Mentiras de mujeres, de Liudmila Ulítskaya

A partir de

Mentiras de mujeres, de Liudmila Ulítskaya

Mentiras pequeñas, de otro, posteriores: que esperaba lánguidamente a su esposo.

Mentiras grandes, ingeniosas, inteligentes: en defensa propia: de su cuerpo, en primer lugar, de su familia y su reino después.

***

Penélope tejió una gran mentira: la de su tejido que debía terminar antes de poder dar el sí a alguno uno de los ambiciosos pretendientes, y que destejía por la noche para demorar la respuesta. Pero no fue quien pasó a la historia. Fue su esposo Ulises el astuto y gran mentiroso.

***

Completar una vida pueril. Cuando las historias de las otras, sus mentiras, sus verdades, las revelan a sí mismas.

***

Zhenia y su pequeño hijo Sasha, con ese diagnóstico que le habían impuesto los psiquiatras infantiles. Su promisoria vida intelectual, su tesis sobre los poetas simbolistas, sus lecturas, ahora, allí, de Anna Karenina.

También en esa casa Irene Leary, su madre Suzy y su pequeño hijo Donald. Su vida de aventuras, nieta e hija de dos espías soviéticos en Inglaterra, de exotismos, la acertada lectura del tarot que le hizo su amiga Anna, de dolores, había perdido cuatro hijos.

“Zhenia la miraba con un punto de envidia: ella sí que tenía una historia personal. Sí, y era obvio que Irene era consciente de su importancia”.

Pero algo faltaba a Zhenia, y algo parecía sobrarle a Irene.

Llegaron más madres con sus hijos, a aquella casa en Crimea sostenida por Dora. Vera, una de ellas, le contó la verdad sobre Irene a Zhenia, que no era la que Irene contaba, ni aventuras, ni exotismos, ni dolores. Zhenia, incómoda, ofendida, tomó sus cosas, se fue a otro lado, donde ninguno de los síntomas diagnosticados por los psiquiatras infantiles aparecieron en su hijo, donde se deshizo del peso de una carga.

***

¿Cómo discernir mentiras, entre lo cotidiano y lo extraordinario; qué necesitamos más para vivir?

***

En el campo en verano, en sus vacaciones, Zhenia con sus dos hijos, Sasha y Grisha, y otros dos a su cuidado, su ahijado Petia y Timosha, el hijo de una amiga, además de Nadia, la hija de la propietaria. Y una lluvia que decían duraría cuarenta días. Y la parlanchina Nadia, entremezclaba con los recuerdos de su hermano Yura,  propuso un juego de cartas, y el que perdía, debía contar una historia. Las de Nadia: que había rodado una película en España; que había capturado años antes a un homicida; el juego de inventar historias de planetas que no existían… Zhenia desconfiaba, tantas mentiras de historias imposibles, decidió hablar con la madre de Nadia. Y todo quedó extrañamente aclarado.

***

Historias. incluso las más prohibidas que sólo si son fantasías, son mentiras.

***

Navidad, en uno de los barrios más agradables de Moscú, en la calle Povarskaya, Zhenia y sus dos hijos Sasha y Grisha. Y su sobrina Lialia, que fue a ver a su prima Dasha y se enamoró de su tío, con sus 13 años, Arkadi, y su mujer, Mila, lo sabe pero es codiciosa, él gana mucho dinero y no quiere separarse, y la historia empezó hace dos años, con la niña de solo 11 años. Habló con Arkadi. Después, con Lialia: ya tendrá tiempo de vivir las historias de artistas y amores que se imagina…

***

Mentiras inofensivas, que duelen y apenan.

***

Masha, de una familia inculta, era vecina de la distinguida profesora, durante cincuenta años, de literatura rusa, Anna Veniamínovna que le recitaba poemas llevándola cariñosamente de la mano al amor por la literatura. Solo estudió Ingeniería por presión de su familia. Cuando Anna Veniamínovna murió, Masha leyó los poemas propios de su admirada guía que había memorizado y anotado en un cuaderno. Nadie dijo nada, la antigua estudiante de la antigua profesora, Zhenia, le dijo a Masha que no eran poemas de Anna Veniamínovna, sino de grandes poetas. Masha lloró desconsoladamente.

¿Por qué lo había hecho? “¿Acaso había querido sentir, aunque solo fuera por una vez en la vida, lo que experimenta un gran poeta o el más insignificante grafómano cuando lee sus versos ante el público y siente las emociones que inspira a los corazones sensibles e ingenuos?”.

***

Y más: Tamara, la prostituta ucraniana trabajando en Suiza que se inventaba un pasado de cuento de hadas una hora y a la siguiente otro terrible que explicara su trabajo. “Mentiras miserables. Y una verdad que todavía lo era más”.

***

Y sí. Las mentiras de las mujeres son las del amor y la rivalidad entremezclados, las de los sueños, las ilusiones, los deseos que quieren y no pudieron vivir.

***

Y el accidente final que dejó a Zhenia sin movilidad alguna, dándole ahora “la espalda a la vida”, con ese resultado inesperado: si antes ella se ocupaba de todo y de todos, ahora, no todos, pero sí algunos, se ocupaban de todo, y de ella, que volvería a andar.

(Anagrama. de la traducción, Marta Rebón)

Deja un comentario