
Píldoras de la crítica. La novela de Dostoyevski: mito del hombre nuevo. Stefan Zweig
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
“Los héroes de Dostoievski construyen el camino de un mundo nuevo. La novela de Dostoievski es el mito del hombre nuevo y de su nacimiento del seno del alma rusa. Pero un mito, sobre todo un mito nacional, pide fe. No pretendamos, pues, comprender a estos hombres a través del cristal de la razón. Sólo el sentimiento, lo único que hermana, es capaz de comprenderlos. Para el common sense de un inglés o de un norteamericano los cuatro Karamázov son cuatro locos y todo el mundo trágico de Dostoievski es un manicomio. Pues lo que siempre fue y siempre será alfa y omega para las simples y sanas naturalezas terrenales, a saber: ser feliz, a ellos les parece la cosa más indiferente del mundo. Abrid los cincuenta mil libros que Europa produce todos los años. ¿De qué tratan? De cómo ser feliz. Una mujer quiere a un hombre, o alguien quiere ser rico, poderoso y respetado. En Dickens al final de todos los anhelos se halla la idílica casita en el campo llena de alegres niños. En Balzac, el castillo, el título de par y los millones. Y si miramos a nuestro alrededor, en la calle, en los tenduchos, en los cuchitriles y en las salas iluminadas, ¿qué quiere la gente? Vivir contenta, ser feliz, rica y poderosa. ¿Qué personaje de Dostoievski quiere esto? Ninguno. Ni uno solo. No quieren detenerse en ninguna parte: ni siquiera en la felicidad. Todos quieren proseguir, todos tienen ese «corazón superior» que se atormenta. Les da igual ser felices. Les da igual estar satisfechos. Y esos extravagantes desprecian más que desean ser ricos. No quieren nada de lo que desea nuestra humanidad entera. Poseen el uncommon sense. No quieren nada de este mundo.
¿Contentadizos, pues, flemáticos de la vida, indiferentes o ascetas? Todo lo contrario. Los personajes de Dostoievski, ya lo dije, son hombres de un nuevo origen. A pesar de su genialidad y de su entendimiento diamantino, tienen corazón de niño, caprichos de niño: no quieren esto o aquello, sino todo. Y lo quieren todo muy fuerte. Lo bueno y lo malo, lo caliente y lo frío, lo próximo y lo lejano. Son exagerados, desmedidos. He dicho antes que no quieren nada de este mundo. Mal dicho. No quieren nada en particular, sino todo, quieren todo el sentimiento de este mundo, toda su profundidad: la vida. No olvidemos que no son unos blandengues, no son un Lovelace, un Hamlet, un Werther o un René; tienen músculos fuertes y unas ansias brutales de vivir; los hombres de Dostoievski son Karamázov, «fieras de la concupiscencia», dotados de este anhelo de vivir «indecente y fanático» que apura las últimas gotas de la copa antes de estrellarla contra la pared. De todas las cosas buscan el superlativo, el rojo incandescente de la sensación allí donde las aleaciones comunes de lo casual se derriten y no queda más que un sentimiento universal ardiente como la lava; se lanzan a la vida como los locos homicidas afectados de la fiebre de amok, pasan del deseo al arrepentimiento, y de la contrición de nuevo a la acción, del crimen a la confesión y de la confesión al éxtasis, pero recorren todas las callejuelas de su destino hasta el final, hasta que se derrumban, echando espuma por la boca, o hasta que alguien los derriba. ¡Ah, esa sed de vida de todos ellos: toda una joven nación, una nueva humanidad de labios sedientos anhela mundo, saber, verdad! …
De la cuerda eternamente tensa de sus fuerzas se disparan como flechas hacia el cielo, siempre en dirección a lo inalcanzable, siempre apuntando a las estrellas, cada uno de ellos hecho una llama, un fuego de inquietud. E inquietud es tormento. Por eso los héroes de Dostoievski son todos unos grandes dolientes …
Pero así como el rostro de Dostoievski aparece a primera vista tétrico, arcilloso, afligido, rústico y humillado, y sin embargo luego el resplandor de su frente, que irradia por encima del abatimiento, ilumina con la fe lo terrenal de sus rasgos, sus profundidades, así también en su obra la luz espiritual atraviesa con sus rayos la sombría materia. El mundo de Dostoievski parece formado sólo de dolor. Y, sin embargo, la suma de todo el dolor de sus personajes sólo aparentemente es mayor que la contenida en obras de otros autores. Pues, criaturas de Dostoievski, todos estos hombres metamorfosean sus sentimientos, los arrastran y exageran de contraste en contraste. Y el sufrimiento, su propio sufrimiento, es muchas veces su mayor felicidad. Hay algo en ellos que se contrapone diametralmente a la voluptuosidad, al placer de la fortuna, y es el placer del dolor, el goce de la angustia: su sufrimiento es a la vez su dicha; se aferran a él con los dientes, lo calientan en su pecho, lo acarician, lo aman con toda su alma. Y sólo si no lo amaran, serían los hombres más desdichados del mundo. Este trueque, este rabioso y frenético trueque de sentimientos en su interior, este eterno cambio de valores en los hombres de Dostoievski …
¿Qué es su obra sino una serie de historias de apóstoles modernos, leyendas sobre la redención del dolor por el espíritu, de conversiones a la fe en la vida, de caminos del calvario que llevan al conocimiento, de caminos de Damasco a través de nuestro mundo? …
Que se produzca un asesinato o que una mujer se abrase de amor, todo esto carece de importancia, son cosas marginales, bastidores de la escena. Sus novelas se desarrollan en el fondo del hombre, en la estancia del alma, en el mundo del espíritu: los incidentes, los sucesos, los lances de fortuna de la vida exterior sólo son voces guía, tramoya, el marco escénico. La tragedia es siempre interior. Y siempre significa: superación de los obstáculos, lucha por la verdad. Cada uno de sus héroes se pregunta como la misma Rusia: ¿Quién soy? ¿Qué valgo? Se busca a sí mismo o más bien busca el grado superlativo de su ser fuera de la tierra firme, fuera del espacio y del tiempo. Quiere conocerse como el hombre que es ante Dios y quiere declararse como tal. Pues para los hombres de Dostoievski la verdad es más que necesidad, es un exceso, un placer voluptuoso, y la confesión es su goce más sagrado, su espasmo …
El misterio del autoalumbramiento: así llamo a la creación del hombre nuevo en la cosmogonía de Dostoievski”
Ese alumbramiento casi como epifanía es magistral, tiene tanta vigencia esa mirada a lo que somos los seres humanos contemporáneos, que pareciese premonitorio o pitoniso…
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