
A partir de
El ritmo de Harlem de Colson Whitehead
Por “la enorme ciudad secreta”, con las vidas secretas de las personas, va Carney. Va “con el mundo como podría ser contra el mundo como era”. ¿Es esto lo decisivo?
Va con el mundo como podría ser: “soy un emprendedor”.
Pero va bamboleándose, entre esforzados y maleantes; entre oportunidades y una vida de miseria.
Salía de una madre muerta temprano y un padre, Big Mike, malandra. Esforzándose, obtuvo su diploma en Administración en una Universidad. El, un negro de Harlem. Y después su relativamente próspero local de muebles, Muebles Carney. Se casó y tuvo hijos con la hija de una próspera familia negra, que lo despreciaba. Salía de allí, ¿a dónde llegaría?
Le proponen entrar al Club Dumas, exclusivo agrupamiento de los negros de arriba, abogados, banqueros, políticos locales. Imaginaba una vida mejor para él y su familia. El camino individual del esfuerzo y el emprendimiento rendía. Las revueltas de Harlem ante la brutalidad policial, sólo le pasaban por el costado. Aceptó, pagó su cuota, se la quedaron y lo rechazaron. Se vengaría.
Y en ese camino se bamboleaba. “La ciudad lo cogía todo entre sus garras y unas veces estaba en tus manos elegir a dónde ibas a parar, pero otras no”.
Su querido primo Freddie le propuso vender los productos robados en el Hotel Theresa.
“Ojo, Carney, no vayas a partirte en dos”.
Se partió.
Aceptó. Muebles Carney fue también la fachada de negocios ilegales.
¿Pero no está todo partido en dos?
Se eleva tras la ciudad el dilema moral; se nos impone; ¿está en nuestras manos sortearlo? ¿hasta qué punto?
“Muchos delincuentes eran gente esforzada, y mucha gente esforzada quebrantaba la ley”. Y están los maleantes de arriba y los de abajo. Los negros y los blancos.
La Universidad, su diploma en Administración. Muebles Carney. Su familia. ¿Se puede romper la herencia terrible; se puede “surgir”? Muebles Carney, fachada del negocio ilegal. “Carney había heredado de Big Mike la vena delincuente”. Carney, “había invertido muchísimas horas en evitar que una mitad de sí mismo se mezclara con la otra, pero ahora iban a chocar”.
Pero no. No fue la herencia irrompible -había mostrado que podía salirse de allí. Fue, acaso, la ciudad con sus garras. Fue, por encima de eso, la ilusión del camino individual, débil ante la ciudad con sus garras. Pero fue, antes que nada, que andaba, todos lo hacemos, bamboleándonos por la vida, desgarrados, puestos ante dilemas, decisiones morales que debemos tomar una y otra vez.