
“Al fin la Luz se decidió a ser ángel,
y un alba dijo: -Es el momento. ¡Sea!
Y la Sabiduría, desdeñando
su alta cuna, pensó: -He aquí mi frente,
mi nueva casa para el pensamiento,
dos bellos ojos dulces reposados
para el mar de la pura inteligencia.
Y la tranquila Gracia delicada
sonrió en su abandono y: -Me abandono
-se dijo- y me disuelvo en la hermosura.
Y al cabo la Belleza total, sola:
-Sueño -ofreció- que me llaméis Leonardo.
Y dio la Luz a luz. Una armonía
Resplandeciente, un deslumbrado orden
en el lecho impecable de las bodas.
El nuevo dios recién nacido orlaba
de un sol impar y par su vida: El Ojo.
Así su nombre, y en su centro, un punto,
pasión, razón y frío: la Pintura.
Bodas de los colores con la ciencia”.