clarke.

  • ¿Y eso se puede hacer? -preguntó Hijo- ¿Coger prestado así?

Contestó citando a Newton, que había dicho que podía ver mejor porque estaba subido a hombros de gigantes …

Intentó explicarle la tradición picaresca, su naturaleza episódica y cómo los capítulos de una obra así abarcaban muchos géneros, nobles y bajos, fabulistas y costumbristas, que aquella obra podía ser al mismo tiempo paródica y original, y que sus pillerías metamórficas permitían representar y tratar de abarcar la multiplicidad de la vida humana”.

Es que con este Quijote del siglo XXI, más que la pesadilla de realizar la literatura de anticipación, realiza el acaso acto supremo de cervantismo o quijotismo (que lo es, a su vez, de borgeanismo): diluir las fronteras entre ficción y realidad, que se despliegan simultáneamente, superpuestas, unas invadiendo a las otras.

Era, “la hora de los milagros”].

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No pudo Ismael Smile, Quijote; no pudo Marcel Duchamp, el Hombre de la Mancha. ¿Qué puede hacerse para desfacer los entuertos de este mundo en la época Donde Puede Pasar Todo?, ¿quién puede hacerlo?

Sam y Marcel, no Autor y Hackeractivista, sino Padre e Hijo reencontrados en un amor que se había perdido, recorren juntos los escenarios de la novela. Se encuentran con todo lo que la ficción había creado: la violencia racista, la corrupción apenas encubierta, la hipocresía, las adicciones, las soledades, el mundo- TV, las fake news que alimentaban el odio irracional. Y lo enfrentan: a la agresiva mujer blanca, a los agresivos hombres blancos que los insultan, armados: a diferencia de la novela, entonces, no resultan muertos de unos tiros.

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[Porque, ¿de qué se trata todo esto, si no de “la naturaleza de la realidad”? Violenta realidad que necesita a la vez a su Quijote, a su Cervantes, a la persona que está detrás del Autor, y que reúne todas sus fuerzas: la de la literatura para enfrentarla, la del enfrentamiento para vencerla.

Porque hay algo muy profundo que se ha roto, y que debe ser reparado. Cuando Hermana de Autor, reputada abogada de todas las causas justas, tomó la defensa de los vecinos de un barrio contra los desórdenes provocados en un bar de propietarios de origen indio en Londres, “nada más empezar el pleito, los dueños del restaurante la acusaron de racismo. Las redes sociales no tenían memoria. Les bastaba con el escándalo del momento. Fue como si el compromiso de toda la vida de Hermana con el antirracismo no hubiera existido nunca … El telar de la vida estaba roto, pensó, ese telar en el que tejemos el tapiz de nuestros días usando hilos familiares. El trabajo, la amistad, la salud, los hijos, la familia, el amor; y sí, la comunidad por el amor de Dios, ¡sí! Y la raza, y la historia, y la lucha, y la memoria. Sí a todo aquello. Todo aquello estaba en el corazón de la urdimbre … Ahora, en cambio, reinaba la discontinuidad. El ayer no significaba nada y no podía ayudarte a construir el mañana … Ya no teníamos relato”].

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 Y construir nuevamente un relato. Del mundo, de la época, de nosotros mismos. Fundar una literatura -como lo hizo Cervantes- es fundar una época.

El Quijote del licenciado Avellaneda, desembozada, amenazante, infértil réplica. La mujer Quijote de Charlotte Lennox, fértil recreación, contenida sí con los mandatos de género, a aventuras sólo imaginarias. La historia de las aventuras de Joseph Andrews, de Henry Fielding, fértil modelo, ante- Quijote, espada enfundada de la ingenua bondad humana fundada en la lectura infértil para la realidad que nada le enseña, figura de Alonso Quijano, el Bueno. El Quijote de Salman Rushdie, (segundo, ya veremos) acto supremo de cervantismo, diluyendo las fronteras entre ficción y realidad, que se despliegan simultáneamente, superpuestas, unas invadiendo a las otras, para, finalmente, reconstituirlas.

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