
Escribir es un acto religioso: es una forma de ordenar, de modificar, de volver a aprender y volver a amar a las personas y el mundo tal como son y deberían ser. Un dar forma que no se desvanece
Sylvia Plath
La toma de posesión de una «libertad» exterior tan duramente lograda es triste. Pienso en mi vida condensada en un eterno intento de escudriñar mi yo. Libros y más libros. Hay momentos en que desaparece la esencia del libro, quedando solamente su ridículo cuerpecillo. Me veo entonces acariciando nebulosas hojas de papel y me pregunto si valen lo que una mirada humana. Me retuerzo en el interrogante axiológico. Pero ¡no necesito respuesta! Continúo leyendo; paulatinamente, desaparece el físico del libro. Me convierto en el receptáculo de su alma. (¡Oh, amo los libros!)
Alejandra Pizarnik
¿Por qué se escriben Diarios, por qué escriben Diarios los escritores, aquí las escritoras? ¿Se hacen así personajes de estas otras narraciones; crean así otra realidad, o dan cuenta de la realidad que sólo registran aunque sea en parte; es entonces esta realidad que nos narran real, otra ficción, una realidad maravillosa/terrible, acaso nunca apacible? ¿O es la pasión irrefrenable de escribir, esta vez sin tener que dar cuentas a un lector, a una mirada experta, ni a sí mismas pensando en exigencias de estructuras, tramas, personajes, ideas?
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Hay, apenas aquí lo mostraremos, padecimientos, propios de la mujer en esta sociedad, propios de la escritora -Alejandra: el suicidio, Sylvia: la locura, Katherine: la enfermedad, Dana: la pérdida, Gabriela: la incomprensión, Anaïs: la insatisfacción- pero, sobre todo hay, en todas lo encontramos, el anhelo de lo infinito, de lo ilimitado. Anhelo que te hace a la vez, desgraciada, pero también, acaso sobre todo, grande y poderosa. Y es eso tan intensamente particular, tan intensamente individual, y al mismo tiempo, tan común entre escritoras, entre estas escritoras, lo que nos deja entrever que cada una, y cada cual gracias a ellas, lleva consigo una partícula de toda la humanidad.
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Los Diarios, esos pequeños universos en contracción y expansión que somos nosotros mismos, y por eso mismo inasibles, nos llevan ante el abismo de nosotros mismos por medio del abismo de otros, otros que queremos, que admiramos, las escritoras; en este caso: Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik, Katherine Mansfield, Gabriela Mistral, Marguerite Duras, Patricia Highsmith, Anais Nïn, Dana Hart. Hay más, claro, partamos con ellas.
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Inasibles, pequeños universos, abismos personales, únicos y universales al mismo tiempo. Por eso, un modo de adentrarse en ellos es preguntarnos para qué se escriben.
Para qué se escriben. Consideremos lo que las mismas escritoras nos dicen de manera entremezclada en sus Diarios (y contrariamente a como la crítica, en general, sostiene que deben leerse los textos literarios).
Ocho motivos:
I. Siempre, aun en un diario, le estamos hablando a alguien; es hablarle a alguien que es a la vez real e imaginario; es querer que alguien te escuche y te entienda sin tener que decirle nada
[Sylvia Plath: “¿Lo entiendes? ¿Quienquiera que seas, dondequiera que estés, puedes entenderme un poco, quererme un poco?”.
Alejandra Pizarnik: “Esto que escribo lo he de escribir para alguien que no soy yo puesto que yo a mí no me hablo ni me escribo ni tengo el menor interés en hacerlo. ¿Qué? ¿Estar celosa del anónimo destinatario? Si yo escribiera para mí, en amistad con mi delirio, no escribiría, pues si por algo escribo es para que alguien me salve de mí. (Por eso grito desde el balcón y las imágenes de mis poemas son mis hábitos desgarrados o mis ojos peligrosos que yo no puedo ver)”.
Katherine Mansfield: “He releído mi diario. Dime, ¿Dios existe?” – Se pregunta, tras la muerte de su hermano, “querido hermano, mientras apunto estas notas, hablo contigo. ¿A quién iban siempre dirigidos aquellos enormes y quejosos diarios? ¿Tal vez a mí misma? Pero ahora, al escribir estas palabras y hablar de recuperar el ambiente de Nueva Zelanda, te veo frente a mí, veo tus ojos pensativos que tanto entienden. Sí, son para ti”.
Anaïs Nin: “Mi pobre diario, ¡estoy tan enfadada contigo! ¡Te odio! Mi placer por las confidencias me ha vuelto perezosa. Es un placer tan sencillo el de escribir aquí. Y hoy he visto que el diario sí que estorba a mis historias, pues te digo las cosas despreocupadamente, con descuido y sin arte. Todo el mundo te odia. Me has impedido que sea una artista, pero, al mismo tiempo, me mantienes viva como ser humano. Te creé porque necesitaba un amigo. Y al hablar con este amigo, he desperdiciado mi vida. Sin embargo, pobre diario mío, si no te hubiera considerado como el único interesado en lo que me ocurre, nunca habría escrito en absoluto porque, de cara al mundo, un mundo que no me daba nada más que tribulaciones, no podría haberlo hecho. Escribir para un mundo hostil no tenía para mí ningún sentido. ¡Escribir para ti me dio el ambiente cálido que necesito para florecer! Por eso no puedo odiarte, pero ahora que he hecho las paces con el mundo, ahora que puedo dirigirme a él como artista, debo divorciarte de mi trabajo. No abandonarte. No, necesito tu compañía. Incluso después de haber trabajado, humanamente, miro a mi alrededor y ¿con quién puede hablar mi espíritu sin temer la incomprensión? ¿Dónde encontrar serenidad y alivio al dolor? ¡Todo lo demás, por todas partes, es guerra, y todo lo demás exige mucho coraje”].
II. Hablar con uno mismo, desentrañarse, poder entenderse, desahogarse
[Sylvia Plath: “Siempre he hablado: a veces con Mary, o con Eddie, otras conmigo misma, sobre todo conmigo misma”
Alejandra Pizarnik: “Alejandra: tienes cuarenta días de angustia inconfesable. Cuarenta días de soledad ahogada, sin probabilidades de confesarla. Sin un rostro amado a quien quejarse de la desgracia que se prende a tu destino. Alejandra: ese rostro amado es uno solo y se ha ido. Es como si te hubiesen arrancado todo. Es como si te hundiesen en la fría suma de los días para que en ellos te aturdas tratando de olvidar su ausencia. Alejandra: has de luchar terriblemente. Has de luchar tú y este cuadernillo”.
Katherine Mansfield: “Ahora, en realidad, ¿qué es lo que quiero escribir? Me pregunto, ¿soy menos escritora de lo que solía ser? ¿Es mi necesidad de escribir menos urgente? ¿Me sigue pareciendo natural continuar con esta forma de expresión? ¿Ha sido suficiente el lenguaje? ¿Deseo algo más que relatar, que recordar, que tranquilizarme? Hay momentos en que estos pensamientos me medio asustan y casi me convencen. Me digo: estás ahora tan llena de ti misma, del placer de estar viva, de vivir, de aspirar a un mayor sentido de la vida y de un amor más profundo que se te ha consumido lo otro. Pero no, en el fondo no estoy convencida pues en el fondo mi deseo de escribir nunca ha sido tan ardiente” – “Deseo, al comprenderme a mí misma, comprender a los demás”.
Patricia Highsmith: “Va. me dijo el viernes que Schulberg (o Thomas Wolfe) escribió que un hombre que lleva un diario lo hace porque teme decir lo que escribe. Es posible. Es cierto en mi caso. Sea como fuere, quiero seguir mis progresos y regresiones” – “La constante necesidad de encerrarse en una misma, a diario, aunque solo sea durante media hora. Es solo porque la realidad acaba por aburrirme, se vuelve deprimente, trágicamente insatisfactoria. Haber imaginado algo fantástico en mitad de la realidad no es suficiente. Hay que ponerlo por escrito. Y no es solo vanidad. Una teme que, a menos que los nodos que permiten crecer queden fijados, no se desarrollará lo suficiente en la siguiente etapa de crecimiento” – “Ansío escribir y sueño con que surja con la misma facilidad que una telaraña. Ahora sé por qué llevo un diario. No estoy en paz hasta que sigo tirando del hilo hasta el presente. Estoy interesada en analizarme, en intentar descubrir las razones por las que hago tal & cual. No puedo hacerlo sin dejar guisantes secos tras de mí que me ayuden a desandar mis pasos, que señalen una línea recta en la oscuridad”.
Anaïs Nin: “Lo que he amado en la música no es su austeridad, sino esa inflación del sonido, esa amplitud de las notas hinchadas hasta lo extravagante … (Paso esto inmediatamente al libro que escribo. Mi libro y mi diario se pisan constantemente. No puedo divorciarlos ni reconciliarlos. Hago el papel de traidora en ambos. Pero soy más fiel a mi diario. Pongo páginas del diario en el libro, pero nunca páginas del libro en el diario, mostrando así la fidelidad humana a la autenticidad humana del diario)”. – “Esta noche comprendo que el diario es una lucha para fijar y captar a la persona más inaprensible del mundo. Eludo mi propia percepción. No cuento todas mis mentiras; llevaría demasiado tiempo. No puedo escribir concentrándome en mí misma. Mis pensamientos se disparan en mil direcciones”.
Dana Hart, con una peculiaridad: su “Diario de alguien más” es un vaivén entre ficción y realidad -se destina a su publicación, ese “de alguien más”, ¿quién es? ¿autora, personaje, otra?: “Antes sabía quién era, y ahora no podría distinguirme en un mar de gente” – ¿Y dónde está uno, en lo que escribe, en una cotidianeidad aplastante, en ese desplazamiento, en, más que uno u otro lugar, esa cualidad de desplazarse entre uno y otro?: “Sábanas para cambiar. Basura que sacar en cantidades industriales. Todo parece la vida de alguien más, alguien que definitivamente no soy yo”].
