
IA: Winston Smith comensal del almuerzo desnudo. La transparencia algorítmica y el retorno de lo reprimido. Notas, VII
“¿Qué importancia ética hemos de dar a los deseos reprimidos, que, así como crean sueños, pueden crear algún día otro producto?
… siempre es muy instructivo ver el removido suelo sobre el que se alzan, orgullosas, nuestras virtudes”
Sigmund Freud
Es usual vernos sorprendidos a nosotros mismos creyendo que nuestro celular nos escucha -son los algoritmos-, que Google sabe más de nosotros que nosotros mismos -vuelven a ser los algoritmos-, que hablemos con la IA como con nosotros mismos o nuestro psicoanalista para encontrarnos a nosotros mismos -siguen siendo los algoritmos-.
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Ya muchas veces se ha hecho esta referencia. En 1984, de George Orwell, Winston Smith, “se preparaba la Semana del Odio. Winston tenía que subir a un séptimo piso. Con sus treinta y nueve años y una úlcera de varices por encima del tobillo derecho, subió lentamente, descansando varias veces. En cada descansillo, frente a la puerta del ascensor, el cartelón del enorme rostro miraba desde el muro. Era uno de esos dibujos realizados de tal manera que los ojos le siguen a uno adondequiera que esté. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las palabras al pie … Lo que importaba verdaderamente era la Policía del Pensamiento … podía ser visto a la vez que oído … cualquier sonido emitido por usted sería registrado y escuchado por alguien y que, excepto en la oscuridad, todos sus movimientos serían observados”.
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No se trata de las regulaciones que aseguren la privacidad de los datos de cada persona. Aunque también. Hay acaso, algo más primigenio.
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Hablábamos en nuestras anteriores Notas, VI, sobre la cesión del lenguaje de la humanidad a la IA reforzando su potencial como agente. Volvamos sobre esto.
En Las encrucijadas actuales del psicoanálisis. Subjetividad y vida cotidiana, Luis Hornstein nos lleva a “un paseíto por la técnica. En 1895 Freud curaba peripatéticamente, paseando por los bosques de Viena. En 1937 postula que el análisis no son sólo palabras, sino fuerzas, que hay aspectos que no se pueden analizar porque no están actualizados”.
Fuerzas.
¿Cuáles fuerzas?
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Orwell y Burroughs. El almuerzo desnudo se desata con impunidad. El almuerzo desnudo: “un instante helado en el que todos ven lo que hay en la punta de sus tenedores”, aclaró Burroughs. Él estuvo servido en la mesa con “la enfermedad”, la adicción a la droga, algo hoy desatado. “Como siempre, el almuerzo está desnudo … Que vean lo que hay en la gran cuchara de las noticias … Si el hombre logra ver”. Era la exposición de aquella calamidad que había experimentado y ahora con crudeza exponía para denunciar.
Calamidad sobre calamidades.
Ayer, con Burroughs, desnudos, servidos en un almuerzo, exponiendo todo lo oculto de la pujante sociedad americana, denuncia de sus poderes, impúdica exposición de deseos y fantasías prohibidas de los individuos.
Hoy, renace esa impudicia, se hace transparente, no movida por drogas, si no en la transparentación de cada cual, y, conjuntamente, en la orgullosa reivindicación de otras impudicias.
La protección de los datos -necesaria- es, por esto, insuficiente.
