
Hay cosas
en las que prefiero no
pensar, pero se cruzan
a veces, detrás del dibujo
de dos manos
que unen los dedos
para formar un corazón
que no sigue
latiendo.
La fuerza
que me da
la precariedad del
pasado
agradece
tener un cuerpo.
Desde la cocina, donde trabajo
iluminada por el destello
de mi cuarto
sé que mezclo demasiadas cosas,
la ignorancia
me alimenta de deseo
mientras corto cebollas.
Empecinada
aplico
el séptimo
sentido de la duda
a todas las escalas.
Y añado, por si hiciera falta
esta ausencia de sencillez
¿qué es lo que puede
un cuerpo?
Todo lo que ya
se sabe
la literatura
en combinaciones
aún inexploradas
Gabriela Luzzi, en antología Martes verde
