ARTE Y LITERATURA. Francisco de la Puente. Enrique Lihn

“Algunas de sus telas hacen exhibición del blanco y de sí mismas, presentándose, pues, antes como material para pintar que como el escenario de una apariencia. Estas telas están maculadas, manchadas o chorreadas con azul de Prusia, muy diluido en aguarrás. O presentan zonas en que un pincel grueso las ha embadurnado de colores saturados. Luego, como en un collage, no tanto de imágenes cuanto de procedimientos, se yuxtapone o sobrepone a las manchas un mundo de objetos pintados a la manera ‘renacentista’. Hay cuerdas ilusorias, por ejemplo, que se sobreponen a las chorreaduras y cuelgan del bastidor o amarran la tela, como si fueran de verdad. Así restituye el carácter de ilusión óptica a elementos que -en cuanto materiales brutos- aparecieron en el collage de la pintura moderna, precisamente para destruir esa ilusión”.

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“Francisco de la Puente, en efecto, remite a un primer surrealismo, antes de Roberto Matta; a Magritte y Tanguy, con algo de Dalí y un poco menos de Max Ernst. Dentro de esa órbita ejercita una técnica realista fundada en el Renacimiento, que engaña al ojo haciéndole creer que ve profundidades y volúmenes puestos en perspectiva, y cosas tal como son o como podrían ser. Realidades inverosímiles…

Por su parte la corriente antiilusionista, no figurativa, formada por varias escuelas -informalismo, expresionismo abstracto, etc.- rompió con la técnica y el mundo de las apariencias. Esto, de acuerdo a un principio de realidad (del cuadro) que excluía la estética de la imitación. La realidad era el cuadro o la acción de pintar (action painting) o los efectos de realidad imaginaria…

Signo de esta nueva idea de la realidad, desde Picasso o Braque, es la incorporación a la tela de materiales reales, recortes de periódicos o cartones encarrujados, maderas, etc. Más adelante se desecharon el pincel y los pomos y se reemplazaron por el spray o por intervenciones sobre la tela…

De la Puente se sitúa en el cruce entre dos sistemas, participando de los dos y obteniendo de su mestizaje un efecto curioso…

Una óptica pictórica ‘del pasado’ aparece pues, remedando al modo moderno de eliminarla de la visión, suerte de cortocircuito temporal que atenta, si cabe, contra la historia en la pintura (como si Rafael fuera un discípulo de Picasso, digamos)”.

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