A la impuesta transparentación de cada cual, se agrega la aparición en la superficie de los peores horrores, antes ocultados, ahora ostentados (nuevamente). La proclamación del odio al Otro. El discurso en Davos de Milei, terminando las frases iniciadas por Trump: “… el virus mental de la ideología woke. Esta es la gran epidemia de nuestra época que debe ser curada, es el cáncer que hay que extirpar”, dijo; “un régimen de pensamiento único, sostenido por distintas instituciones cuyo propósito es penalizar el disenso, feminismo, diversidad, inclusión, equidad, inmigración, aborto, ecologismo, ideología de género, entre otros, son cabezas de una misma criatura cuyo fin es justificar el avance del Estado mediante la apropiación y distorsión de causas nobles. Veamos algunas. El feminismo radical es una distorsión del concepto de igualdad y aún en su versión más benévola es redundante, ya que la igualdad ante la ley ya existe en Occidente. Todo lo demás es búsqueda de privilegios, que es lo que el feminismo radical realmente pretende, poniendo a una mitad de la población en contra de la otra cuando deberían estar del mismo lado. Llegamos, incluso, al punto de normalizar que muchos países supuestamente civilizados si uno mata a la mujer se llama femicidio, y eso conlleva una pena más grave que si uno mata a un hombre solo por el sexo de la víctima … El wokismo, además, se manifiesta en el siniestro ecologismo radical y la bandera de cambio climático … No es casualidad que estos mismos sean los principales promotores de la agenda sanguinaria y asesina del aborto … Desde estos foros se promueve la agenda LGBT, queriendo imponernos que las mujeres son hombres y los hombres son mujeres sólo si así se auto perciben … Sin ir más lejos, hace pocas semanas fue noticia en todo el mundo el caso de dos americanos homosexuales que, enarbolando la bandera de la diversidad sexual, y fueron condenados a cien años de prisión por abusar y filmar a sus hijos adoptivos durante más de dos años. Quiero ser claro que cuando digo abusos no es un eufemismo, porque en sus versiones más extremas la ideología de género constituye lisa y llanamente abuso infantil. Son pedófilos, por lo tanto, quiero saber quién avala esos comportamientos”, dijo; y, llegado a Argentina, pretendió hacer: con anuncio de un proyecto de ley para eliminar la figura de femicidio, el DNI no binario y el cupo laboral trans. Se le opuso en Argentina la “Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista”.
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Recuerda Freud en El yo y el ello, que, en otro texto, Lo inconsciente, “la verdadera diferencia entre una idea inconsciente y una idea preconciente (un pensamiento) consiste en que el material de la primera permanece oculto, mientras que la segunda se muestra enlazada con representaciones verbales”.
Y también: “Podemos así representarnos que el Ello se encuentra bajo el dominio de la pulsión de muerte, mudo, pero poderoso, y quiere obtener la paz acallando, conforme a las indicaciones del principio del placer, al Eros perturbador”.
[Aquí, en estas Notas, VII, haremos un uso, al menos de ciertos aspectos, del psicoanálisis de Freud que éste, en busca de una terapéutica y una base científica para la Psicología, rechazaría: sus alcances filosóficos, o teóricos generales, instrumentos imperfectos para pensar viejos nuevos problemas].
Mudo pero poderoso.
¿Y si accede a la palabra? Volvamos: en nuestras anteriores Notas, VI, hablamos ya de la stevensoniana “sarta de palabras”. Habiendo hecho cesión del lenguaje a la IA, en un mundo inundado de palabras, lo que permanecía oculto irrumpe furioso a la luz por medio de esta sarta de palabras. ¿Sigue siendo lo inconsciente -aunque no únicamente- lo reprimido?
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¿Retorno de lo reprimido?
La transparentación en la era de la reproductibilidad digital que pareciera amenazar con ir quitando una a una las cualidades sublimes del ser humano -el aura, la imaginación, el lenguaje, el arte, el trabajo, la acción, aquello que podíamos llamar “una segunda naturaleza”, lo específicamente humano- entonces, tal como nos venimos preguntando, ¿en qué reside lo específicamente humano?
¿Esto reprimido que retorna tenebrosamente?
En La interpretación de los sueños, Freud admite ciertas definiciones del inconsciente de otros autores y nos habla “de las antigüedades anímicas”; de “las fases más antiguas y oscuras de los comienzos de la Humanidad”; “de la herencia arcaica del hombre”.
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¿Y de dónde retorna? Se alojaba, por así decir, en el inconsciente. ¿Aquí, en el inconsciente, es que reside lo específicamente humano, al que un nuevo agente, la IA, en curso de conformación nos estaría reduciendo al ir despojándonos de nuestra segunda naturaleza; y que es incapaz de, por así decir, “tener”?
Porque no es concebible, no pareciera ser concebible, que una IA tenga un inconsciente. Un lugar, por así decir, de lo reprimido. Esto pareciera entonces poder definir lo específicamente humano. En la IA todo está en la superficie, transparente, y nada se reprime -no hay mecanismo de defensa.
