[Con Carmen Erazo L’Huillier, como con Flavia Frigeri,y otros más, aquí, recurrimos a algunos especialistas, como excepción a las ideas y descripciones que inspiran las obras de arte a escritores y escritoras que traemos. Aquí, a Elie Faure y su poética Historia del arte].

[Hace un alto Elie Faure, sintetiza una evolución entre los siglos VII y III a.C. La traemos, para entender su mirada de la Victoria de Samotracia. Comienza el declive, termina la edad de oro del arte griego, “y entonces se presenta el detalle para tiranizar al artista. El atributo invade la forma. Ya puede gesticular como queriendo rechazarlo. El atributo se suelda a ella como una cadena. Liras, tridentes, cetros, dardos, ropajes, sandalias, tocados, todos los desechos de los talleres y de los bastidores del teatro se imponen al espectador. El lirismo profundo del alma decae, y es preciso un lirismo exterior que enmascare su debilidad. Era el entusiasmo lo que divinizaba la estatua. De no ser por el cetro y la corona, ¿cómo podremos ahora reconocer al dios? La fe levantaba la materia y hacía brotar la llama hasta el humano cielo de la esperanza. Todo acabó ya. Hay que poner alas a las estatuas. En el siglo V, raros eran los dioses que las llevaban sobre los hombros. Se encontraban, ciertamente, en los arcaicos, que intentaban liberar la forma de la materia que la apresaba. Y se ven en los decadentes, que intentan levantar la forma, incapaz ya de sostenerse por su propio ardor”].

“La Victoria de Samotracia las necesita ya para abandonar la proa de la nave. La complicación de los húmedos ropajes ata sus piernas, entorpece su terrible impulso, la flexión de su busto, la tempestad de vuelo, de trompetas y de viento que se alza en su estela”.

[¡Qué mirada tan diferente de aquella de María Kodama, aquí].