Las metamorfosis, de Ovidio

A partir de

Las metamorfosis, de Ovidio

Puede parecer increíble. ¿Lo es?

“Hay que creer en los prodigios de las eras pretéritas”

Las causas de las metamorfosis son variadas:

  • Una salvación: salvarse de una violación
  • Una artimaña: para poseer, para violar, a las más hermosas mujeres. Júpiter, “ora aparecía en forma de sátiro con la bella Antíope, de la que tuvo dos hijos gemelos; mudado en Anfitrión, gozando con la hermosa Alcmena; transformado en lluvia de oro, penetrar en la torre donde estaba encerrada Dánae y poseerla de esta manera; bajo la figura de pastor, gozar a Mnemosina; en serpiente transformado, seducir a Dórida, y cambiado en fuego, burlarse de Argina. También pintó Aracne sobre su lienzo a Neptuno metamorfoseado en toro en la aventura que tuvo con una de las hijas de Eolo; bajo la forma del río Enipeo procreó a Ato y Efialte; en carnero transformado, engañó a Bisálpida; de caballo verdadero sintióle Ceres; de pájaro, en la intriga que tuvo con Meduda, y de delfín con Melanco”.
  • Un castigo: por haber revelado un secreto, por haber traicionado, por haber hecho algún mal, cometido alguna falta, por haber desafiado a un dios o una diosa. Ocirae fue transformada en yegua por haber pronosticado las aventuras de Esculapio: “tú sabrás salvar la vida de los hombres. Tú sabrás arrancar a las almas de los brazos de la misma muerte. Pero porque osarás cumplir este prodigio reservado a los dioses, el rayo de Júpiter, tu abuelo, te quitará el poder y la vida”.
  • Una compensación, una reparación de una injusticia. Por el injusto, envidioso castigo que Juno impuso a Ino, nieta de Venus, y a su esposo Melicerte, por ser felices, Venus rogó a Neptuno reparación: “la gracia que te pido no ignoro que es muy grande… pero confío en tu bondad”, y Neptuno conmovido los convirtió en dioses, a los que desde entonces llamó Leuctora y Palemón.
  • Una pena que requería una auto- transformación: Cianes ruega a Plutón no persiga a Proserpina: ella le ama, él la rechaza y “dejando en el fondo de su corazón tan grande dolor que desde ese momento no cesó de derramar lágrimas, tantas que en agua fue transformada”.
  • Un pedido: las sirenas compañeras de Proserpina, rogaron poder seguirla, y alas y pies de pájaros les nacieron.

¿Es increíble?

“Ninguno dejó de creerlo, ya que los dioses todo lo pueden”

Tal vez no sea así. Y los dioses mismos deben admitirlo.

Llora Venus la muerte del César y pretende dejar “las regiones celestes. Júpiter hubo de detenerla hablándole así: ‘¿Pretendes hija mía, oponerte a la fuerza del Destino?’”.

Hay otro poder, acaso tan poderoso como el Destino que se impone al poder de los dioses.

“Piritoo, que no sentía mucho respeto por los dioses, se mofó de la credulidad de sus compañeros. ‘No habéis hecho otra cosa que contarnos cuentos frívolos y quiméricos. Los dioses, según tú, son tan poderosos que pueden metamorfosearnos a su antojo’”.

¿Se les (nos) puede convencer? Sólo con más historias, más relatos, más “extraordinarias aventuras”: “Lélex, respetable por su edad, tomando la palabra, le dijo: ‘El poder de los dioses no tiene límites, y nada existe que se oponga a su voluntad; y para que no dudes de ello, te voy a contar un caso que te convencerá…”

Una historia y otra historia seguida de otra historia; relatos, narraciones, aventuras: ellas tienen el poder de crear la alquimia que provoque esa otra metamorfosis: la de cambiar lo irreal en real.

“que todo es mudable en el universo”

Y hay otras verdades. Las del sabio de la isla de Samos. “Y ya que entré en esta materia, y que navego, por decirlo así, en pleno mar de la disquisición, os aseguraré que todo es mudable en el universo. No puede volverse atrás el río. No se detiene ni un punto el rápido transcurso de las horas. Una ola empuja a otra. Nunca es presente; siempre es pasado. A la estrellada noche, sucede el Sol. Nunca es igual, si la observáis atentamente, la Luna. Ni en verano se dan los mismos colores que en invierno. Calvo es éste y lleno de frondas está aquel. Pues la misma volubilidad encontraréis en el hombre. De joven, envalentonado, ajeno a las enfermedades. Viejo, asustado de su propia miseria. El aire y fuego, nada pesados, se levantan a las alturas; la tierra y el agua caen empujadas por su misma pesadez. Toda criatura no permanece la misma ni un segundo. la misma ni un segundo. Y cuando pensamos que es consumida, ya se está transformando en una nueva … Por muchos años que mi lengua se moviese sin parar no podría contaros cuántas cosas se mudan en el universo”.

Otras metamorfosis…

Menos fantásticas, menos quiméricas. NI siquiera se las llama ni describe así.

Otras transformaciones. Otro poder de las palabras. No bellas letras, no fruto de la libre imaginación, dadora de la emoción estética. Si no, instrumento de poder. Las mujeres devenidas -nombradas- bacantes (siglos más tarde, brujas): los hombres -cuando Júpiter, Zeus, se entronizan en el Olimpo- quieren prohibirles sus fiestas, se refugian en los bosques: castigan bravamente la intromisión de los hombres y sus prohibiciones; pero, si Agabé es matricida al matar a su hijo Penteo; Agamenon solo se resignó a su rol de rey matando a Ifigenia su hija en bien de la venganza griega contra Troya, o, incluso, en realidad nunca mató a su hija sino que intervino Diana sustituyéndola por una serpiente.

Entonces, para bien y para mal, más que las verdades del sabio, la seguridad de Lélex, el narrador de historias. Acaso entonces, la verdad mayor, sea la del poder de las historias que nos narramos.

(Espasa- Calpe. Traducción del latín por Federico Carlos Sainz de Robles)

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