[de paso, es una de las cualidades principales que Harold Bloom destaca de Shakespeare: 1) que sus personajes cambian, 2) que lo hacen a través de hablarse a sí mismos (a través de monólogos, o reflexiones sobre lo que han hecho, han pensado o sobre los demás: de su conciencia)].
III. Ejercicios de escritura
[Sylvia Plath: “102. …decido que en cualquier caso, por cansada que esté, por incoherente que resulte, puedo perderme otra hora de sueño para vivir. Si no dispusiera de este tiempo para ser yo misma, para escribir aquí, para estar sola, de algún modo habría perdido, inexplicablemente, una parte de mi integridad. Por el momento lo que he escrito es más bien pobre y bastante poco convincente, es el producto de una muchacha sin imaginación, preocupada por sí misma, chapoteando siempre en las aguas poco profundas de su propio pensamiento limitado. Para excusarse dice que se trata de ejercicios de escritura, una forma de practicar la propia expresión, de tomar notas para futuros relatos. Sin embargo, en el tiovivo del tiempo apenas es posible reflexionar e intentar recordar los detalles. De hecho, si una no dispone de imaginación para crear personajes, para urdir tramas, no sirve de nada anotar fragmentos de vida o retazos de conversación, porque por sí solos están aislados y carecen de sentido. Solo cuando los retales se integran en un todo artístico, en un marco de referencia, cobran pleno sentido y merecen alguna atención. De modo que piensa y trabaja, piensa y trabaja” – “Es imposible ‘reproducir la vida’ si no tomo notas en mis cuadernos” (tendrá distintas opiniones sobre qué tipo de escritura escribir, como ya veremos).
Alejandra Pizarnik: “Escribir y escribir. Siento un placer casi morboso al escribir estas sensaciones. Por nada del mundo quisiera estar en otra parte ni en otro ser” – “¡Oh, quién fuera un escritor verdadero, consagrado a su vocación y sólo a su vocación! Hay momentos en los que Dickens se siente dominado por una fuerza que le impulsa a escribir y está como transportado. Ésta es la dicha perfecta. Ciertamente, los escritores de hoy no la poseen. ¡Oh, vida, acéptame! ¡Haz que sea digna de ti! ¡Enséñame!”
Katherine Mansfield, tras la muerte de su hermano, acosada por los dolores de sus enfermedades, preguntándose sobre si seguir o no escribiendo; decide que sí, “solo la forma que escogería para hacerlo ha cambiado totalmente. Ya no me preocupa la misma apariencia de las cosas. Las personas que vivieron y que yo deseaba llevar a mis relatos me han dejado de interesar. Las tramas de mis relatos me dejan perfectamente fría. No pongo en duda que todas estas personas existen y que todas sus diferencias, complejidades y resoluciones son verdaderas para ellos, pero ¿por qué debería yo escribir sobre ellos? No los siento próximos. Se han cortado completamente todos los falsos hilos que me vinculaban a ellos. Ahora, ahora quiero escribir recuerdos de mi propio país. Sí, quiero escribir sobre mi país hasta que agote mi bagaje. No solo porque es una «deuda sagrada» que debo a mi país, porque allí nacimos mi hermano y yo, sino también porque en mi pensamiento recorro con él todos los lugares de la memoria. Nunca estoy muy lejos de ellos. Deseo ardientemente renovarlos en la escritura. ¡Ah! Las personas —las personas que allí quisimos— también sobre ellas deseo escribir. Otra ‘deuda de amor’ … También quiero escribir poesía. En el umbral de la poesía me encuentro siempre temblando … Pero sobre todo te quiero escribir un tipo de elegía larga… tal vez no en verso. Quizá, tampoco en prosa. Casi seguro será un tipo de prosa especial”.
Anaïs Nin: “… que eludo la gran obra final de mi arte, que la evito con mi diario. No es que crea que debo dejar el diario, sino que, simplemente, un problema desplaza al otro y que el arte debe eclipsar al diario. El diario es una huida de mi problema artístico, me facilita lo que me falta de comunicación con los demás, la camaradería, pero ahora experimento la necesidad de hacerlo más artístico o convertirlo en un cuaderno de apuntes para mi obra creativa” – “La virulencia de Bradley ha tenido el efecto de acentuar mi conciencia del rasgo de anotación que distingue a mi diario. Quizá mis enemigos digan que lo que presento como literatura son anotaciones. Mi vida ha sido una larga serie de anotaciones y el resultado ha sido escribir poco. Le debo a Bradley haberme dado cuenta de esto” – “Terminé la novela. Sólo necesita unos pequeños retoques y las correcciones de Henry. De mil páginas del diario ha salido una novela corta. Mucho del diario queda eliminado por el arte. Vamos a ver en qué se convierte «El Doble», que es la experiencia que sigue al episodio de Henry-y-June. Es más breve en el diario y más extenso en literatura”].
IV. Algo especifico en los Diarios de Escritoras, y que hace a un debate actual sobre la literatura escrita por mujeres: se trata un acto de afirmación como mujer ante el avasallamiento de un marido y el matrimonio: un lugar propio, que nada lo invada; una versión del “cuarto propio de Virginia Woolf; un acto de resistencia anti-patriarcal
[Sylvia Plath: “Mi mayor problema, que nace de un amor propio elemental y egoísta, son los celos. Tengo celos de los hombres: es una envidia sutil y peligrosa capaz de corroer, me temo, cualquier relación. Es una envidia que nace del deseo de ser activa y hacer cosas, de no querer ser pasiva y limitarme a escuchar. Envidio a los hombres la libertad física para llevar una doble vida, para dedicarse a su carrera y a su vida sexual y familiar … La única salida (¿resulto muy freudiana?) a mi situación actual es, desde mi punto de vista, intentar mantener una parte de mi vida protegida y separada de la vida de mi futuro compañero y de todos los compañeros que llegue a tener. No solo soy celosa, también soy vanidosa y soberbia. No permitiré que mi vida quede supeditada a la de mi marido … Así que ¡tengo que decidir un par de cosas! ¿Soy capaz de escribir? ¿Llegaré a escribir si practico lo suficiente? Y en cualquier caso ¿cuánto debo sacrificar a la escritura antes de descubrir si valgo? Sobre todo, ¿PUEDE UNA MUJER EGOÍSTA, EGOCÉNTRICA, CELOSA Y SIN IMAGINACIÓN ESCRIBIR ALGUNA CONDENADA COSA QUE MEREZCA LA PENA? ¿Debería sublimar (¡caramba, palabras no te faltan!) mi egoísmo ayudando a otras personas por medio de algún trabajo social o algo parecido? ¿Llegaría entonces a ser más sensible con los otros y a comprender sus problemas? ¿Conseguiría escribir sinceramente sobre otras personas y no únicamente sobre una adolescente alta y ensimismada? Para evitar hundirme en la rutina de mi propia clase social debo tratar con personas que tengan vidas muy diversas. No permitiré que mi horizonte de relaciones quede limitado a la profesión de mi marido. No obstante, ya sé que esto es lo que ocurrirá si no dispongo de una salida… tanto da cuál sea”
Alejandra Pizarnik: “Yo aspiro a realizarme. Cuento para ello con mis dotes literarias. Pero… ¿y si no serían [sic] notables? ¿Si no son más que producto de mi mente confusa y de mi experiencia promiscua? ¿Si no son más que elementos extraídos de mi ser semiarruinado, gastado, que resultan sorprendentes debido a mi edad física? Entonces no sólo erré la elección sino que no me realizaré por el camino más natural y sencillo de toda mujer: ¡los hijos! ¡Entonces sería más que frustrada!”.
Patricia Highsmith, con una variante, al no estar sometida a relaciones con hombres, pero sí abrumada por los sufrimientos de las relaciones amorosas: el “cuarto propio” es la propia interioridad: “estar dirigida hacia el interior (ser ambiciosa, idealista, estar motivada, llevar un diario)”.
Anaïs Nin, con otra variante, una especie de libres ataduras, que igualmente rechaza: “Noche de histeria en les Marronniers. Elegir entre quedarme en medio de la habitación y romper a llorar histéricamente, o escribir. La sensación de que, para abandonar mi ceguera, voy a declararme en rebeldía furiosa y salvaje contra mi vida, contra la dominación que en ella ejerce la ternura de Hugh, la dominación de mi Padre, mi deseo de ser una artista libre con Henry, mi miedo a no ser físicamente fuerte para serlo, mi deseo de enloquecer. Miedo a la furia de mi fiebre y desesperación, a mi excesiva melancolía. Miedo a volverme loca. Entonces me siento ante la máquina de escribir y me digo: Escribe, mujer débil; escribe, mujer loca, saca afuera tus miserias, tus entrañas, vierte afuera lo que te atasca, grita obscenamente. Qué es la rebelión sino una forma negativa de vivir. Crucifica a tu Padre. Y es la mujer maldita que llevo dentro la causante de la locura, la mujer con su amante, su dedicación y sus cadenas. Oh, ser libre, ser masculina, puramente artista. Ocuparse sólo del arte”; es que, además, “como me doy cuenta del fervor con que me pierdo en los seres que amo, me esfuerzo en distinguir entre mí misma y Henry, en desenmarañar su trabajo del mío cuando se confunden. Debo salvar mi individualidad. El amor devora a la artista. ¿Es una buena señal?”].
V. Porque hay mandatos, y como todo mandato, limita. En el Diario hay mayor libertad. En esos mandatos se determina sobre lo que se puede o no se puede escribir, sobre quién (hombre o mujer) puede o no puede escribir
[Sylvia Plath: “Si fuera hombre podría escribir una novela sobre lo que me ocurre, pero ¿por qué, siendo mujer, solo puedo llorar y esperar?”. Y más, se permite “el diálogo entre mi vida y lo que escribo”; se permite decirse “la necesidad central de mi naturaleza: ser elocuente, elaborar el torrente de experiencias que me abruman, me paralizan, me saturan desde hace cinco años e incluso antes”.