Doble amenaza: la reducción de lo específicamente humano; la carencia de mecanismos de defensa en este nuevo agente en curso de formación, la IA.
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Hablemos del doble carácter de la represión.
De un lado, fuente de sufrimiento, con sus enfermedades y sus síntomas. En Esquema del psicoanálisis, Freud nos habla de que, “como motivo de la represión, y con ello como causa de toda enfermedad neurótica, habíamos de considerar el conflicto entre dos grupos de tendencias anímicas. Y entonces la experiencia nos enseñó algo tan nuevo como sorprendente sobre la naturaleza de las fuerzas en pugna. La represión partía, regularmente, de la personalidad consciente (yo) del enfermo y dependía de motivos éticos y estéticos; a la represión sucumbían impulsos de egoísmo y crueldad, que, en general, podemos considerar malos; pero, sobre todo, impulsos optativos sexuales, muchas veces de naturaleza repulsiva e ilícita. Así pues, los síntomas patológicos eran un sustitutivo de satisfacciones prohibidas, y la enfermedad parecía corresponder a una doma incompleta de lo inmoral que el hombre integra”.
¿Podrá completar la doma?
De otro lado, fuente de sublimación: “si ´prescindimos de los impulsos internos poco conocidos, podemos decir que el motor capital de la evolución cultural del hombre ha sido la necesidad real exterior, que le negaba la satisfacción cómoda de sus necesidades naturales y le abandonaba a magnos peligros. Esta negación exterior le obligó a la lucha con la realidad, , cuyo desenlace fue en parte una adaptación y en parte un dominio de la misma, pero también la colaboración y la convivencia con sus semejantes, a lo cual se enlazó ya una renuncia a varios impulsos instintivos que no podían ser satisfechos socialmente. Con los progresos siguientes de la cultura crecieron también las exigencias de la represión. La civilización se basa, en general, en la renuncia de los instintos, y cada individuo tiene que repetir personalmente en su camino, desde la infancia a la madurez, esta evolución de la Humanidad hasta la resignación razonable. El psicoanálisis ha mostrado que son, predominantemente sino exclusivamente, impulsos instintivos sexuales los que sucumben a esta represión cultural. Parte de ellos integra la valiosa cualidad de poder ser desviados de sus fines más próximos y ofrecer así su energía, como tendencias ‘sublimadas’, a la evolución cultural. Pero por otra parte pervive en lo inconsciente en calidad de impulsos optativos insatisfechos y tiende a lograr una satisfacción cualquiera, aunque sea deformada”.
Probablemente no se trata de un problema de elección entre “un lado” y “otro lado” posible. Si no, de las condiciones generales que nos inclinen hacia uno u otro.
Permitiendo que esa fuerza muda acceda a la palabra -la palabra misma con la IA; la impunidad del anonimato de las redes sociales; los sesgos algorítmicos; el acceso por medio de la palabra, ¿plana por así decir?, a la transparencia algorítmica- ¿permanece incompleta la doma; retorna lo reprimido ilícito y repugnante venciendo la represión, ya no mudo sino altisonante?
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Adelantémonos un poco para no desesperar. Retomemos a Hornstein: el aparato psíquico consta de “cuatro instancias: ello, yo, superyó… y la realidad”. Freud, en El yo y el ello decía que “la realidad es al yo lo que las pulsiones al ello”. Volveremos sobre esto.
Porque algo parece estar perdiéndose en este acelerado camino de conformación de la IA. En La interpretación de los sueños Freud hacía una distinción esencial: “la represión es inconsciente, a diferencia de la condena que es conciente”.
Adelantemos algo más: podríamos decir que sí, que en el inconsciente residiría lo específicamente humano que la IA no podría arrebatarnos. Pero es una instancia; una instancia de un campo más amplio, el del conflicto; y dentro de este está la importancia de las luchas defensivas del yo.
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Si, como mencionábamos, la represión, con Freud, con Hornstein aquí, es un mecanismo de defensa, un retorno de lo reprimido alojado en el inconsciente, debe distinguirse de la condena, que es consciente.
