El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez


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El general en su laberinto, de Gabriel García Márquez
 
En los últimos meses de su vida, el general Simón Bolívar emprendería “su último viaje”, de Santa Fe de Bogotá hacia Cartagena de Indias para partir a Europa. Es que, “a  la hora de las cuentas finales, él mismo parecía ser el más sorprendido de su descrédito”. Después de haber conocido la gloria, de ser el más grande entre los libertadores de América cabalgando dos veces la vuelta al mundo, dieciocho mil leguas, “padecía en carne propia aquel adiós de fugitivo”, y para entonces, “la gloria se le había salido del cuerpo”.
Sabremos de “sus desgracias públicas, su mala salud”. Sobre todo, sabremos de la derrota de la desunión de América, su gran, su único objetivo al que le fue enteramente fiel.
Pero este viaje no es el que lo llevó por el río Magdalena y casi a punto de embarcar para dejar atrás América, remontó el río en la última intentona para unirla, y solo encontrarse con otras derrotas, enfureciéndolo, llevándolo a despotricar contra sus generales para después absolverlos: “en todo caso el equivocado soy yo. Ellos sólo querían la independencia, que era algo inmediato y concreto … En cambio yo me he perdido en un sueño buscando algo que no existe”.
Su último viaje fue el que le obligó a admitir que “estoy a merced de un destino que no es el mío”; tal vez; tal vez sea el destino reservado a otros; tal vez tampoco y el laberinto sea aquel sueño.
 

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