Alejandra Pizarnik: “Pensar en la novela, o en las cartas a Andrea. Convencerse de la importancia secundaria del argumento. Lo esencial son los trozos de caracteres. Tiemblo por mi subjetividad. Desconfío de mi constancia. ¿Cómo podría lograr llegar hasta el fin? Pienso que actualmente todo argumento sería autobiográfico. No tengo el menor deseo de crear seres felices, ni países que no he visto ni situaciones en que no intervine. Tal es mi egoísmo o lo que sea” – “Acá. Sí. Con la pluma y el llanto que nutre conmovedor la savia de mi escritura. ¡Sola! ¡Gritaré aterrada mi soledad! Gimo. Lloro. ¡Tengo tanto miedo! Cierro los ojos. Era necesario. ¡Quiero escribir! ¿Qué? Aún no sé… Necesito ordenar mis ideas. Lavar mi frivolidad, pues aún quedan restos. Por más tenaz que sea cada poema en asegurarme que no escribo bien, que no tengo condiciones para ello, persisto. Persisto pues es lo último que me queda. Persisto pues si no escribo, soy un ser reventado. Escribo por exigencia vital” – “Escribo, escribo. ¿A esto llamas escribir? ¿Y la novela? ¡Tiempo para madurar! Orden. Coherencia. Disciplina. Gradual reparto del tiempo” – “Vuelve la obsesiva —o siniestra— necesidad de escribir una novela. ¿Y por qué no la escribo, entonces? Seguramente porque me siento culpable de no estar en el mundo. Esto es difícil de comprender. No obstante, observo con risueño dramatismo que mi vocación literaria oscila entre los poemas metafísicos, los diarios o confesiones que expresarán mi búsqueda de posibilidades de vivir (lo que no contradice con los poemas) y —ahora viene lo peor— una suerte de teatro de títeres en el que todo el mundo revienta de risa. Pero la aspiración oculta es ésta: la historia de una muchacha, es decir, una suerte de «retrato de la artista adolescente», novela que debiera reflejarme, a mí y a mis circunstancias. Dos cosas me maniatan: la ausencia de confianza en mis instrumentos (estilo, lenguaje, dominio de los diálogos) y el desconocimiento cabal de mis circunstancias. No es esto todo. Hay también un gran deseo de dormir y de no despertar jamás”.
Anaïs Nin: “Mucho de lo que leo de Rank ilumina lo que yo pensaba del artista. ¡Qué esfuerzos hago para entender! Hay momentos, cuando Henry me habla, en que me siento verdaderamente cansada, como mujer que se esfuerza por entender los conocimientos más difíciles. Tiemblo pensando que un día fallará mi mente, que no estará a su altura. Sin embargo, como Louise, tengo la sensación de que puedo llegar a entender todo, de que a la edad de Rank podré escribir un libro como el suyo [sobre la psicología del artista], pero soy mujer, lo sé, y la mente de la mujer es imperfecta o, mejor dicho, es insuficiente. No debiera ser tan ambiciosa. Mi ambición me agota. Necesito que Rank, Henry y Allendy hagan las grandes tareas. Yo haré mi tarea de mujer” – “Reboso. Hablo demasiado. Amo demasiado. Necesito trabajar. Me gusta la confusión de mi cabeza, porque un torbellino de sentimientos confunde mi mente y destruye su dominio. Quiero vivir de mis sentimientos. Artística y humanamente, son mejores que mis análisis. Sin comentarios. El análisis está muerto. Mientras copio mi diario para Bradley, me voy dando cuenta de que mis sentimientos eran lo más inteligente que tengo. Cuando me dejo fluir soy más sabia. Si reflexiono, si analizo, no soy tan buena como Gide o Proust”].
Y hay, al mismo tiempo, ese algo distinto pero convergente, un deseo de universalidad:
Sylvia Plath: “¿Frustrada? Sí. ¿Por qué? Porque me resulta imposible ser Dios, o el hombre y la mujer universales, o cualquier otra cosa importante”.
Alejandra Pizarnik: “Quisiera pensar en algo sublime. En el nacimiento del hombre, en los sacrificios de Oriente, en el asta de la bandera de Etiopía. Quisiera electrizar mis ojos y sacudirles su inercia doméstica. Quisiera levantar mis piernas, manchar el cielorraso, arrodillarme junto a un sapo ahogado, clasificar los tonos de un pétalo, registrar los bolsillos del rey de Suecia, distinguir al tacto los cuatro reinos animal, vegetal, mineral y humano, revivir los éxtasis de Juana de Arco exhalando albores para destruir el fuego, recoger las mieses de una chacra irlandesa, pasear a hurtadillas por la nieve muda de Siberia, regatear bambú en un kiosco chino, sonreír al simio en la negrodorada noche de un ukelele sorbiendo un coco de la isla de Hawai, elevar los párpados, subir a lo más alto, agitar los brazos como campanillas estremecidas y gritar a todo: ¡Soy universal!)”].
(¿Una limitación? Un don, más bien: elaborar literariamente la propia vida. Porque, volveremos sobre esto más adelante, hay una partícula de universalidad en cada individuo particular).
VI. Algo más, otra cosa que un ejercicio literario: escribir la novela de uno mismo: escribirse como personaje literario
[Alejandra Pizarnik: “DOLOR ¡Llorar! Se acarició el rostro. Sentía una profunda tristeza por su tristeza. ¡Llorar! Naufragaba en un mar melancólico; hondamente, llanamente, melancólico … Con sumo ingenio, sus resortes angustiosos se entretenían en escribir sobre la superficie de su alma. Escribían NADA, con grandes caracteres luminosos, NADA imborrable y dolorosa, NADA desde lo más profundo de su alma. ¡NADA! Siguió pensando en la muerte. La tinta de la pluma languidecía, por lo que ella dijo: ‘¡Maldita lapicera!’. Y rompió a llorar” – “Hablar de sí en un libro es transformarse en palabras, en lenguaje. Decir yo es anonadarse, volverse un pronombre, algo que está fuera de mí”.
Anaïs Nin: “Necesito muchos días para aliviar un poco mi vida o para moverme dentro de mi diario, de mi historia” – “Le pregunté a Henry si estaba molesto con mi diario: ‘No —me contestó—, porque lo normal es que yo convierta a los demás en personajes de mis libros, y me gusta que lo hagan conmigo también. ¡Por supuesto, quizá sea porque hasta ahora he sido un personaje muy halagador!’”].
VII. Directamente, una forma literaria diferenciada, destinada a la publicación
[Alejandra Pizarnik: “Pensando sobre la obra literaria. Lo mejor que se me ocurre es una especie de diario dirigido a (supongamos, Andrea). Es decir, no serían cartas ni un diario común. Podría estar dividido en dos o tres partes. Una dedicada al amor, la otra a la angustia, la tercera a mon dieu!, acá ya sería cuestión de resolverse, de elegir: o captar al mundo o rechazarlo. ¡No! No podré realizarlo debido a mi heart with two faces (hoy lo acepto, mañana lo rechazo). Sería cuestión de escribirlo todo en una noche. ¡Imposible! (Seguiremos haciendo poemas.)” (de sus propios Diarios llegó a publicar algunos fragmentos, y pensaba en publicarlos enteramente)
Katherine Mansfield: “Y por fin quiero escribir una especie de libro de notas mínimo [que sería este Diario], para que se publique algún día. Eso es todo. Nada de novelas, ni relatos de problemas, nada que no sea simple, abierto”.
Patricia Highsmith: “¡Atención, futuros lectores! ¡Este diario debería compararse simultáneamente con mis cuadernos, de manera que nadie se lleve la impresión de que escribo solo sobre asuntos mundanos!”.
Gabriela Mistral: “Lo mejor y lo peor que he recibido en mi larga vida está en unos Cuadernos que se leerán a mi muerte. Entonces sabrán los míos -de allá adentro muchas cosas, y entenderán mi ausencia del país”.
Anaïs Nin: “Esto no va. No puedo reescribir mi infancia porque ya la he escrito. Así que tuve la idea, mientras hablaba con Henry, de traducir el volumen uno del diario [iniciado en francés en 1914] al inglés. Publicar el volumen uno y, luego, veinte años más tarde, la historia reciente del Doble, en forma de diario. Me enfrento con los mayores problemas técnicos. Alentada por la viva admiración que siente Bradley”].
VIII. El lugar, también, de lo realmente íntimo, de lo prohibido, de lo condenable, que también es parte de la vida -acaso no, salvo alguna excepción, de la literatura-, ya sea que al mismo tiempo sea dado a leer mientras se va escribiendo, como un texto destinado a la publicación, póstuma o no
[Anaïs Nin: “Habría querido terminar mi diario sin la confesión de un amor prohibido. Por lo menos, quería que mi amor incestuoso quedara sin escribir. Había prometido a mi Padre el más absoluto secreto. Pero una noche, aquí en el hotel, cuando me di cuenta de que no había nadie para hablarle de mi Padre, me sentí ahogada. Y empecé a escribir otra vez, mientras Henry leía a mi lado. Era inevitable. No podía eliminar mi diario cuando alcanzaba el clímax de mi vida, en el preciso momento en que más lo necesitaba para conservar mi sinceridad, por grande que fuera mi crimen. Todo me asfixiaba. Necesitaba aire, necesitaba liberarme. De nuevo debo conseguir mi liberación, esta vez sola. Nadie puede enseñarme a gozar de mi trágico amor incestuoso, a quitarme las últimas cadenas de culpabilidad. Y mi diario me aparta de la locura. Necesito este orden. Estoy más enferma, más neurótica que nunca y debo conservar mi equilibrio … El diario ha completado siempre las insuficiencias de los seres humanos”].
***
Cabría la discusión, creería que vana, sobre si se escriben para ser publicados o no, por tanto, cuánto hay de sincero o no, de ficción o de realidad. Es vano. Están hechos de ficción y de realidad, casi tanto como el texto de ficción destinado a la publicación; probablemente varíe el grado de ocultación o de mostración de los demonios que acosan a cada escritora, a cada escritor, a cada persona a través de quienes escriben; casi tanto como esa explosión de escrituras del yo que son hoy las redes sociales que nos dicen algo que, debatido y analizado -eso de la exposición-, tal vez todavía no terminemos de entender; tal vez porque, como la lectura de los Diarios tradicionales, incomodan, inquietan; acaso incomodan e inquietan porque cuestionan, acaso porque ponen ante un espejo, ante, como decíamos, el abismo de uno mismo a través del abismo de los demás. Están hechos de descripciones de cosas cotidianas, de fantasías, de reflexiones, de críticas, de opiniones, de análisis, de emociones.
