
A partir de
El exilio de Eugenia Bosch, de Dana Hart
La condena.
“Hace frío. Intento hacer el esfuerzo por recordar, los detalles, los rostros, los cuadernos en las manos, pero el frío entumece mis recuerdos. A veces solo hay hielo, en donde debería haber palabras, historias para contar”.
La escapatoria.
“Pero el frío no me angustia. Por mucho que lo intento, no consigo sentir tristeza, ni desmoralización, ni miedo. Es como si la fuerza de la moral, hubiese conseguido al fin blindarme los labios. Creo. Y creer derrite el hielo”.
¿Será suficiente?
[¿Qué se oculta detrás de un suicidio?]
Una estratagema.
Porque parecía que no, que no lo era, que no era suficiente. Hacía falta una ulterior estratagema. “Allí dicho quedará que me quité la vida. Es el único modo de escapar del stalinismo. Pero nada es cierto. Nada. Solo mi hermana Elena sabe este secreto”.
Y entonces.
[¿Qué se oculta detrás de una secretaria?]
Una misión. Que era un destino. Hasta que lo asumió. “Nada sabía yo del futuro que me aguardaba cuando era la secretaria de mi padrastro, por ejemplo. Aunque ser secretaria es bastante parecido a ser un General del Ejército Prusiano. O alguien al estilo de Karl Von Clausewitz, que se dedica, tras bambalinas, a examinar el arte de la guerra. Y es que todo puede ser una guerra, del mismo modo en que todo puede ser un arte. Ser Secretaria también era practicar el arte de la guerra … Una secretaria clausewitziana. Porque en algún punto, ser secretaria, es la continuación de la política por otros medios”.
Por medio de unir los grandes problemas a los cotidianos que el frío imponía resolver; cómo concatenarlos, es su secreto y su proeza.
[¿Qué se oculta detrás de una historia imaginada; todavía, siempre -en esta escritura que está sucediendo aun- renovándose, imaginándose una y otra vez?]
Una fe. “Creo en el futuro socialista de la humanidad, tanto como creo en que tengo sangre circulando por mis venas, huesos y una columna vertebral”-
Una rara fe. “Tan material como el hielo que congela mi nariz. Endureciendo mis pestañas, mis labios y hasta mi deseo de hablar”.
Una tradicional fe, que se afirma siempre más allá de cualquier evidencia. “Pero creo”.
Porque, acaso sea la secular versión de algo tan antiguo. “Y es que puede que eso sea lo que nos diferencie de los animales, principalmente. Más que el lenguaje. Más que las herramientas. Mucho más que la posición erguida, el pulgar oponible o el trabajo. La consciencia del propio destino”.
[Escapar de las muchas cárceles, aquellas de inicios del siglo XX en aquella Rusia. Idear estratagemas. Afirmar una fe que derrite los helados hielos de la indiferencia, la persecución, las derrotas; sostenida en ese trabajo, una misión que la realiza. Y, acaso por encima de todo, narrándolo, en estas “historias para contar”; las que otros nunca contaron, o dejaron de contar, hace no mucho tiempo atrás.
Son otras, nuevas, Vidas Imaginarias (o, acaso, Vidas Apócrifas, en el sentido que nos los explica Borges: “La palabra apócrifo ahora vale por falsificado o por falso; su primer sentido era oculto … No contradice al canon. Narra con extrañas variaciones la misma biografía”). Entonces, estas Vidas Imaginarias o Vidas Apócrifas que se reúnen, recrean, en este y otros textos de Dana Hart, historias que quisieron ser, que fueron sesgadas, que, acaso, secretamente existieron].