
Píldoras de la crítica. Vargas Llosa, su novelística. José Miguel Oviedo
(Apenas un breve extracto para pensar, sin hacer crítica de la crítica, ni hacerse parte de entreveros, ni tener que recorrer estos caminos)
Siempre partiendo de “una profunda exploración formal y estructural que es el sello personal del autor porque guarda una exacta proporción entre lo minucioso y lo desbordante, entre lo lírico y lo épico … impulsada por algo que los lectores también reconocen de inmediato: su fascinación por narrar, crear personajes y tejer historias”, se puede intentar una aproximada periodización (aunque fechada más por énfasis que por fechas) :
- Los ’60. El primer período de sus tres primeras grandes novelas: ‘La ciudad y los perros’ (1963), ‘La casa verde’ (1965), ‘Conversación en La Catedral’ (1969): el contrapunto entre dos ámbitos y acciones; la heterogeneidad, el contraste la multiplicidad de planos; la estructura: interacción entre dos o más historias y el juego de sus divergencias y convergencias; las narraciones sinfónicas con el desarrollo simultáneo de varias historias; el efecto caleidoscopio; la estructura fragmentaria, atrayendo al lector para descubrir él mismo el orden detrás del aparente caos; los vasos comunicantes; el montaje; el diálogo telescópico, el diálogo interior, los tonos y marcas verbales, la composición por círculos concéntricos. En total: “el momento de máxima expansión del esfuerzo de Vargas Llosa por usar el lenguaje novelístico como un universo ficticio que rivaliza en complejidad y riqueza con el mundo real del que emana”.
- Los ’70. Un momento de transición, con dos novelas: ‘Pantaleón y las visitadoras’ (1973) y ‘La tía Julia y el escribidor’ (1977): el repliegue en su ambición abarcadora; el retorno al inicio del contrapunto entre dos historias; y lo nuevo: el humor, la autorreflexión, junto a la transcripción directa de material documental.
- Los ’80 y más allá entreverándose. Más reflexivo. Vehículo ensayístico. Puesta en duda. Reinterpretación. Mayor variedad de propósitos y tonos. En adelante, “su producción reciente se distingue por su amplia variedad de propósitos y tonos … Progresivamente sus novelas han ido adoptando una contextura más reflexiva, polémica y compleja, como vehículo de cuestiones ideológicas, históricas, culturales o artísticas. Ya no le basta la pura dinámica del relato. Su lenguaje narrativo se ha ido alejando de las aventuras hiperactivas e hipertensas del comienzo, y aproximándose al tono del ensayo”. ‘La guerra del fin del mundo’ (1981). ‘Historia de Mayta’ (1984). ‘El paraíso en la otra esquina’ (2003).
- Los ’90, primera mitad de los 2000. Lo político. Lo erótico, lo lúdico: “fiel a su espíritu libertino: el placer es un valor que exalta como la última defensa del hombre concreto contra las restricciones, mentiras y mediocridades de nuestra civilización tecnocrática”; lo libertino en cuanto “hombre que desafía a Dios”, no por la voluptuosidad, de ahí “la invención de novelas como una forma de ‘deicidio’, el supremo gesto humano contra Dios”, y su “novela total” que rivaliza con la realidad. ‘Lituma en los Andes’ (1993). ‘La fiesta del Chivo’ (2000). ‘Elogio de la madrastra’ (1988). ‘Los cuadernos de don Rigoberto’ (1997).
- La segunda mitad de los 2000. La novela ligera con foco en lo amoroso y sentimental. ‘Travesuras de la niña mala’ (2006).
En total, “su visión abría, desde su primera novela, una dirección distinta para el género”. Por eso, sigue perdurando.