
A partir de
Electra, de Sófocles
“¿Qué vástago había tan amante de su padre?”, y tan enemiga de su madre.
Y cómo no, Clitemnestra, había asesinado a Agamenon y en su trono y en su lecho estaba ahora Egisto ocupando su lugar. Electra se sentía desgraciada. La tenían con su hermana Crisótemis encerradas en la casa familiar, y Orestes, el hermano, no había vuelto desde que Electra lo salvó de Egisto y de su madre entregándolo a un pastor, Ayo.
Ahora Ayo le dice a Orestes que es tiempo de vengar al padre, “lo oportuno ya no es titubear, sino culminar la obra”. Orestes se decide guiado por el oráculo que le indica que “disfrazara con ardides la justa matanza de mi mano”.
Pero nada de esto sabía Electra. Y decidida, resolvió tomar ella la venganza.
El coro le advierte que “he encontrado, por un lado, que está metida de lleno en un destino que no se puede llamar bueno, pero por otro … te estás llevando la palma en el cumplimiento de las normas”.
Crisótemis por su parte, quiere refrenarla: “¿No te das cuenta? Naciste mujer, y no varón”, y le recomienda “rebajarte a los que mandan”.
El coro le advierte los riesgos.
Electra se conoce “no se me oculta mi vehemencia”. Y está decidida, “la provocación violenta de que soy objeto me obliga a actuar así”: “Yo trato de vengar toda las afrentas en honor de nuestro padre”.
No solo cumple las normas, a pesar de las calamidades que podrían esperarla. Es una mujer vehemente, dispuesta a desafiar a los que mandan, dispuesta a desafiar el lugar destinado a la mujer.
(Altaya. Traducción: José Vara Donado)