Leonora, de Elena Poniatowska

A partir de

Leonora, de Elena Poniatowska

¿Qué se necesita para hacerse artista?

¿Imaginación?, ¿formación?, ¿conocimientos?, ¿personalidad?, ¿decisión?, ¿voluntad?, ¿carácter?, ¿locura?

¿Y qué se necesita para hacerse una artista, una mujer artista?

¿Imaginación?, ¿formación?, ¿conocimientos?, ¿personalidad?, ¿decisión?, ¿voluntad?, ¿carácter, para enfrentar los estereotipos que pesan sólo por ser una mujer?, ¿locura? ¿sufrimiento? ¿la búsqueda de la independencia?, ¿la amistad?

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Ser como un remolino.

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Una niña rebelde…

En la rica familia Carrington, Leonor desentona, cuando le dice al padre, que igual se admira de su hija: “Quiero que me escuches. Tengo tres hermanos que hacen lo que quieren porque son niños. Cuando crezca voy a rasurarme la cabeza y embarrarme la cara con tu aceite para el cabello para que me salga barba … Soy la única que tiene que practicar el piano durante horas, lavarme todo el día, cambiarme de ropa a cada rato y dar las gracias para todo. —Leonora, la formación de las mujeres es distinta a la de los hombres. A ustedes hay que educarlas para complacer”. Pero, ya lo pueden lamentar sus padres, “de los cuatro hijos, Leonora es la rebelde”. Y la mandan a un convento. Y allí, también, todos la rechazan por “fantasiosa, desobediente, excéntrica”. Es que “lo que sale de lo ordinario inquieta”. La expulsan. No saben qué hacer con ella. Con quince años dice que quiere ser pintora. La mandan a Italia, a una escuela para señoritas. Pero allí se enamora de la pintura visitando los museos, y lanzándose a la aventura de recorrer calles y lugares sola. Después, a otra escuela de señoritas, en París. Viaja por Europa. Vuelve a su casa en Hazelwood. La presentan a los reyes en Buckingham.

Hay un detalle, acaso con la capacidad de dar vuelta tanto rechazo: “Yo dibujo y escribo con las dos manos, es un don especial … es algo que solo yo puedo hacer. Soy muy especial”.

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… Una joven, ¿rebelde?…

Y, para afrontar el mundo que quiere conquistar, se dice “yo soy mi propia madre, mi propio padre. Soy un fenómeno aislado”.

Finalmente, le permiten ir a Londres para aprender pintura, en “la academia del pintor francés Amédée Ozenfant, que junto a Le Corbusier ha fundado un movimiento llamado ‘purismo’”.

Un día, su madre “le regala el libro de Herbert Read: Surrealismo. En la tapa viene la pintura de Max Ernst Dos niños amenazados por un ruiseñor. Al verla, las entrañas de Leonora arden, su emoción es tan visceral que le dice a su madre: —Nunca sabrás el regalo que me has hecho. Algún día veré el mundo tal y como Ernst lo pintó”, y el padre de su amiga Úrsula lo conoce y se lo presenta. Lo más importante para Leonora fue comprobar que “lo que yo buscaba existe, lo que a mí me atrae, también le importa a otros”. Se enamoran. Exaltan, con Man Ray, Paul Eluard, Lee Miller la fotógrafa, Eileen Agar la pintora argentina, los surrealistas, la locura, el inconsciente, la libertad. “Leonora lo mira, es un poseso y ella quiere tirarse al abismo con él”.

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… No, una joven, audaz, en busca de sí misma

Y confronta a todos: anuncia a su familia que se va a Paris con Max: “—Hay otras estructuras bajo la realidad, papá, es como en la pintura, si tallas, aparece otra imagen. Se llama pentimento. —¿De qué hablas, Leonora? —Busco otra manera de vivir. —Tu manera de vivir está determinada por tu nacimiento, por la educación que te hemos dado y por tu herencia. Si te descastas, lo vas a pagar muy caro. —No. Papá, conozco otras formas de estar sobre la tierra. Yo no soy tu creación. Quiero inventarme a mí misma. Me voy”. Así que Leonora también tenía algo más claro: “No me fui con Max. Me fui sola, siempre que me he ido, ha sido sola”. Es que Leonora “levanta remolinos. Nada la detiene”.

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… Personalidad y origen, contra los estereotipos …

Confronta a todo y a todos. Entre los surrealistas, se declara no surrealista. No todo es audacia, remolinos, fuerza, rebeldía, búsqueda de sí misma. También están sus orígenes sociales. “Su confianza en sí misma y su natural impertinencia provienen de su clase social. Leonora se ha enfrentado a sus padres, a las monjas, a la corte de Inglaterra; y no tiene razón alguna para sentirse inferior. Si se deja sobajar, también su obra se verá afectada. A las pintoras surrealistas nadie las reconoce. Lo que en los hombres es creatividad, en ellas es locura. Entre más contradice Leonora a Breton, más lo atrae”.

Además: “son pocas las mujeres: Eileen Agar, la noruega Elsa Thorensen, la española Remedios Varo, la alemana Meret Oppenheim, que según me dijeron fue su amante, y la joven aristócrata inglesa”, Leonora.

Además: Leonora ve, lo que le cuenta la mujer de Breton: “—A mí también me dijo que era su «Nadja» y nunca me presenta como pintora. Y «Nadja» acabó en un manicomio sin que él levantara un dedo para salvarla … y … la que lleva la casa, recibe a los amigos y recoge las cenizas soy yo”.

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… La locura …

La guerra, el confinamiento del alemán Max Ernst en los campos de prisioneros franceses, ¿su propia historia? Enloquece, un médico dictamina manía paranoide. La internan en distintos sanatorios y hospitales psiquiátricos, ya en Madrid. La declaran incurable.

Es la locura no a lo Breton y artistas que la cantan, racionalmente. Es la locura a lo Leonora y artistas que la han vivido, la locura sentida, padecida, dolorosa, realmente vivida, temida.

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… La independencia …

Logró huir de un destino de manicomios, se reencontró con Max y Peggy Guggenheim, conoció al cónsul mexicano Renato Leduc con quien se casa, pasando por Portugal y Nueva York, donde reina entre los surrealistas allí refugiados, decide dejar todo eso: “—Max, todavía no sé cuál es el sentido de mi vida pero sé que quiero pintar y que solamente lo haré viviendo una vida de acuerdo conmigo misma; necesito explorar algo que vislumbré en el manicomio, algo que va más allá y que no te puedo explicar. —Es absurdo que te vayas. —Es que quiero ir detrás de lo absurdo, caer del otro lado de la lógica, encontrar lo que da el absurdo, si es que puede darme algo … Lejos del padre perseguidor y de Max escogerá su propia vida, será leal a su vocación, leal también al sufrimiento del que nadie tiene ni la menor idea y que ella algún día, a los noventa y nueve años, olvidará”.

Allí en México otro mundo, brutal, al comienzo no lo comprende, lo padece. Se encuentra con Remedios Varo que también llegó a Mexico, que es el alma gemela de Leonora, y que vive con Benjamin Peret, en su casa están Kati Horna y Esteban Francés y hay cuadros de Picasso, Ernst, Tanguy: se siente entre los suyos. Se enamora del fascinante Imre Emerico Weisz, Chiki, tienen un hijo, Harold Gabriel, un año después nacerá Pablo.

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… La amistad …

Encuentra un mecenas, Edward James. La alienta, la apoya. Organiza su primera exposición. Vende sus cuadros. Se respetan.

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