
Píldoras de la Crítica. Chejov y Maupassant. Irene Nemirovsky
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
“Cuando los críticos rusos querían complacer a Chejov comparaban sus cuentos con los de Maupassant. Maupassant es un artista maravilloso, injustamente desacreditado hoy, pero tenemos que admitir que sus relatos parecen a menudo impecables mecanismos, mientras que los cuentos de Chejov son seres vivos, con los defectos y las cualidades de los seres vivos: la imperfección humana y la misteriosa vibración de la vida. Edmond Jaloux ha dicho con toda exactitud que los mejores cuentos de Maupassant se malogran por su carácter anecdótico, forzado; apuntan a un objetivo, a un resultado. La última frase penetra como una flecha en la mente del lector. Chejov quiere dejar una impresión análoga a la que produce la música. Sus cuentos terminan en tono mayor o en tono menor, mediante una especie de eco límpido y sonoro. Maupassant, Mérimée y otros más, ponen de relieve en sus cuentos un episodio, un acontecimiento único. La multiplicidad de los personajes y de las escenas pertenece a la novela. Esto parece ilógico; de hecho, es arbitrario, como la mayor parte de las reglas artísticas. Cuando en un cuento o en una novela pasa a primer plano un personaje o un hecho, la historia se empobrece; la complejidad, la belleza, la profundidad de lo real depende de los numerosos lazos que van de uno a otro hombre, de una a otra existencia, de una alegría a un dolor. Chejov trata de encerrar mucha experiencia humana en un número restringido de páginas …
Cuando, no obstante, Chejov distingue un personaje entre la multitud, jamás elige para hablarnos de él uno de sus momentos de crisis. Alguien siguió este ejemplo de manera incomparable: Katherine Mansfield. Sin lugar a dudas, es Chejov quien le enseñó el secreto: elegir lo cotidiano, lo común, y no lo excepcional …
Ahora bien; la realidad (salvo en tiempos excepcionales) no es rica en sucesos. El lector se reconoce en la medianía de esas existencias, en esos días monótonos y sin brillo. Se reconoce y se encuentra. Pues demasiado a menudo surge dentro de sí, en los momentos: de crisis, un ser que no es el suyo. Sólo es él, realmente, en el sosiego y el aburrimiento. Finalmente, aunque Chejov nos muestra un hombre durante media página, consigue hacernos percibir su vida interior. Maupassant y Mérimée nos pintan una pasión, un rasgo de carácter, y con eso se contentan …
Los relatos de Chejov son tristes. Eludía el pesimismo y algunos de sus personajes proclaman que «dentro de doscientos o trescientos años la vida será maravillosa». Pero no se puede leer a Chejov un rato largo sin sentir el corazón oprimido. Maupassant es pesimista. Los naturalistas ven la vida de color negro; hay algo de infantil en esta concepción de la existencia, cuando se la compara con la de Chejov. Los héroes de Maupassant sufren porque son pobres, viejos o enfermos. Los motivos de su desesperación son puramente externos. Para Chejov el mal estriba en que la vida, a su entender, no tiene sentido”.