Si, es vana discusión. Es un diálogo a cielo abierto entre vida y literatura. No le da valor literario sólo -y de todos modos en estos textos lo encontramos- la forma, la belleza de la forma, la estructura encontrada, la profusión de palabras, los recursos: imágenes, metáforas, sueños; sino, también, la denostada “anécdota”, ¡y la visión que la envuelve!, en este caso, la propia vida, lo que se elige escribir de la propia vida, y en esa elección, y en la decisión de ponerla por escrito, y hacerlo de aquellas precisas maneras, hay también literatura.
[Sylvia Plath: “El diálogo entre mi vida y lo que escribo siempre corre el peligro de deslizarse sinuosamente de la responsabilidad a la racionalización exculpatoria. Dicho de otro modo, durante mucho tiempo he justificado el desastre en que he convertido mi vida diciendo que al escribir sobre ella le otorgaba orden, forma, belleza; he justificado lo que escribo diciendo que me publicarían y eso me daría vida (y le daría prestigio a mi vida). Pero por algún sitio hay que empezar, y no estaría mal empezar por la vida, por creer en mí, con todas mis limitaciones, y por luchar infatigablemente para superarlas una a una: por ejemplo, con los idiomas, aprender francés, renunciar al italiano (conocer mal tres lenguas es puro diletantismo) y volver al alemán, hasta que los domine. Buscar la solidez”
Alejandra Pizarnik: “Vuelve la obsesiva —o siniestra— necesidad de escribir una novela. ¿Y por qué no la escribo, entonces? Seguramente porque me siento culpable de no estar en el mundo. Esto es difícil de comprender. No obstante, observo con risueño dramatismo que mi vocación literaria oscila entre los poemas metafísicos, los diarios o confesiones que expresarán mi búsqueda de posibilidades de vivir (lo que no contradice con los poemas) y —ahora viene lo peor— una suerte de teatro de títeres en el que todo el mundo revienta de risa. Pero la aspiración oculta es ésta: la historia de una muchacha, es decir, una suerte de «retrato de la artista adolescente», novela que debiera reflejarme, a mí y a mis circunstancias. Dos cosas me maniatan: la ausencia de confianza en mis instrumentos (estilo, lenguaje, dominio de los diálogos) y el desconocimiento cabal de mis circunstancias. No es esto todo. Hay también un gran deseo de dormir y de no despertar jamás”
Katherine Mansfield, acosada por sus enfermedades: “Hay tanto que hacer y hago tan poco. La vida aquí sería casi perfecta si trabajara siempre que pretendo estar haciéndolo. Y no debe ser demasiado difícil. Mira los relatos que esperan y esperan justo en el umbral. ¿Por qué no les permito la entrada? Y enseguida se verían sustituidos por otros que están al acecho justo ahí fuera; esperando su oportunidad. Día siguiente. Pero pongamos esta mañana por ejemplo. No deseo escribir nada. El día está gris; pesado y monótono. Y los relatos parecen irreales, como si no mereciera la pena escribirlos. No quiero escribir; quiero vivir. Es extraño este hábito mío de ser locuaz. Y no tengo ninguna intención de que ningún ojo salvo el mío lea esto. Esto es verdaderamente privado.
Marguerite Duras: “He encontrado este diario en dos cuadernos de los armarios azules de Neauphle-le-Cháteau. No guardo ningún recuerdo de haberlo escrito. Sé que lo he hecho, que soy yo quien lo ha escrito, reconozco mi letra y el detalle de lo que cuento, vuelvo a ver el lugar, la Gare d’Orsay, los trayectos, pero no me veo escribiendo este diario. ¿Cuándo lo escribí, en qué año, a qué hora del día, en qué casa? No sé nada … escribir esta cosa a la que aún no sé dar un nombre y que me asusta cuando la releo … Me he encontrado ante páginas regularmente llenas de una letra pequeña extraordinariamente regular y serena. Me he encontrado ante un desorden fenomenal de pensamientos y sentimientos que no me he atrevido a tocar y comparado con el cual la literatura me ha avergonzado”.
Patricia Highsmith, aunque aquí con tan solo veinte años, algo que podría decirse que mantuvo a lo largo del tiempo: “Estoy hambrienta de literatura, de libros, del mismo modo que mi cuerpo estaba hambriento hace uno o dos meses. Estoy hecha de dos apetitos: amor y pensamiento. Entre ambos, pueden llevarme a cualquier parte, ya sabes” – “Decisión: no esperar nunca, nunca, una vida emocional tranquila y, sobre todo, no contar nunca con ella como requisito para escribir. En consecuencia, mantener la vida emocional al margen de la escritura y, por tanto, de mi vida en sí. La ‘vida emocional’: ¡el bache en el camino que es imposible alisar!”.
Anaïs Nin, escribiendo un libro sobre Henry Miller y su mujer June, amante de ambos y, nos dice, creándolos -también- en la vida real como quieren ser: “Soy una escritora de páginas fantásticas, pero no sé cómo vivirlas … Mi obra, pues, en primer lugar. Tambaleante mi poder como artista, ¿qué otro poder me queda? Mi estímulo natural, mi vitalidad, mi verdadera imaginación, mi salud, mi vida creativa” – “siempre tentada por lo inalcanzable y lo difícil. Y me siento herida en el proceso de la creación humana: siempre que quiero crear seres humanos, me siento humanamente herida. Cuando creo artísticamente nunca sufro daño” – “Ahora, dijo, el círculo ampliado de mi invención de la vida coincide con el círculo de mi trabajo, los dos se funden en uno. Ahora quiero vivir como escribo en el diario y escribir como vivo”].
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¿Y si se escriben y publican inmediatamente? Es el caso, por ejemplo, de Dana Hart. ¿Rompe las reglas del género, si existiera hoy tal cosa? ¿Une lo que devino un género con una época de redes sociales? ¿Posibilita las escrituras diversas, en una irrupción de escrituras varias escritas por mujeres, multiplicando la habitación propia de Virginia Woolf (aunque sin las 500 libras)?
Más allá del género en que se pueda o no encasillar un texto como un Diario, hay algo que subyace incómodamente: esa remanida pero siempre presente relación entre lo personal y lo político, y la decisión de destinarlo a la publicación, inmediata o no, podemos relacionarla con esto. Pocas, menciones, casi ninguna, se encuentran en los Diarios de escritoras que estamos revisando a la política, a los hechos del presente. Pero no es así en todos los casos.
[Marguerite Duras, en los años finales de la Segunda Guerra Mundial, esperando saber si su marido habrá sobrevivido a Buchenwald y si volverá: “En mí ya no hay lugar para la primera línea de los libros que se han escrito. Todos los libros están retrasados respecto a madame Bordes y a mí. Somos la vanguardia en un combate sin nombre, sin armas, sin sangre vertida, sin gloria, la vanguardia de la espera. Detrás de nosotros está la civilización en cenizas, y todo el pensamiento, el atesorado desde hace siglos”
Patricia Highsmith, en 1941, a sus 20 años, después se mostraría distanciada de la política y los acontecimientos del mundo para volver sobre ellos los últimos años: “Compré entradas para el homenaje a Lenin en el Madison Square Garden … Quería empezar Anna Karénina, pero tengo un libro nuevo, El poder soviético [de Hewlett Johnson], encima de la mesa, bien bonito: ¡¿Cómo va a leer uno Anna Karénina con los tiempos que corren?! ¡Ay, estoy soñando! Me gustaría viajar a Rusia con [Babs] B. Estos días no volverán. Soy exactamente como una persona en 1917 en América. ¿Qué debería haber leído? Nada salvo textos sobre la guerra. Todo lo demás es evasión”. (Aunque muy poco después sea lo contrario: “¡Trabajo! ¡Trabajo! Ni siquiera leo la prensa. Se hundió un barco. 190 americanos. Hitler, quizá. Todo el mundo habla de la victoria de Alemania. Acabamos de entrar en guerra”, está allí presente la realidad).
Gabriela Mistral: “Amo esa legión fatídica de la Humanidad que forma su faz negra: el Pueblo. Lo amo porque le conozco. Le compadezco porque sé de sus lágrimas, porque he compartido su cáliz y he visto los dramas, indescriptibles de horror, en todos los cuales la Miseria lleva el primer papel, realizados en esa caverna pestilente, negra y fría que se llama el suburbio. Ni aun sus crímenes me le hacen repulsivo. Todos ellos tienen un solo nombre: Hambre … La instrucción de la mujer es una obra magna que lleva en sí la reforma completa de todo un sexo” – Joven con 17 años: “Creo que yo recibí una misión en este pedazo de tierra: alejar del materialismo filosófico a algunos que más tarde tendrán actuación intensa en artes o educación”.
Dana Hart, en quien la realidad, la cotidiana y la mundial es parte orgánica de sus textos -por eso, en otro de sus textos nos dice clausewitzianamente que “la literatura es la continuación de la política por otros medios”-: “De vuelta en mi casa, reviso las noticias. Hay amenazas de despido por todas partes. Hasta Disney entró en paros y asambleas. Elon Musk dijo recientemente que habrá una ola de desempleos producto de las nuevas Inteligencias Artificiales. ¡Desempleo masivo! Así que no es de extrañar que se pongan en tensión muchas corrientes subterráneas”.].
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Podemos vislumbrar “los demonios”, las obsesiones que las acosan como escritoras. Rasgos del carácter -un aspecto solamente, que podemos encontrar repetidos en algunas de nuestras escritoras- que estén, acaso, en la necesidad, el impulso, el mandato, de escribir, y escribir.
