
En 2022, Salman Rushdie fue atacado por un fanático fundamentalista musulmán con un cuchillo. Victorioso, sobrevivió. Entre las muchas heridas, perdió un ojo.
“El trastorno por estrés postraumático puede manifestarse en una amplia variedad de maneras: interminables rebobinados mentales del suceso traumático, repentinos ataques de pánico, depresión. Yo no tuve esos síntomas. Lo que tenía -lo que aún tengo, mientras escribo esto, varias veces a la semana- eran y son pesadillas.
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Había otro sueño, muy extraño, que recordaba a La balsa de la Medusa, de Gericault, sólo que la gente que iba en la balsa eran los surrealistas -Max Ernst, René Magritte, Salvador Dalí, Luis Buñuel, incluso Leonora Carrington-, y peleaban como locos intentando sacarse los ojos unos a otros”.
Así son los sueños. En esa magnífica novela (la mejor del siglo XXI, acaso) Quijote, la realidad que denuncia la define como surrealista. Una parte de esa realidad que denuncia, lo atacó. No es de extrañar este sueño. Tampoco, la asociación con este cuadro de Gericault, de horrores y muerte, casi sin sobrevivientes.