Henry, el abuelo de Mona su nieta de diez años, con quien visitaba cada semana un cuadro, temeroso de que perdiera la vista y entonces queriendo que pudiera quedarse con la belleza que la humanidad había producido, visitan esta vez en el Louvre La gitana, de Frans Hals.

“ – Sí, bueno, aunque a mí, me da la impresión de que la gitana se mueve, incluso parece que se da la vuelta.

• Buena objeción, Mona: se vuelve hacia algo o hacia alguien que está fuera del cuadro. No sabemos lo que es, pero sí, evidentemente algo atrae su atención. Y la hace sonreír … en Holanda, en la primera mitad del s. XVII, se pintan muchísimos momentos alegres y populares en los que se divierte la gente sencilla: bailes, comidas, fiestas en las calles o en posadas. Escenas costumbristas, episodios anecdóticos del día a día en los que crepita un franco y cálido goce … esa joven desaliñada de pómulos sonrojados, un poco borracha tal vez y que pertenece a un grupo social marginado (los gitanos) recibe los honores tradicionalmente reservados a los nobles y ricos [un retrato]. Seguramente nunca sabremos quién es: seguirá siendo para siempre una gitana más, pero Frans Hals busca despertar la estima por ella y los suyos”.