[Sylvia Plath: “Los días como hoy hacen que me sienta estúpida por desear algo más … Me gustaría ser todo el mundo, un tullido, un hombre agónico, una puta, y luego volver para escribir sobre mis pensamientos, mis emociones, metida en la piel de esa persona … nunca es suficiente, nunca … Quizá por eso quiero ser todo el mundo … No estoy satisfecha porque lo que me ha tocado, como a todo el mundo, es limitado … ¿Frustrada? Sí. ¿Por qué? Porque me resulta imposible ser Dios, o el hombre y la mujer universales, o cualquier otra cosa importante”.
Alejandra Pizarnik: “Los anhelos vierten su sed infinita en mi cáustica, desconcertada interioridad” – “Pero ¿cómo apoderarme del sol?, ¿cómo obligar al amor?, ¿cómo colmar esta carencia de infinito?
Katherine Mansfield: “No debo olvidar mi timidez ante las puertas cerradas. Mi titubeo sobre si voy a llamar demasiado alto o no lo suficientemente alto… Es muy, muy, muy profundo. De hecho es lo que ‘explica’ el fracaso de K. M. como escritora hasta el presente” – “¿Por qué, por qué no hay nada ilimitado? ¿Por qué me preocupo todos los días de mi vida por la proximidad de la muerte y por su inevitable existencia? Estoy verdaderamente angustiada por esta cuestión. Y no soy capaz de hablar de ello. Si se lo digo a J., se siente muy infeliz. Si no se lo digo, tengo que luchar sola. Estoy cansada de la batalla. Nadie sabe lo cansada que estoy”.
Patricia Highsmith: “Entusiasmo. Este es el Dios en el artista que hace de él un dios. El artista dice: «Fiat lux!» y se hace la luz” – “Ansío vivir muchísimas vidas, eso es. Seré muchísimas personas distintas antes de morir … Escribir, claro está, es un sustitutivo de la vida que no puedo vivir, que soy incapaz de vivir. Toda la vida, para mí, es una búsqueda de la dieta equilibrada, que no existe. Para mí” – “Tengo muy clara la principal razón por la que escribo. Mi propia vida, por interesante que intente hacerla viajando y demás, siempre me resulta aburrida, periódicamente. Cuando me siento aburrida hasta lo intolerable, creo otra historia, en mi cabeza”.
Anaïs Nin: “Oh, Dios, no puedo procurarme la felicidad. Como para compensarme siempre de mis eternos anhelos, pienso en detalles extraordinarios que adornen la vida de los demás”].
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También, los Diarios de escritoras, nos permiten adentrarnos en el taller del oficio de escribir. No necesariamente en las notas que darán el libro, sino en el acto de escribir y las reflexiones que llevan aparejadas.
Pueden referirse a algo así como un credo literario (que, si los Diarios se extienden por años nos muestran las variaciones al respecto; pero sobre esto no nos detendremos).
[Sylvia Plath: “Creo que lo que más miedo me da es la muerte de la imaginación: cuando el cielo es simplemente rosado y los tejados simplemente negros. La inteligencia fotográfica muestra el mundo tal como es de verdad pero, paradójicamente, esa es la única verdad que no vale nada. Lo que yo anhelo es el don de sintetizar, la capacidad de dar forma al mundo, el poder que estalla e inventa sus propios mundos con una creatividad que supera a la de Dios. Si me siento en una silla, inmóvil, y no hago nada, el mundo sigue latiendo como un tambor indolente y sin sentido. Tenemos que movernos, trabajar, inventar sueños que perseguir, porque la pobreza de una vida sin sueños es un pensamiento demasiado espantoso: ese tipo de locura es la peor, la otra, la locura llena de fantasías y alucinaciones, sería un consuelo a la manera del Bosco”
Alejandra Pizarnik: “No se puede escribir con la imaginación sola o con el intelecto sólo; es menester que el sexo y la infancia y el corazón y los grandes miedos y las ideas y la sed y de nuevo el miedo trabajen al unísono” – “En el libro Las nubes, que es el que estoy leyendo, pareciera que lo poético no fuera un salto de dentro hacia afuera sino al revés. Por ejemplo, el poeta mira la luna, la ve eterna en su «virginal belleza», y la describe en el poema como la observadora inmortal bajo cuya mirada los hombres efímeros nacen y mueren. (Algunas imágenes apelan a la historia.) Ahora bien: todo esto es tarea externa. Sé que estoy errada pero prefiero que cada uno escriba sobre su propia luna, sobre su noche. O que se introduzca dentro de la luna (Trakl, Rilke). En suma: que no se describa la realidad visible sin haberla transmutado antes, o sustituido, o hecho caso omiso de ella”
Katherine Mansfield: “Trabajo. ¿Seré capaz algún día de expresar mi amor al trabajo, mi deseo de ser una escritora mejor, mi anhelo por esforzarme más? La pasión que siento sustituye a la religión; es mi religión: crear mis personas a partir de las personas, a partir de la «vida», es Vida. La tentación está en arrodillarse ante ello, adorarlo, postrarme, prolongar el éxtasis ante la idea de ello. Tengo que ocuparme más de los asuntos de mi señor” – Escribir con intensidad, profundidad, amplitud, verdad: “¿lo he conseguido? Creo que no. Además, no es lo suficientemente intenso … Todo debe sentirse profundamente … no he conseguido llegar a la verdad más profunda de la idea … ¡Ah! ¡Qué daría por escribir mejor! Permíteme escribir mejor, más profundamente, más ampliamente”.
Marguerite Duras, a pesar de haber seguido escribiendo, publica décadas después lo que había escrito en los mismos años en que sufrió los horrores del nazismo: “En mí ya no hay lugar para la primera línea de los libros que se han escrito. Todos los libros están retrasados respecto a madame Bordes y a mí. Somos la vanguardia en un combate sin nombre, sin armas, sin sangre vertida, sin gloria, la vanguardia de la espera. Detrás de nosotros está la civilización en cenizas, y todo el pensamiento, el atesorado desde hace siglos”.
Patricia Highsmith: “Un escritor no debe considerarse un tipo de persona distinto de cualquier otro, pues este es el camino que lleva al promontorio. Ha desarrollado cierta parte de sí mismo que todo hombre alberga: la capacidad de ver, de poner por escrito. Solo si entiende este humilde y heroico hecho puede convertirse en lo que tiene que ser, un médium, un vidrio entre Dios a un lado y el hombre al otro” – “Desde luego me harta y me deprime el realismo en la literatura; sobre todo al estilo O’Hara, o incluso al estilo Steinbeck. Quiero un nuevo mundo completo. Los pintores lo están haciendo. ¿Por qué no los escritores? No me refiero a las fantasías de duendecillos de Robert Nathan. Me refiero a un nuevo mundo que sea a un tiempo no real y al mismo tiempo fascinante y cargado de mensaje, que sea arte, también, de manera tan sencilla, atemporal y poco realista como las mejores pinturas de los cavernícolas” – “Quiero infringir todas las normas de la «novela» habidas y por haber. Solo tengo dos criterios para una novela: tiene que haber una idea inequívoca detrás, precisa y evidente; tiene que ser legible, tan legible que el lector no quiera soltarla ni una sola vez. Lo único que sé es que antepongo el segundo criterio al primero”.
Gabriela Mistral: “Ninguna gana tengo de hacer prosa, ninguna gana de escribir los artículos de obligación ni de continuar lo que tengo comenzado, que es bastante. Y la razón es que escribo de nuevo versos, y que la naturaleza del verso es excluyente como la del amor, y con tanta o más fuerza que el amor, desaloja lo opuesto y lo tira lejos. Alguna cosa de excelencia definitiva debe haber en el poema sobre la prosa, un poquito de sobrenatural, mucho de magia. Y los que hacemos los dos menesteres, venimos a caer al final en que un acierto mediano en poesía vale más que el ídem en prosa, y no nos resignamos a escribir solamente prosa, a quedarnos sin lo celeste que hemos manejado y a aceptar que los amigos se olviden del poeta que está en nosotros. Ambición, me dirá alguien, y yo casi le diría que no, que eso no…, sino superstición. Nunca he conseguido ver claro la diferencia entre la poesía y la prosa mías. Pero la poesía es mística en mí, la búsqueda, sin arribo, sin logro. Una poesía cargada de imperfecciones de todo orden y que yo me sé una por una. La prosa llega, es decir, dice lo que quiere, sacia muchas veces, logra fácilmente ser correcta y honorable. Podría decirse que mi poesía hace lo mismo que un sueño: en el sueño tengo mis descubrimientos, pero todos se quedan en el aire y no llevan a ninguna parte. La prosa sería el trabajo sólido y vulgar de la vigilia. ¿Es eso?” – “Escribo poesía porque no puedo desobedecer el impulso, sería como cegar un manantial que pecha en la garganta”.
Anaïs Nin: “Soy la única escritora que no se contenta con la literatura erótica —escribo en el mismo nivel en que vivo—, en lo cual hay una curiosa coherencia” – “Pensé que tras la poetisa que soy se esconde una realista feroz. El realismo es en particular sexual”].