Ésta última parece estar siendo barrida. La condena de Milei al wokismo no es tal. Es abrir las puertas del infierno a las violencias de las guerras, contra las mujeres, contra la diversidad sexual, contra todo aquel que piense diferente. El fin de las restricciones a los discursos de odio de Meta, con Zuckerberg como nuevo aliado de Trump, desatará nuevamente experiencias de exacerbación del odio, manipulación -retorno de lo reprimido. El aliento de Musk con su X a las extremas derechas en Alemania y más allá con su saludo nazi el día de la asunción de Trump, desatará otras tantas expresiones de odio -retorno de lo reprimido. Los algoritmos juegan su juego.
Si el inconsciente queda como reducto de lo específicamente humano, progresivamente siendo despojados de nuestra segunda naturaleza por la IA -al menos quitándonos la exclusividad en su posesión-, podríamos vernos ante una encrucijada existencial. Por una parte, alcanzar nuevas cumbres con las promesas del salto tecnológico -la IA-; por otra parte, vernos reducidos a una nueva subalternidad, fácilmente manipulable, esta vez de doble vasallaje: al de los emergentes grandes poderes tecnológicos, al, y esto parece de ciencia ficción o distopía literaria a la vez que muy real, como especie humana a la potencial conformación de la IA como un agente autónomo.
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Si, seguimos con Freud, por los sueños podemos acceder al inconsciente, más precisamente, “lo que conocemos del pensamiento inconsciente, es posible por la elaboración del sueño”, recuerda nuestro autor que “el respeto que el sueño mereció a los pueblos antiguos se hallaba fundado en una exacta estimación psicológica de lo indestructible e indomable existente en el alma humana, esto es, de lo demoníaco, dado en nuestro inconsciente y reproducido por el sueño”.
También debemos considerar que lo reprimido no siempre es necesariamente tenebroso. El Winston de 1984 de Orwell un día cualquiera “estaba soñando con su madre … su madre estaba sentada en un sitio profundo junto a él y con su niña en brazos … Se hallaban las dos en algún sitio subterráneo, por ejemplo, el fondo de un pozo o en una cueva muy honda -, pero era un lugar que, estando ya muy por debajo de él, se iba hundiendo sin cesar … Su madre y su hermanita podían verlo todavía y él a ellas, pero no dejaban de irse hundiendo ni un solo instante, de ir cayendo en las aguas, de un verde muy oscuro, que de un momento a otro las ocultarían para siempre. Winston, en cambio, se encontraba al aire libre y a plena luz mientras a ellas se las iba tragando la muerte, y ellas se hundían porque él estaba allí arriba. Winston lo sabía y también ellas lo sabían y él descubría en las caras de ellas este conocimiento. Pero la expresión de las dos no le reprochaba nada ni sus corazones tampoco – él lo sabía – y sólo se transparentaba la convicción de que ellas morían para que él pudiera seguir viviendo allá arriba y que esto formaba parte del orden inevitable de las cosas. No podía recordar qué había ocurrido, pero mientras soñaba estaba seguro de que, de un modo u otro, las vidas de su madre y su hermana fueron sacrificadas para que él viviera … lo que de pronto sobresaltó a Winston, al pensar luego en lo que había soñado, fue que la muerte de su madre, ocurrida treinta años antes, había sido trágica y dolorosa de un modo que ya no era posible. Pensó que la tragedia pertenecía a los tiempos antiguos y que sólo podía concebirse en una época en que había aún intimidad – vida privada, amor y amistad – y en que los miembros de una familia permanecían juntos sin necesidad de tener una razón especial para ello. El recuerdo de su madre le torturaba porque había muerto amándole cuando él era demasiado joven y egoísta para devolverle ese cariño y porque de alguna manera – no recordaba cómo – se había sacrificado a un concepto de la lealtad que era privadísimo e inalterable. Bien comprendía Winston que esas cosas no podían suceder ahora. Lo que ahora había era miedo, odio y dolor físico, pero no emociones dignas ni penas profundas y complejas. Todo esto lo había visto, soñando, en los ojos de su madre y su hermanita, que lo miraban a él a través de las aguas verdeoscuras, a una inmensa profundidad y sin dejar de hundirse. De pronto, se vio de pie sobre el césped en una tarde de verano en que los rayos oblicuos del sol doraban la corta hierba. El paisaje que se le aparecía ahora se le presentaba con tanta frecuencia en sueños que nunca estaba completamente seguro de si lo había visto alguna vez en la vida real. Cuando estaba despierto, lo llamaba el País Dorado … La muchacha morena venía hacia él por aquel campo. Con un solo movimiento se despojó de sus ropas y las arrojó despectivamente a un lado. Su cuerpo era blanco y suave, pero no despertaba deseo en Winston, que se limitaba a contemplarlo. Lo que le llenaba de entusiasmo en aquel momento o era el gesto con que la joven se había librado de sus ropas. Con la gracia y el descuido de aquel gesto, parecía estar aniquilando toda su cultura, todo un sistema de pensamiento, como si el Gran Hermano, el Partido y la Policía del Pensamiento pudieran ser barridos y enviados a la Nada con un simple movimiento del brazo. También aquel gesto pertenecía a los tiempos antiguos. Winston se despertó con la palabra ‘Shakespeare’ en los labios”.
