Dos chicas de Shanghai, de Lisa See

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Dos chicas de Shanghai, de Lisa See

Las tragedias. Golpes de la vida, golpes de la historia. No, no llegaron a Estados Unidos detrás del sueño americano. Su padre cayó en manos de los matones del Clan Verde, y sus hijas, las dos hermanas, Pearl y May, las dos chicas bonitas, modelos para los retratos de artistas, modernas, en el Shanghai de los años ’30, fueron entregadas en matrimonio concertado a Louie que buscaba esposas para sus hijos, Sam y Vernon, que vivía hacía años en Estados Unidos: “vosotras, hijas nuestras, sois nuestro único capital”. Se resistieron.

Pero al matrimonio concertado llegó otra catástrofe: la ocupación japonesa de China. Huyeron con su madre empujadas a dejar su país y ahora sí irse a Estados Unidos.

La fuerza para afrontar tantas tragedias. Y en la huida, encontradas en una aldea por los soldados japoneses, la madre las ocultó y se entregó, Pearl salió del escondite para no dejar sola a su madre y proteger a su hermana menor, y fueron repetidas veces violadas. “Estiro un brazo, cojo la mano a mama. ¿Cómo describir la mirada que intercambiamos? Somos una madre y una hija a las que están violando repetidamente, quizá hasta la muerte. En sus ojos diviso mi nacimiento, las interminables penalidades del amor materno, una ausencia total de esperanza; y en algún lugar muy profundo, más allá de esos ojos vidriosos, una fiereza que jamás había visto”, fiereza que creían del padre, que no estaba.

Fuerza que creían de Pearl, pero fue May la que, muerta la madre, desfallecida su hermana menor, la rescató y condujo a un hospital. Madres y hermanas que se protegen de tantos golpes.

Nuevos inicios, forzosos, nuevas tragedias. Y cruzaron a Hong Kong asediadas por piratas. Y llegaron a Estados Unidos y fueron confinadas y humilladas en Angel Island, hasta obtener la entrada al “país de la libertad”. Y allí fueron asediadas, rechazadas, por ser chinas. Y en la familia Louie, Pearl fue “la palabra cantonesa fu yen, ‘esposa’, que está compuesta por dos elementos. El primero significa mujer, y el otro, escoba. En Shanghai May y yo, teníamos sirvientes. Ahora yo soy la sirvienta”. Y también madre: May tuvo un hijo, pero no había tenido sexo con Vernon en la noche de bodas, Pearl sí con Sam, así que la hija de May, Joy, fue presentada como hija de Pearl. Y crearon, asediados por el rechazo americano, una familia con los Louie, que no eran chinos americanos, sino ilegales, “hijos de papel”, con papeles falsos, viviendo siempre con miedo de ser descubiertos. “Somos wung k’uo un, esclavos de la tierra perdida, que viven para siempre bajo un gobierno extranjero”. Pero “mi hogar está aquí, con esta familia que he forjado con los restos de una tragedia”.

Una tragedia, una detrás de la otra. “Estamos acostumbrados a oír que las historias sobre mujeres carecen de importancia. Al fin y al cabo, ¿qué valor tiene lo que ocurre en el salón, la cocina o el dormitorio? ¿A quién le importan las relaciones entre madres, hijas y hermanas? Nos dicen que los hombres son fuertes y valientes, pero creo que las mujeres saben resistir, aceptar la derrota y soportar el dolor físico y psicológico mejor que los hombres”: los desastres de la familia Louie llegan como cataratas, devastadoras. Los hombres aparentan fortaleza, pero son Pearl, May, y su suegra Yen- yen quienes sostienen todo.

Entonces, tantas tragedias, el destino, que es implacable, ¿de qué otra cosa se trata, si no? Sostienen todo sí. Pero, “me digo que el destino es inevitable y que lo único seguro es la muerte, pero me pregunto por qué el destino tiene que ser tan trágico. Los chinos creemos que podemos hacer muchas cosas para mejorarlo: coser amuletos en la ropa de nuestros hijos, pedir ayuda a los maestros de feng shui para escoger fechas propicias y confiar en la astrología para que nos diga si debemos casarnos con una Rata, un Gallo o un Caballo. Pero, ¿dónde está mi fortuna, el bien que se supone que ha de llegar en forma de felicidad?”.

El destino. “Todavía llevamos dentro los sueños de lo que podría haber sido, de lo que debería haber sido, de lo que desearíamos que todavía pudiera ser”.

El destino. “Lo único que podemos hacer es cumplir lo que nos marca el destino. Eso es, en suma, nuestra bendición y nuestro tormento”.

Otro destino. Joy, alcanzada por las tragedias de su familia, se entera que Pearl no es su madre ni Sam su padre, Sam se suicida acosado por el FBI, que llegó a él por las actividades comunistas mientras estudiaba Historia en la Universidad de Chicago, decide irse a la China de Mao. Pearl, ya con 41 años, 20 de ellos en Estados Unidos, decide ir tras ella, pensando que “me gustaría haber hecho todo de otra forma, pero sé que el resultado habría sido el mismo. En eso consiste el destino. Pero si es cierto que hay cosas que están escritas y que algunas personas son más afortunadas que otras, también he de creer que todavía no he hallado mi destino”.

Vidas escritas, vidas por escribirse, siempre, una y otra vez.

 (Salamandra. Traducción del inglés de Gemma Rovira Ortega)

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