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Pueden referirse a los problemas del estilo y la visión (dos temas que ya hemos tratado, aquí, y por lo mismo quisiera insistir)
[Sylvia Plath: “Podría escribir una novela magnífica. El problema es el tono. Prueba con un estilo sencillo, llano, vívido … Crea tu propio estilo, no copies … el estilo definirá el contenido. La parte más difícil: el estilo. Descripciones directas y ágiles. En primera persona: tal vez sea el momento de dejar de lado la tercera … Usar las palabras como las usan los poetas: ¡esa es la clave! / Pensando en reescribir algunos relatos y poemas, anota: “como Kafka, narrar de un modo sencillo, simbólico, aunque muy realista … Naturalista. Mi mejor prosa … escrito muy al estilo de Cambridge: ingenioso, espontáneo, lleno de anécdotas … Una prosa muy ágil … escribir uno muy serio, cargado de emociones … Mejor hacer poemitas menores para practicar descripciones que exigirme poemas filosóficos con un desarrollo lógico … muy físicos, en el sentido de que los mundos que evoquen se encarnen en mis palabras, sin caer en abstracciones, o en alusiones ingeniosas que puedan leerse en tres niveles bien diferenciados. Descripcioncitas en que las palabras tengan el aura del poder místico: nombrar una cualidad (larguirucho, puntiagudo, satinado, dilatado, demacrado, luminoso, abultado): decir las palabras siempre en voz alta, hacerlas irrefutables. Luego el cuento para la revista: escribir con seriedad, pero con soltura, porque es más fácil moldear personajes estrictamente limitados, casi caricaturas, que sostener el yo de la novela, que también debe ser, a su manera, limitado, pero sin que eso impida que pueda crecer hasta mostrar mi visión actual de la vida, que cada día será una visión más compleja”
“Creamos para combatir la ruina, el olvido de todo, volvemos a crearlo todo y lo creamos plantando cara al fluir: hacer que el instante adquiera permanencia. Esa es la tarea de una vida. No podía parar de subrayar: tengo que releerlo. Debería irme mejor que a ella. Nada de hijos hasta que lo haya conseguido. Mi salvación consiste en crear cuentos, poemas, novelas, a partir de mi experiencia: eso explica o, mejor, esa es la razón de que sea bueno que haya sufrido y haya estado en los infiernos, aunque no en todos. No soy capaz de disfrutar la vida por ella misma: solo puedo vivir por las palabras que detienen el fluir. Siento que no viviré mi vida hasta que haya libros y cuentos en que la resucite perpetuamente en el tiempo. Olvido con demasiada facilidad cómo fueron las cosas y me aterrorizan el aquí y el ahora, sin pasado ni futuro. Escribir abre las criptas de los muertos y los cielos tras los cuales se ocultan los ángeles proféticos. La cabeza hace girar y girar la rueca y así va tejiendo su tela”.
Alejandra Pizarnik: Horacio “me corrobora la necesidad de adquirir una técnica sólida. (Cada palabra debe estar llena de polvo, de cielo, de amor, de orín, de violetas, de sudor y de miedo. Cada palabra ha de ser gastada, pulida, retocada, sufrida)” – “Los años pasan y aún no sabes escribir. No sólo torpezas gramaticales sino imposibilidad de construir frases plenas, que tengan sentido. Ello se debe al mismo desequilibrio (o carencia de ritmo) que no me deja hablar correctamente. Antes de hablar es necesario —desgraciadamente— pensar. Y un pensamiento agujereado no puede expresarse con armonía (qué digo armonía: ni siquiera con corrección, ni siquiera pasablemente). De allí tu estilo —después de todo lo es— fragmentario e impreciso. Si no hay objetos claramente percibidos, ¿qué objetos quieres describir con claridad? Di mejor que sólo puedes escribir sobre lo que no tienes, y ello jamás se presenta de una manera neta y precisa. Una ausencia no es un piano. Un amor imposible no es un idilio campestre. Unas ganas humillantes de reducir todo a cenizas es un «mensaje social» que se pueda enunciar con cierta facilidad. Mi fantasía está detenida en una sola imagen, siempre la misma. Todo lo demás no me concierne”.
Patricia Highsmith: “Tiene que haber violencia, para que me satisfaga, y por tanto drama & suspense. Estos son mis principios” – “Una novela no se escribe ante todo con la mente consciente. Es dos terceras partes emocional y no intelectual, solo en torno a una tercera parte consciente e intelectual” – “Después de pintar un poco al óleo: observo la fascinante interacción entre arte y oficio, accidente e intención, de una manera que ya no atino a observar cuando escribo. Ambos son esenciales. El mundo está lleno de artistas mediocres que tienen demasiado de lo uno o de lo otro, y quizá nunca sean capaces de combinarlos en la proporción adecuada. Hacerlo es ser un gran artista. Es en el arte y los accidentes donde debe funcionar la mente. El oficio solo está en la mano”.
Anaïs Nin, más bien una constatación de ese ir y venir entre sus novelas y sus Diarios: “Pensé que tras la poetisa que soy se esconde una realista feroz. El realismo es en particular sexual” – “Quiero emplear esta energía humana que me empuja a relaciones humanas insatisfactorias para encontrar el arte, pues el arte es plenamente satisfactorio. En el arte, en todo lo que me crea, encuentro lo absoluto” – (Ya distanciándose del padre, desilusionada de lo que quería de él), “mientras escribo mi novela, veo con alegría que es una avenida de escape de todos ellos. Escape. Huida”].
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Pueden referirse al problema de la página en blanco.
[Sylvia Plath: “Hoy empecé de golpe, escribí la primera página y tuve que arrojarla a la basura, junto con todos los sueños y las promesas; ¡aguardar hasta ser capaz de escribir de nuevo y, cuando por fin me pongo, la dolorosa primera página es una chapuza! No he conseguido decir nada, solo hacer ejercicios de calentamiento”. Y se recomienda: “Lentamente, con inmenso sufrimiento, como en el parto eterno de una criatura primitiva, me quedo echada y dejo que surjan las sensaciones, que se observen a sí mismas y se expresen en palabras … Lo único que necesito es trabajar, cavar en las minas de la experiencia y la imaginación, dejar que surjan todas las palabras, escuchándose y saboreándose a sí mismas, y pronunciarlas al fin”.
Alejandra Pizarnik: “Mientras leía el libro de los trovadores «perfeccioné» una «máquina de escribir poemas» que inventé a los dieciocho años. Máquina que no es maquinal sino que permite tratar al poema como si fuera un cuadro. Recién hoy comprendo que la rima y la métrica tienen sentido pues defienden del terror a los grandes espacios”.
Patricia Highsmith, no se refiere a la página en blanco, pero sí al bloqueo: “Acerca de estar bloqueado, a distintas edades, quizá. Mi caso: una quiere a los 46 o así hacer algo mejor de lo que nunca ha hecho. Una no quiere repetirse. Eso conlleva una parálisis temporal, con toda suerte de racionalizaciones. Estoy descansando porque lo necesito. Estoy recuperando fuerzas. Sería una tontería disipar energías”].
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Pueden referirse a -la placidez- de la influencia; todas en sus Diarios mencionan sus lecturas, hacen referencias y comentarios sobre muchos autores, traemos aquí sólo aquellos casos que reconocen como influencia en sus escrituras.
[Sylvia Plath: “Virginia Woolf ayuda. Sus novelas hacen posibles las mías”.
Patricia Highsmith: “He visto Crimen y castigo con Jeanne. Muy buena: ¡aunque ojalá los asesinatos ocurrieran tan pronto en mis cuentos! ¡¡Dostoievski!! ¡Mi maestro! … La prevalencia de personajes «buenos» y «malos» en Dostoievski. Esto me interesa, de una manera egocéntrica, debido a mi tendencia similar … Me traen sin cuidado los tecnicismos. El bien y el mal están presentes en un solo individuo en la vida, de ahí mis temas, que son proyecciones de mí misma”.
Gabriela Mistral: “: yo estimo mucho al uruguayo Rodó y al ecuatoriano Montalvo; pero al cubano Martí lo venero, le tengo una admiración penetrada de ternura, y cuando lo nombro, es algo más que cuatro sílabas lo que digo. Esta fue el alma hermosa por excelencia y el verdadero iniciador del modernismo, de la renovación de espíritu y forma, en nuestra literatura americana. Ha sido este día el día de José Martí. ¡Como tantos! Los artistas que más han influido en mi vida, no solamente en mi pequeña obra, son: Tagore, Junqueiro, Andreiev y Martí, entre los modernos. No todos, por cierto, tienen relación con mi espíritu. Yo no soy dulce y simple como Tagore, ni tengo la crudeza del Junqueiro de las blasfemias; pero he vivido sus Simples. En Andreiev he hallado, sí, mi tortura interior, y en Martí, como en ninguno, la palabra viva, aquella que se siente tibia de sangre recién vertida, a la par que una frescura como de hierbas con rocío: la frescura de un corazón que fue puro”.
Anaïs Nin: “¿Y Rank? ¿Qué opina Rank de Henry como pensador? ¿Por qué me preguntó Rank un día «por qué Henry ha escrito sobre Lawrence, igual que tú, qué curiosa coincidencia»? Su pregunta me ofendió, porque insinuaba una duda, una duda loca que a veces me asalta: Las mejores páginas de su «Autorretrato» están tomadas de «Alraune». Sólo que tienen siempre más poder, una expansión masculina. Pero es que los dos nos imitamos. Diablos. Todos nos imitamos. A mí me inició Rimbaud. ¿No fue así?”].
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Puede referirse a la ansiedad (expectativa, temor, frustración, triunfo) de ser publicada o no, de ser premiada o no: de ser reconocida, o no.
[Sylvia Plath: “y no he escrito ningún cuento desde octubre, salvo el de la madre problemática, un relato para revistas de moda que el Saturday Evening Post rechazó sin mediar palabra, aunque a mí me parece bueno; y también el otro cuento sobre la canguro, que da el pego pero me parece artificioso; creo que no merece la pena reescribirlo y que en una semana The Ladies’ Home Journal me lo devolverá, junto con el otro cuentito, Laundromat Affair. De modo que me pregunto qué he escrito: me atormenta la mala conciencia con respecto a Mademoiselle, Harper’s y The Atlantic, porque solían imprimir cualquier cosa suficientemente buena que yo escribiera. Así que lo único que tengo que hacer es trabajar. Durante diez años Mavis Gallant escribía todas las noches después de trabajar hasta que consiguió publicar regularmente en The New Yorker, aunque tuviera que renunciar a todo lo demás. Así que, para evitar que me remuerda la conciencia, tengo que afrontar el sufrimiento de esforzarme un poco más hasta reunir cinco relatos aquí, cinco o diez poemas allá, antes de esperar que me publiquen, y ni siquiera entonces darlo por hecho: si escribo cada cuento no para publicarlo, sino para ser mejor escritora, ipso facto estaré más cerca de que me lo publiquen. Que no cunda el pánico
Alejandra Pizarnik: “He terminado de leer el diario de K. M. Me pregunto una sola cosa: ¿tengo vocación literaria? Respuesta: Temo que mis deseos de escribir no sean más que medios para conseguir el fin anhelado éxito, gloria, fe en mí”
Katherine Mansfield: “Este año tengo que ganar dinero y darme a conocer … Me gustaría tener un libro publicado y un número de relatos acabados” – “Tengo que intentar escribir de manera simple, plena, libre, con el corazón. Calladamente, sin importarme el éxito o el fracaso, tan solo siguiendo adelante”.
