Redención, de León Uris

A partir de

Redención, de León Uris

¿Encarnamos, cada uno de nosotros, una época; cargamos sobre nuestros débiles hombros todo su peso; intentamos, infructuosamente, eludirla?

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La oprimida Irlanda, siglo tras siglo; las hambrunas, las pestes, la emigración forzada, la violencia británica.

La combativa Irlanda, de los fenianos al resurgimiento, del levantamiento de Wolfe Tone en 1798 al Domingo sangriento de Pascua de 1916; de la palabra a las pistolas, una y otra vez; de la esperanza de redención a la derrota; de la rebelión a la colaboración.

La amalgama y el mosaico de la política irlandesa, el Partido Irlandés, el Sinn Fein, la Hermandad Republicana Irlandesa; ulsterianos protestantes de clase media, católicos campesinos y pobres; terratenientes, industriales, escritores, artistas, intelectuales: alianzas, convergencias, divergencias que escapaban a todo texto; la política parlamentaria, las transacciones secretas: el imperecedero choque entre las ilusiones y la realidad.

La iracunda Irlanda, siglo tras siglo.

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Los Larkin.

Los oprimidos Larkin.

Los combativos Larkin.

Los iracundos Larkin.

“Una vida de ira, generación tras generación”.

El abuelo Kilty, “un hombre legendario”, feniano que en la década de 1840 inició la primera huelga de hambre en una cárcel británica. El padre, Tomas, que decidió que los irlandeses votaran a la Lica Campesina, desafiando el temor, llevando a Kevin O’Garvey al Parlamento. Sus hijos, como Liam, que emigró a Nueva Zelanda y prosperó; Dary, que se haría sacerdote; Conor que dirigiría la rama armada clandestina de la Hermandad. Los hijos de Liam, Rory, que admira a Conor, se alista como neozelandés en el ejército británico con el fin de ir a la Irlanda de su familia, y vengar -¿redimir así?- la muerte en acción de Conor.

Y, así, cumplir “el destino de los Larkin”.

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Encarnamos entonces sí, una época.

Hay un destino. Y, por paradójico que pueda parecer, una decisión. Rory -lo había aprendido de Conor, que lo había aprendido de Tomas, que lo traía de Kilty-, se decía con segura templanza y determinación: “Para dar el máximo de mi mismo como ser humano, debes servir a algo más que a ti mismo”. No sólo cargar el peso del mundo, redimirlo; no sólo cargar el peso de la historia de cada cual, redimirla.

“La redención es la mayor de todas las virtudes humanas”.

(Plaza y Janes. Traducción de Gemma Rovira Ortega)

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