Las Traquinias, de Sófocles

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Las Traquinias, de Sófocles

“Mujeres, ¿qué conviene hacer?”, pregunta Deyanira a las traquinias, las muchachas de Traquis donde vivía esperando, ya un año, la vuelta de Heracles su esposo.

“¿Qué conviene hacer?” Pregunta que acciona y detiene a la vez.

De muchacha, ya lo sabía. “hay un proverbio … que dice que, antes de la muerte, no se puede llegar a conocer la vida  de ninguna persona en ninguno de estos dos sentidos, si le va a resultar buena o si le va a resultar mala a uno. Pero yo, incluso antes de bajar al Hades, sé de sobra que la mía es desafortunada y dura, ya que, cuando vivía en casa de mi padre Eneo, tomé al matrimonio un miedo que helaba la sangre”. Porque un monstruo la pretendía.

¿Y qué convenía hacer? Era mujer… debía esperar una resolución.

Heracles la había ganado en feroz combate al monstruo, el río Aqueloo, que a veces se presentaba como toro, a veces como serpiente, a veces con figura humana con cabeza de buey.

Victorioso, vuelve a la patria, a Deyanira, ganada al monstruo, la cruza el río en sus brazos el centauro Neso, que comienza a tocarla. Heracles le dispara mortal flecha, y Neso, antes de morir, aconseja a Deyanira conserve su sangre y con ella podrá, si hiciera falta, hechizar de amor a Heracles.

“¿Qué conviene hacer?” Pregunta que acciona y detiene a la vez.

“En vez de moza recibe el nombre de esposa y adquiere a la vez por la noche su porción de preocupaciones, temblando o bien por el marido o por los hijos”. Y el marido se ha ido y no llega, y pasa ya un año de su partida.

Hizo falta entonces  hechizar de amor a Heracles.

“¿Qué conviene hacer?” Pregunta que acciona y detiene a la vez.

Después de un año, vuelve a la patria. Lo anteceden mensajeros, y, dicen, también unas esclavas ganadas en sus combates. Dicen, porque una de ellas es Yole, no solo una esclava, sino la mujer por la que Heracles arrasó una ciudad. Es el momento de “superar a esa muchacha mediante hechizos y encantamientos sobre Heracles”. Unta con la sangre que conservaba de Neso una manta que envía a Heracles.

Pero, temible augurio, ve que el vello de lana con el que untó la manta al quedar al sol se consumió. Deyanira quedó amargada nuevamente: “…recelo que pronto va a verse que he cometido una calamidad tremenda llevada por una hermosa esperanza .. tal como están las cosas, jamás aconsejaría a nadie concebir proyectos de incierto resultado”.

Su hijo Hilo comprende la calamidad por venir, al inicio la repudia, y después comprende que “cometió errores sin querer”, que “erró al anhelar una cosa buena”.

El “mortífero manto” consumió el cuerpo de Heracles. Decidió entonces Deyanira terminar con su vida.

Antes de morir, Heracles confirmó la profecía: un muerto mataría a un vivo: Muerto Neso, su sangre envenenada y conservada largo tiempo engañosamente, mataba ahora a Heracles.

La pregunta que acciona y que paraliza al mismo tiempo, “¿qué conviene hacer?”, contiene siempre, terriblemente, un incierto resultado, peor todavía: incluso buscando lo mejor puedes encontrarte con lo peor.

(Altaya. Traducción: José Vara Donado)

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