Patricia Highsmith: “Harper quiere mi libro! … Que hayan aceptado mi libro hace maravillas por mi ego”.
Gabriela Mistral, la importancia del Premio Nóbel, y más aún, del “apoyo moral”, los reconocimientos: “Debo en gran parte al apoyo de los países sudamericanos esto del Premio Nobel. Y me alegra, con todo lo que me llega de los amigos que están lejos, esta montaña de cartas y telegramas. La gente, más o menos errante como yo, es muy sensible al recuerdo y al olvido. De estos mensajes y de estos apoyos morales vivo en el extranjero. Y trabajo con alegría cuando los recibo, aunque sea de tarde en tarde. Recién me voy organizando de esta montañita de cartas después del 45”].
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Podemos conocer aquello que suele disimularse: laambición -cualidad y defecto, denostada, compleja, paradójica, arriesgada, peligrosa, pero necesaria si impulsa, motoriza- difícil de confesar, enrevesada, agotadora, pero necesaria
[Sylvia Plath: “Diablos, merezco más que aparecer en The Ladies’ Home Journal. Ojalá consiguiera que me publicaran en The Atlantic «The Kid Colossus» [El joven coloso]. Aspiro a lo más alto … Estaba reuniendo todas mis fuerzas para dar el salto artístico”.
Alejandra Pizarnik: “Ahora sé que siempre haré poemas. Y sé —qué extraño— que seré la más grande poeta en lengua castellana. Esto que me digo es locura. Pero también promesa. A otros de ser feliz. Yo quiero la gloria, mejor dicho, la venganza contra los ojos ajenos”.
Patricia Highsmith, hablando con un amigo inteligente que la desafía: “Él es lo que yo más exijo, una inspiración: porque todas mis preferencias por lo que respecta a personas se basan –subconsciente y conscientemente– en la posibilidad de fomentar mis tremendas ambiciones”.
Gabriela Mistral, todavía una joven Lucila Godoy: “Tengo una obsesión: la Gloria. Una religión: el Deber. Una pasión y locura: el Arte” – “Tengo unas inmensas ambiciones literarias, no mías, colectivas. Me entristece que la Oración por todos no haya sido escrita por una mujer, siendo muchas santas muy dignas de concebirla y entregarla en estrofas de Víctor Hugo. Yo no deseo que hagamos odas al Niágara, pero podemos hacer parábolas bíblicas, porque las vivimos más que los hombres. Tengo una ambición más atrevida que las feroces de las feministas inglesas, y es esta: quiero que las niñas de mañana no aprendan estrofas ni cuentos que no vengan de una mujer, y de una mujer chilena. Creo que somos capaces de darles el alma en muchas formas. Esa alma, según la feliz expresión de Delmira Agustini, “cabe en un verso mejor que en un universo”.
Dana Hart, o esa “alguien más”, y la ambición, ¿posible o imposible? ¿en qué condiciones?: “Esa alguien que no soy yo, toda esta señora que construí para servirles la mesa. ¿En qué plato de comida me quedé? ¿Qué cubierto me robó? ¿Dónde están las ambiciones que tuve alguna vez? Perdidas. Bajo el tomate y la lechuga”].
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Y también, su contracara, las -temibles- dudas sobre sí misma.
[Sylvia Plath: “En cuanto huelo el fracaso en el rechazo de alguna revista, en las caras de desinterés de mis alumnas cuando me embrollo, o cuando percibo frialdad y rechazo en las relaciones personales, me acuso de ser una hipócrita y de fingir ser mejor de lo que soy: una mierda, en el fondo. Soy una mediocre. Y puedo vivir siendo una mediocre. No tengo el doctorado, ni libros publicados, ni experiencia docente … Tengo que esforzarme tenazmente por hacer las cosas lo mejor que pueda y no preocuparme por lo que los demás digan … Yo tengo este demonio que querría que saliera huyendo si tengo que asumir mis defectos, mi debilidad. Quiere que piense que soy tan especial que tengo que ser perfecta. Y, si no, no soy nadie … Dejar atrás la oscura nube que aniquilará mi ser entero con su exigencia de perfección y que me obliga a medirme no con lo que soy, sino con lo que no soy. Soy lo que soy, y he escrito, vivido y viajado”
Alejandra Pizarnik: “Descubro que mis poemas son balbuceos. Necesito leer más poesías, averiguar la forma, la construcción”
Katherine Mansfield: “Todavía no he escrito prácticamente nada, y de nuevo se me está agotando el tiempo. No he hecho nada. No estoy más cerca de lograrlo que hace dos meses, y sigo medio creyendo en mi voluntad de realizar cualquier cosa. Cada vez que inicio un gesto mi demonio me dice casi al mismo tiempo: «¡Oh, sí, pero ya lo hemos oído antes!». Y a continuación oigo a R. B. en el café Royal: «¿Sigues escribiendo?». Si regresara a Inglaterra sin un libro acabado me daría por vencida. Sabría que, dijera lo que dijera, en realidad no era una escritora y no tenía ningún derecho a tener «una mesa en mi habitación». Pero si vuelvo con un libro terminado será como una profession de foi pour toujours. ¿Por qué dudo tanto? ¿Es simplemente pereza? ¿Falta de voluntad? Sí, creo que de eso se trata, y que por eso tiene una importancia tan inmensa el que adquiera seguridad en mí misma” – “¡Qué daría por ser una escritora, una verdadera escritora dedicada a ello y a nada más!”.
Patricia Highsmith, aunque de desbordante confianza en sí misma ya a los 20 años, se puede sentir “muy seria & deprimida y con la sensación de que nada de lo que hago es muy importante, ni lo será nunca; tengo esos momentos también. Me avergüenza decir que ver una porquería en el New Yorker me ha alegrado. Algún día encajaré allí” – Años más tarde, aunque ya con varios logros, “estoy depre y me siento como una escritora de 3.ª categoría … Ah, qué horrible estar trabajando un lunes por la mañana & sentir que no tengo derecho a ello. Empiezo a estar paralizada por un miedo a no volver a tener dinero … Los círculos de mi sombría mente hoy en día: estoy desarrollando un complejo derrotista, e incluso cuando no puedo dormir por la noche, me lo tomo con calma, como parte de un destino pésimo en general, nada más”.
Gabriela Mistral: “No espero mucho del libro que preparo. Me han dicho de Chile varias veces, y me lo han dicho también amigos de allá, que el poeta se ha acabado en mí, matado por el prosista, y por una cosa que llaman mi cerebralismo. Ya me quisiera el lujo. En todo caso me han dejado muy dudosa de este libro, mirándolo con cierto desabrimiento. El anterior -Desolación- me hace mal verlo y no tengo un solo ejemplar conmigo nunca, por eso, para no verlo”.
Anaïs Nin, que deja leer sus Diario, por ejemplo a Millner, el ruso que alaba su libro sobre Lawrence, y le dice: “—Es ruso. Absolutamente ruso —dice cuando echa una ojeada a mi diario infantil—. Esa tristesse, esa precocidad. Tengo la sensación de haberla conocido hace siglos. Es como si supiera todo de usted. Quizá esté equivocado. No lo sé. Miro a este hombre, tan intensamente inquieto, psíquico e intelectual, y me maravillo. Su admiración me ha desasosegado desde el primer momento. Anoche sentí su intuición, su enorme aprecio. Me siento incómoda y extraña en este nuevo papel de receptora. Estoy aturdida. Una sobreabundancia de aprecio. ¡Debo escribir para mantenerme lúcida, para mantenerme sana! Tengo la impresión de ser sobrevalorada” – “Me vengo abajo con las críticas. Soy tan cobarde que no puedo soportarlas. Pienso entonces que Henry está defraudado y que mi libro no vale nada. Pierdo la confianza en mí misma. Sólo siento un terror inmenso, una desmoralización completa. Mi mayor debilidad. Diablos”].
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Así como conocer esa contraparte que parece necesaria de una misma, el ¿horribilísimo, terrible, espeluznante? -igual a tantos otros, aunque uno quisiera creer que no- mundo de las letras: sarcasmos, hipocresías, envidias, engaños, juegos de poder, becas que se ganan sólo con lobby, vanidad, engaños, seducciones del poder del consagrado a novatos, principiantes, estudiantes, vanidad, vanidad, vanidad, y un muy largo etcétera.
[Sylvia Plath: “Marianne Moore ha mandado una carta malintencionada y extrañamente ambigua en respuesta al envío de mis poemas y a la petición de una carta de recomendación para la beca Saxton. Tan malintencionada que cuesta de creer: comentarios de escasa utilidad o dudoso sentido, que solo parecen indicar su inmenso desagrado, como «no seas tan truculenta, solo espantas a las moscas» (refiriéndose a mi poema del cementerio), 342 «eres demasiado implacable» (en Una mariscadora), algunas observaciones cáusticas sobre que «la copia mecanografiada era una pesadilla», y me devuelve los poemas que le mandé. No puedo creer que se ponga tan borde y sarcástica solo porque le mandé unas copias a carbón («apenas se ve nada», dice). Me doy cuenta de que este es mi gran error, qué estúpido: mandar copias a carbón a la dama de las letras estadounidenses. Y tal vez por esta tontería he arruinado mis posibilidades de conseguir la beca Saxton”.