Los sueños -y la literatura, ya volveremos sobre esto-, vehículos del inconsciente, donde lo reprimido puede no ser tenebroso. Aunque, con Freud, “crece, por así decirlo, en la oscuridad”, pero que, con Bretón en su Primer Manifiesto del Surrealismo, “las profundidades de nuestro espíritu cobijan fuerzas sorprendentes”. Sigamos con El yo y el ello: “No sólo lo más bajo, sino también lo más elevado puede permanecer inconsciente”.
¿Cómo llegar a esto?
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Haber hecho cesión de la palabra tendría entonces consecuencias incalculables por el efecto que devuelve a las personas. Venimos mencionando esta ilusión tan experiencialmente real para muchos de tener nuestro agente IA-pareja, psicoanalista, consejero financiero, profesor, compañero de trabajo y así.
¿Nuevas altas cumbres, altas ambiciones realizándose de la Humanidad, nueva Torre de Babel, muestra de su poderío y fuente de su condena? “Pero el Señor -nos dice el Génesis 11.5-7– bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y dijo: ‘Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendas unos a otros’”.
La confusión de lenguas pareciera retornar a alguna especie de lengua universal gracias a la IA, tanto por la simultánea e inmediata traducibilidad posible, como -más importante- por acaso la posibilidad de emergencia de una especie de lengua plana común a todos diciéndonos por medio de prompts -instrucciones- lo que queremos escuchar, o, peor aún y junto con esto, siendo dichos. Por Hechos 2. 5-12, conocemos de esto: “Había en Jerusalén judíos piadosos, venidos de todas las naciones del mundo. Al oírse este ruido, se congregó la multitud y se llenó de asombro, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Con gran admiración y estupor decían: ‘¿Acaso estos hombres que hablan no son todos galileos? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye en su propia lengua? Partos, medos y elamitas, los que habitamos en la Mesopotamia o en la misma Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia Menor, en Frigia y Panfilia, en Egipto, en la Libia Cirenaica, los peregrinos de Roma, judíos y prosélitos, cretenses y árabes, todos los oímos proclamar en nuestras lenguas las maravillas de Dios”.
En Nexus, Harari sostiene que “los sapiens construyeron y mantuvieron grandes redes al inventar y expandir ficciones, fantasías, ilusiones: sobre dioses, sobre palos de escoba encantados, sobre la IA y sobre muchas otras cosas … las grandes redes ponen en contacto a sus miembros y crean orden al generar dependencia en ficciones y fantasías”. Y advierte que “en el centro de la religión se halla la fantasía de conectar con una inteligencia sobrehumana e infalible”, y que hay “semejanzas entre el dios omnisciente e incognoscible de la teología judeocristiana ya las IA actuales, cuyas decisiones nos parecen a la vez infalibles e inescrutables. Esto puede suponer para los humanos una peligrosa tentación”.
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Retomemos, con Freud, algo del inicio. Vayamos de la palabra a las fuerzas.
