
[Con Mónica Mayer, como con Carmen Erazo L’Huillier, Flavia Frigeri, y otras que trajimos aquí, recurrimos a algunas especialistas, en este caso una artista mexicana, como excepción a las ideas y descripciones que inspiran las obras de arte a escritores y escritoras].
“Algo que me llamó la atención cuando llegué al WB [el Woman´s Building, fundado en 1978 por Judy Chicago, Arlene Raven y Sheila De Brettville] fue que muchas de ellas, feministas de la diferencia, en sus casas tenían altares a ‘the Goddess’ (la diosa) con los que buscaban reivindicar el poder de lo femenino. Con frecuencia incluían una imagen de la Virgen de Guadalupe que para mí, viniendo de México, era el símbolo más claro de la opresión femenina, limitando a la mujer al papel de madre abnegada, por lo que realicé una serie de dibujos. En mi serie, un tanto dramática, el falo aparecía como un elemento del que una mujer atrapada en el pesado ropaje de la religión se escapaba.
También hice una serie en fotocopia planteando que el imponernos un papel virginal -de mujer buena, pura y casta- también era una forma de violación. Al regresar a México expuse estas dos series y me censuraron, lo cual me sorprendió porque no pretendía ofender a nadie, sino hablar de ideas. Aunque soy atea tengo familia tanto católica como judía y procuro ser respetuosa. Pedí hablar con las personas que habían exigido a la galería bajar mis obras y me dijeron que aunque estaban de acuerdo con las ideas, yo había utilizado LA imagen. En ese momento entendía que para los artistas jugar con símbolos es tan fácil como para los doctores ver sangre, pero hay para quienes el símbolo es realmente sagrado.
A partir de ese momento empecé a utilizar mi propia imagen con un rebozo con lo que era evidente que me refería a la virgen pero sin serlo. No volví a tener problemas de censura. En esa búsqueda por trabajar con los símbolos sin provocar una reacción violenta, también realicé una serie en la que rompía la imagen de la Guadalupana pero atrás siempre aparecía otra. De hecho, supongo que así funcionan los arquetipos: por más que tratemos de destruirlos siempre aparecen en una nueva versión”.
[Por su parte, Pierre Bourdieu en su investigación sobre el sentido social del gusto, qué define una obra de arte, la percepción estética, etc., pone el ejemplo, muy a propósito por esto lo traemos también aquí, de un cuadro en una iglesia: una señora se para ante él, se arrodilla y reza; otra señora, se detiene y observa la belleza de las líneas y los colores; y recuerda Bourdieu que en un “artículo de Actes de la recherche en sciences sociales relato una observación que hice en la iglesia de Santa María Novella de Florencia, donde convivían obras ante las cuales la gente (las mujeres) del pueblo se detenía para rezar (se trataba de esculturas o de pinturas muy realistas, en el estilo Saint-Sulpice: por ejemplo, una estatua de Nuestra Señora del Rosario con el niño Jesús, a la cual se había colgado un rosario) porque respondían a sus expectativas estéticas y religiosas, mientras que la gente culta pasaba sin verlas, ignorándolas, excluyéndolas de la conciencia, como diría un psicoanalista, o despreciándolas, junto con obras canónicas del arte consagrado, cuya visita está prescripta por las guías turísticas. Cada uno rendía su culto separado”].