Alejandra Pizarnik: “Las luchas o contiendas poéticas de B[ueno]s A[ire]s me hacen reír, ahora que estoy lejos. Arte de vanguardia, sonetos dominicales. Todo esto es tan imbécil. Minúsculas, puntuación y rima. Como si alguno se hubiera despertado, una mañana, con ganas de bañarse en alcohol y prenderse fuego porque las palabras no dicen, y el lenguaje está podrido, está impotente y seco. Mis jóvenes amigos vanguardistas son tan convencionales como los profesores de literatura. Y si aman a Rimbaud no es por lo que aulló Rimbaud: es por el deslumbramiento que les producen algunas palabras que jamás podrán comprender. Además, las contiendas literarias sólo las hacen los que están contentos y bien instalados en este mundo. Es una actividad suplementaria, un hobby nocturno, mientras se está en la cama reposando, tomando café o whisky”.
Patricia Hihgsmith: “Las amistades entre escritores. ¿Son los tiempos los que nos hace tan beligerantes? Hay un motivo por el que los escritores nunca han tenido muchos amigos escritores. Chocan. Mis emociones son tan buenas como las tuyas, parecen decirse, como críos, marcando músculo o alardeando sobre sus padres”.
Gabriela Mistral: “Y cómo envenena la vida la mala gente: ¡esos literatos santiaguinos! ¡Cómo se muerde y se hace toda clase de daños esa casta divina!” – “Viví alejada de una patria que nunca me quiso, o que llegó a tolerarme una vez que el coro latinoamericano me alababa”].
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Nos hablan de aquello que no se habla, con distintas valoraciones, y reconociéndola en sí misma o atribuyéndoselo al ambiente de época: Ganar dinero. Y, o, ganarse la vida. Algo que románticamente no se admite, que genera una relación culposa con uno mismo, y es tan vital.
[Katherine Mansfield: “Para este año tengo dos deseos: escribir y ganar dinero. A considerar. Con dinero podríamos viajar lo que quisiéramos, tener una habitación en Londres, ser todo lo libres que quisiéramos, y ser independientes y orgullosos con los don nadie. Lo que nos limita tanto es la pobreza. Bueno, a J. no le gusta el dinero y no lo quiere ganar. Yo lo tengo que hacer. ¿Cómo? En primer lugar terminando este libro. Sería un punto de partida. ¿Cuándo? A finales de enero. Si lo hago, estoy salvada. Podría hacerlo si escribiera noche y día. Sí que podría. ¡Vale!”.
Sylvia Plath: “Estoy ávida, impaciente, convencida de mi don, y lo único que deseo es cultivarlo y perfeccionarlo: no puedo dejar de pensar en cuántas revistas me abrirán sus páginas gracias a mis mejores ocho poemas y en el dinero que me darán a partir de ahora. Ya veremos” – “Tu principal motivación es la escritura misma. Si luego te da dinero, fabuloso, pero el dinero no es tu principal motivación, el dinero no es la razón por la que te sientas frente a la máquina de escribir. No es que no quieras ganar dinero, porque naturalmente es magnífico tener una profesión que te dé de comer. Y en el caso de la profesión de escritor eso puede ocurrir o no. ¿Cómo soportar esa incertidumbre?
Alejandra Pizarnik: “Continúo: el dinero me fascina, lo mismo que el lujo, el fasto. Pero me fascinan de una manera poética, mejor dicho, literaria. Agrego: el signo Tauro, Balzac… Acumulación. Exceso de fantasías. No sé renunciar a nada. Esto es complejo, es más complejo que como lo enuncio. El dinero, el poder, el estatismo, la inmovilidad, la mano derecha, el amor al silencio y a la soledad, la ansiedad, el hambre, la sed” – “Mi locura no es solamente haber puesto mi destino en la literatura sino esperar, también, que me dé bienes temporales: amantes, dinero, gloria, pero sobre todo gente que me quiera”.
Patricia Highsmith: “Esta es la era de la incertidumbre, del artista que vacila entre la devoción al arte y el deseo de dinero, muebles bien tapizados, el encendedor Dunhill. Vacila en su corazón, aunque escribe resueltamente para New Masses y Partisan Review. Lo traiciona su estilo frenético, como probando suerte, acertando una de cada diez veces, estimulado por bencedrinas, brandy, tabaco, por sus propios nervios exacerbados en la decimoprimera planta del hotel en la zona de los Cincuenta Este, donde intenta escribir, desde la que acabará tirándose” – “Un año trascendental de mi vida, el de los veintisiete, lo sé … Poseo una felicidad mayor, una mayor capacidad de sentir, y con ella por primera vez una mayor preocupación por el problema de ganarme la vida. Se avecina el clímax. Veo dos vidas como las de una V que se estrecha lentamente: la línea del destino, con todas las alegrías de la creatividad y su certeza, la línea del mundo, la miseria de Pandora con el dinero, ganarlo, conservarlo, gastarlo” – “Estos días son desconcertantes, pues no estoy acostumbrada a vivir sin más. Me arrancas de la soledad & ya no se me ocurren ideas. Y ansío tener ideas; aunque estoy demasiado harta de vida & acontecimientos para tenerlas, quizá porque ya no necesito inventar lo fantástico ni lo imaginario. ¡Lo único que quiero es ser rica & famosa!”].
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Aunque, finalmente, se trate, en lo esencial, de escribir. Escribir sin parar. Escribir por los motivos que sean, sin motivos, o sin motivos inmediatos. Escribir porque escribir es darle un orden al mundo. Y poseerlo. Y alivianar la carga de la vida. Y luchar contra la muerte. Y rechazar este mundo.
[Sylvia Plath: “Escribir es un acto religioso: es una forma de ordenar, de modificar, de volver a aprender y volver a amar a las personas y el mundo tal como son y deberían ser. Un dar forma que no se desvanece como un día mecanografiando o dando clases. La escritura pervive: se abre camino por sí sola en el mundo. Las personas leen lo escrito, reaccionan igual que ante un individuo, ante una filosofía, una religión o una flor: les gusta o no, les ayuda o no. Escribir parece una intensificación de la vida: das más, te pones a prueba, preguntas, observas, aprendes y das forma a todo eso; obtienes más: monstruos, respuestas, colores y formas, experiencia. Tu principal motivación es la escritura misma. Si luego te da dinero, fabuloso, pero el dinero no es tu principal motivación, el dinero no es la razón por la que te sientas frente a la máquina de escribir. No es que no quieras ganar dinero, porque naturalmente es magnífico tener una profesión que te dé de comer. Y en el caso de la profesión de escritor eso puede ocurrir o no. ¿Cómo soportar esa incertidumbre? Y, lo que es peor, ¿cómo soportar la ocasional falta o pérdida de fe en la escritura? ¿Cómo convivir con estas cosas? Pero muchísimo peor que todos estos miedos sería vivir sin escribir. De modo que la pregunta es: ¿cómo reducir al mínimo los fantasmas y mantenerlos a raya?” – Sí, más claro: “lo que escribo. Pero es mucho más que eso: una forma de ordenar y reordenar el caos de la experiencia”.
Alejandra Pizarnik: “¿Para qué escribir? Para que X. me quiera. Esto es imposible pues X. s’en f… pas mal de que yo escriba novelas o poemas abstractos. Sin embargo, hay en mí una sed balzaciana de posesión del mundo, de comprimirlo en un libro, de apropiármelo. Y de escribir mucho, cantidades de hojas, aunque lo escrito sea de mala calidad, aunque sea un folletín espantoso – “Escribir es darle sentido al sufrimiento”.
Katherine Mansfield: “El salto me ha hecho toser; he escupido —tenía un sabor extraño—, era sangre roja y brillante … no quiero averiguar si esto es tuberculosis de verdad, tal vez sea galopante —¿Quién sabe?— y no habré hecho mi trabajo. Eso es lo que importa. Qué insoportable sería morir y dejar ‘fragmentos’, ‘restos’… nada de verdad terminado” – “Lo único que realmente pido es tiempo para poder escribirlo todo, tiempo para escribir mis libros. No me importa morir después. Vivo para escribir. Ahí está el maravilloso mundo —¡Dios mío, qué hermoso es el mundo exterior!—, y yo me baño en él y eso me refresca. Pero siento como si tuviera un DEBER; como si alguien me hubiera enviado una tarea que estoy destinada a terminar. Permíteme que la termine, permíteme que la termine sin prisa; tratar cada cosa con toda la justicia que pueda…”.
Patricia Highsmith, aún joven: “Nunca he querido tanto escribir como quiero ahora. He pasado por un infierno de falsedad, lágrimas, negación, felicidad sintética, sueños, deseos y desilusión, de fachadas de belleza que escondían fealdad, de fachadas de fealdad que escondían belleza, de besos y de abrazos superficiales, de droga y huida. Así que quiero escribir. Tengo que escribir. Porque soy una nadadora que se esfuerza por mantenerse a flote en mitad de una inundación, y con la escritura busco una piedra en la que descansar. Y si mis pies no la encuentran, me hundo” – “No es la conciencia lo que me impulsa a escribir, pues si soy escritora es solo por insatisfacción con este mundo”.
Dana Hart: “… Sindicato de Actores y Actrices, declaró el paro, frente a las ‘insultantes e irrespetuosas respuestas, a las propuestas del sindicato’. – ¿Sabes qué significa eso, Alexa? – ¿Esa es otra de las preguntas retóricas que debo no contestar en realidad, para esperar una respuesta? – ¡Significa que el cambio acaece!”].
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Hay, decíamos, partículas de la humanidad en cada una. Vimos: reflexiones, preocupaciones, temores, ambiciones, visiones, miradas, comunes o convergentes -que no excluyen sus individualidades, sus estilos, sus escrituras-, atravesando las épocas, los países, las lenguas que habitan o habitaron; algo de lo universal habita en cada una, y así nos permiten -junto con todos los escritores- salir de nuestras limitaciones, nuestras vidas solo individuales en el día a día, en lo cotidiano; y asomándonos al abismo de sus vidas y sus escrituras, asomarnos a nuestros propios abismos.
Parto el post por dos ya que es largo y denso. Gracias por dar voz a tantos escritores, amateurs o profesionales. Destaco que las razones por las cuales todos escribimos están reflejadas al menos hasta el punto 3. La incomprensión propia, la soledad, el salvarse de uno mismo, los abismos personales, la melancolía, los ejercicios de escritura con más o menos arte… Seguimos
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