ARTE Y LITERATURA. Prisiones: sueños que engendran sueños, Piranesi. Coleridge, De Quincey, Yourcener

“Pero el más hermoso de los textos ingleses concerniente a Piranesi no emana de estos dos ricos entendidos; proviene de las Confesiones de un opiómano de De Quincey, o más bien de reminiscencias de Coleridge recogidas por De Quincey. Releámoslo:

Un día en que yo estaba mirando las Antigüedades de Roma de Piranesi en compañía de Coleridge, éste me describió una serie de grabados de este artista titulada los Sueños, en donde pintaba sus propias visiones durante el delirio producido por la fiebre. Algunos de estos grabados (los describo basándome únicamente en el recuerdo de lo que me contó Coleridge) representan unos amplios vestíbulos góticos; formidables artefactos o máquinas: ruedas, cables, catapultas, etc., dan testimonio en ellos de un enorme poder puesto en marcha o de una enorme resistencia superada. Se ve una escalera, que se eleva a lo largo de una muralla, y a Piranesi subiendo a tientas sus peldaños. Un poco más arriba, la escalera se acaba de pronto, sin barandilla alguna y sin ofrecer más salida que la de caer al abismo. Sea lo que fuere del infortunado Piranesi, se supone que de una manera o de otra, sus fatigas terminan ahí. Pero alzad los ojos y veréis una segunda escalera, situada aún más arriba, sobre la que encontramos de nuevo a Piranesi, esta vez de pie en el orde extremo del abismo. Levantad la vista una vez más y vislumbraréis una serie de peldaños aún más vertiginosos y, encima de éstos, al delirante Piranesi prosiguiendo su ambiciosa escalada; y así sucesivamente, hasta que aquellas escaleras infinitas y aquel desesperado Piranesi se pierden juntos por entre las tinieblas de las regiones superiores. Con esa misma capacidad de ilimitado desarrollo crecía la arquitectura de mis sueños, multiplicándose hasta el infinito…

Lo que primero nos llama la atención en esta página admirable, es su entera fidelidad al espíritu de la obra de Piranesi, y luego su extraordinaria infidelidad en cuanto a su exactitud real. El título, en primer lugar, es erróneo, ya que las Prisiones nunca se llamaron Sueños, y es interesante ver a los dos poetas apartar, por decirlo así, del frontón de esos prodigiosos palacios, su apelación de Prisiones. Seguidamente, la imagen de unos vestíbulos góticos, introducida inconscientemente por los dos grandes románticos en ese mundo arquitectónico específicamente romano. Pero, sobre todo, buscaríamos en vano, en las dieciocho planchas que constituyen la serie completa de las Carceri, esa delirante escalera que prosigue su ascensión, interrumpida en algunos tramos por escalones ausentes, y en donde el mismo personaje -que sería Piranesi- reaparece un poco más arriba cada vez, sobre unos nuevos peldaños separados de los anteriores por el abismo. Esta representación, tan característica de cierto tipo de sueños obsesivos, o bien fue Coleridge quien la transmitió a De Quincey, o bien el mismo De Quincey -que nunca había visto con sus propios ojos el álbum de las Prisiones- la insertó después en la descripción que le había hecho Coleridge. Uno u otro se vieron perdonablemente inducidos a error por la misma naturaleza de tan extraño álbum. En efecto, las Prisiones penenecen a ese tipo de obras semi hipnóticas en las que se diría que, entre dos ojeadas, los personajes se han movido, desaparecido o surgido, y que los mismos lugares han cambiado misteriosamente. Las Carceri d’invenzione di G. B. Piranesi han suscitado así, en el autor de Christabel o en el de Suspiria de Profundis, la imagen de una escalera simbólica y de un simbólico Piranesi, más verdaderos que los auténticos, emblemas de su propia ascensión o de su propio vértigo. De este modo se engendran unos a otros los sueños de los hombres”.

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