Fuerzas anímicas del individuo. Fuerzas que luchan entre sí. Freud nos habla del “juego de fuerza de la vida anímica”, de “la naturaleza de las fuerzas en pugna”. Que, ¡cuán importante!, “en la vida psíquica normal existen las mismas fuerzas y las mismas relaciones entre ellas, que en la patológica”, que “lo reprimido perdura también en los hombres normales y puede desarrollar funciones psíquicas”.
Juego de fuerzas, campo de batalla -que, como en toda lucha, no tiene de antemano decidido al vencedor. Hay esperanza.
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Acaso la literatura actúe como condensación de lo inconsciente de la humanidad en general -con sus ilusiones, fantasías, proyecciones, frustraciones, abominaciones, virtudes, deseos-, estilizado, controlado por así decir, por el estilo.
Sí: En Esquema del psicoanálisis, Freud así lo cree también: “Hemos visto que una parte de la actividad mental humana está dedicada al dominio del mundo exterior real. A esto añade el psicoanálisis que otra parte, singularmente estimada, de la creación psíquica se halla consagrada al cumplimiento de deseos, a la satisfacción sustitutiva de aquellos deseos reprimidos que desde los años infantiles viven insatisfechos en el alma de cada cual. A estas creaciones, cuya conexión con un inconsciente inaprehensible fue siempre sospechada, pertenecen los mitos, la poesía y el arte”.
Es posible entonces hablar -acaso la literatura sea a la Humanidad, lo que la elaboración de los sueños al individuo- de un inconsciente que pertenece no ya solamente a las fuerzas anímicas de cada individuo, sino de la Humanidad. En La formación histórica del inconsciente, Dana Hart reflexiona que “si el inconsciente es un campo de representaciones involuntarias, mayoritariamente reprimidas, ¿de dónde se toman esas representaciones? O, dicho de otro modo, ¿de dónde se captan esas impresiones? Esas impresiones (imágenes, sonidos, olores, etc.) se captan de la historia del individuo, que está concatenada directamente con la historia humana”, y así, “existe también un inconsciente colectivo, que no es la suma de los inconscientes individuales en una ridícula pila, sino la expresión de la contradicción presente en la estructura de la sociedad, en nuestro caso, entre las clases, es el resultado del choque que generan y la diversidad concatenada que se produce como efecto”, así, “el inconsciente se forma históricamente”. Participa la cuarta instancia de Hornstein: la realidad.
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En Dialéctica de lo concreto, Karel Kosic de las dos realidades que conviven. “Toda obra artística, en la unidad indivisible, posee un doble carácter: es expresión de la realidad, pero constituye la realidad, que no existe junto y ante la obra, sino solo en la obra … la obra de arte no es una ilustración de ‘representaciones’ acerca de la realidad. Como obra y como arte representa la realidad y así constituye a la vez e inseparablemente a la realidad”.
Constituye, crea -como todo relato- un orden. Como lo han hecho las creencias devenidas religiones, como esta amenaza de creer en un nuevo Dios infalible, como alerta Harari, la IA, generadora potencial de un nuevo orden social.
Acaso, primero la impunidad de las redes con el anonimato, el sesgo -o la neutralidad moral (sobre esto volveremos más adelante)- algorítmica de la IA después, con -de esto estamos tratando ahora- la transparencia algorítmica que lleva a la superficie sin la condena de un yo censurador capaz de reprimir lo censurable y darle nuevos causes vía la sublimación u otros medios, se abran las puertas a un retorno de lo reprimido abominable, que, de todas maneras, es parte de fuerzas en pugna, las originarias fuerzas creativas de la humanidad. Si, seguimos con Freud, podemos representarnos al yo como “un monarca constitucional sin cuya sanción no puede legislarse nada, pero que reflexionará mucho antes de oponer su veto a una propuesta del Parlamento”, pareciera estar adentrándonos en una nueva rebelión cromwelliana con el retorno de lo reprimido de la humanidad habiendo hecho cesión de la palabra de modo tal de traernos a un mundo de la transparencia algorítmica.
Y si es así, una nueva y muy británica guerra civil, nos lleva (también volveremos sobre esto más adelante), al otro juego de fuerzas, ya no el de las fuerzas anímicas que retumban dentro de cada individuo, sino al que pertenece al amplio campo de la Humanidad labrando su destino.